La poesía, de un tiempo a esta parte, se está ganando a un público cada vez más amplio. Ya lo dijo Casimiro Parker presenta en Una jugada de dados a uno de los poetas más vanguardistas de finales del XIX y principios del XX: Stéphane Mallarmé. La edición bilingüe, traducida por Pilar Gómez Bedate, conserva el formato original y la composición de la página elegidos por el poeta para la edición inédita de Vollard en 1897. Además, se mantiene una familia tipográfica similar a la utilizada por la imprenta Firmin-Didot de la misma edición. Del mismo modo, se han tenido en cuenta las correcciones que hizo el francés ya en la imprenta. Así pues, podemos disfrutar de este poemario tal como los lectores de entonces lo contemplaron y se deleitaron con sus primeras ediciones.
La obra comienza con un prólogo de la traductora, que fue Catedrática de Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y de Filología en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. En él, Gómez Bedate hace un recorrido por lo que fue el autor, la corriente artística en la que se inscribe y su relación con los poetas de la época. A continuación, aparece el prefacio del parisino que comienza de este modo: “Me gustaría que no se leyese esta Nota o que, recorrida, hasta se olvidase”. Lo que puede guiar la lectura del receptor.
En un periodo de renovación poética, finales del siglo XIX, Mallarmé fue uno de los maestros del simbolismo, corriente que se caracteriza por la omisión del nombre, se decanta por la sugestión del referente a partir de imágenes. Su poesía se centra en el silencio que crean sus versos, sus palabras, otorgando, de este modo, una musicalidad que se desbordará en el negro sobre blanco. Los poemas del escritor francés fueron intencionadamente tejidos entre la oscuridad y la dificultad de comprensión, además de ser considerados escandalosos a la par que ejemplo de perfeccionismo.
Una jugada de dados es un poemario breve, pero con una gran carga de imágenes, en la que el arte de insinuar llega a su culmen. Una obra que pide, en una primera lectura, que te sumerjas entre los versos velados que tratan de mostrar al lector el mundo donde: “Una jugada de dados jamás abolirá el Azar”. Así pues, nos encontramos con poemas con una estructura que será precedente de los caligramas, en la cual, los huecos en blanco, los silencios, serán lo más importante —como ocurre con la poesía de otros poetas como Jaime Gil de Biezma, aunque utilizado de un modo diferente—. Por lo tanto, estamos ante un poeta que le importa más lo que no se dice que lo que queda escrito. El juego significativo, visual y melódico, supone un reto para el lector que, lectura tras lectura, descubrirá elementos nuevos.
¿Abrumado por comenzar en un mundo oscuro de poesía? Mallarmé es un autor que no defrauda y que influyó a otros vanguardistas como Apollinaire, la poesía surrealista, etc. Este poemario es la ocasión perfecta de leer simbolismo y si, además, se hace una lectura en voz alta, se apreciará de manera más significativa el “juego blanco” que plantea el parisino. Por lo tanto, es un buen comienzo para la poesía de vanguardia. Una edición cuidada de gran tamaño que da libertad a los versos de Mallarmé y los presenta como fueron en su origen.