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‘Sangre roja, seda rosa’: sabotajes entre bambalinas

Cubierta de Sangre roja, seda rosa de Andrea Tomé. Esta es una ilustración de Daria, la protagonista. Lleva su pelo castaño ondeante, su mirada de "me creo que soy buena y lo sabes". viste un tutú rosa con pedrería azul y blanca a juego con un collar finito con las mismas piedras brillantes. De fondo, un degradado azul claro hacia negro.

VR Europa publica la última novela juvenil de Andrea Tomé: Sangre roja, seda rosa. «La Historia la escriben los vencedores» pues conocen el poder de la palabra, del discurso. Este influjo junto con el carisma y la verosimilitud de quién controla el narración puede hacer que se consiga casi cualquier cosa. El ballet se vale de esta arma, pues cuenta relatos tanto desde el escenario como fuera de él. Este libro es participe de todo ello.

Sangre roja, seda rosa narra la historia de un grupo de jóvenes bailarines que anhelan formarse en la Royal Ballet School y convertirse en auténticos profesionales tras su graduación. Entre la multitud de futuros bailarines que poseen el título de «hijo de» y una cartera abultada, justo en los márgenes, se hayan Daria y Gyurka —los narradores en primera persona de esta novela—. Dos jóvenes, con visibles carencias y mucho potencial, que se encuentran allí gracias a una beca. Ambos tratarán, por todos los medios, demostrar su valía, no quedarse atrás para conseguir su meta: descollar en la danza. No obstante, la competencia nunca se lo pondrá fácil. ¿Quién podrá más, ellos o ese mundo tan hermoso como feroz?

Andrea Tomé construye esta novela alrededor de las relaciones interpersonales que se generan en este mundo del ballet —elemento identificable de las narrativas de danza competitiva—. La amistad es clave, pero no siempre posee un componente desinteresado. Por ello, surgen tensiones creadas por el beneficio, la competencia y la deslealtad: “Los sabotajes, en cambio, no te los puedes esperar”. Se crea una falsa calma en un lugar gris donde las moralidades se desdibujan a favor del poder, también los personajes. Esta realidad se adorna con pequeños guiños y placeres mundanos tan esporádicos como esos elogios del profesor más estricto. De este modo, nos encontramos con jóvenes que disfrutan escapándose al bar Maple Leaf, se construyen alrededor de su religión o su idioma —con especial interés en esto y el húngaro—.

Sangre roja, seda rosa se divide en cinco partes que se corresponden en eventos canónicos para los personajes. Cada una de ellas marca un ritmo que nace y se desarrolla según la compresión de quien lo narra: el tiempo es subjetivo ligado sus emociones, al brillo de la novedad, desdibujado por la presión, la angustia. Ello da razones a su construcción y desarrollo. Pues, desde mi punto de vista, la novela es una carrera por conseguir una meta, una que parece vivir a destiempo, en un lugar paralelo que parece tan alcanzable como escurridizo.

El proceso de lectura de Sangre roja, seda rosa ha sido intenso, rico en matices, tanto por la construcción de diálogos divertidos, ágiles, ingeniosos con una buena ración de referencias pop, como por los personajes queer, neurodivergentes, apasionados del café, con miedos, inseguros, con una manera de protegerse peculiar, verosímiles y que se complementan. No me puedo olvidar cómo el preciso lenguaje literario y el uso del léxico te sumergen en lo divino y lo humano de la danza. Se podría decir que esta novela contiene la fragilidad humana en un mundo de límites blandos desdibujados. Para mí ha sido una historia de viajes emocionales, de experiencias vitales y de esas sorpresas que guarda la vida. Sangre roja, seda rosa ha tenido algo de sanación al estilo Esos monstruos que amamos —también de Tomé— Es divertida, ágil, perfecta para los amantes de las narraciones de ballet como Dance Academy.

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