Telecinco estrenó esta semana el mini documental sobre la vida laboral de Paquirrín, el primogénito de la Pantoja, y España entera pudo asistir a la debacle de un mito musical y televisivo. Analizamos en La Huella Digital este reportaje que marcará un antes y un después en la historia de nuestro país.
No doy crédito, huelleros, estoy ojiplático, boquiabierto y hasta un poco indignado; vamos, como cuando le dieron el Ondas a Jorge Javier. La semana pasada ya empecé a enmudecer (y a arquear) al ver en la rueda de prensa del quinto cumpleaños de Sálvame a sus creadores y colaboradores montarse el culebrón de sus vidas, ¡un peliculón que parecían hasta creerse! Empezaron presumiendo de cuán gran función social realizaba su programa al acompañar día tras día a todas aquellas personas solas, tristes y sin tener con quien contar…, para después regodearse de los buenos datos de audiencia que habían ido cosechando a costa del teatrillo que montan y de vender sus miserias, y finalmente acabar en el programa diario reclamando el galardón Iris de la Academia de la Televisión ante tal alarde de creación mediática no reconocida como es Sálvame.
Me mofo de esta farsa y de sus actores principales, y de semejante papelón. Una cosa es que buena parte de los 4.000 audímetros de España apunten en vuestra dirección, que ya es mucho, y otra muy distinta que los académicos, que supongo, llevan años trabajando en el medio, sean ciegos, o sordos, o tontos, y vayan a premiar un formato que fomenta el chismorreo, el malrollismo así como la agresividad verbal y gestual. Si por pedir que no quede, desde aquí exijo una ampliación hasta los 4.001 audímetros para tener uno en casa sobre el cual colocar mi Pulitzer.
Este mismo lunes, al hilo de esta hipertelerrealidad, asistíamos con igual pasmo a la proclamación en directo y ante el estupor de sus recién estrenadas cuatro compañeras de la que será la sustituta de Natalia Millán y quinta presentadora en el programa nocturno de Hable con Ellas. Sí, ella es Rocío Carrasco, alias Rociito, sin tilde. Y trae, como si de una reina maga se tratara, su cofre rebosante de morbo. Porque otra justificación a su incorporación al espacio no hay. Hable con Ellas sigue tan mal engranado, tan descoordinado, tan desaprovechado que te quedas mirándolo embobado, ojiplático y boquiabierto y te dan las dos de la mañana. ¡Con lo bien que hubieran encajado las posibles opciones que se barajaban!, tales como Antonia San Juan, Carmen Maura o Massiel. Es más, ya me la veía massieleando,borracha de fama con su chal, vuelta para aquí, vuelta para allá.
Pero si la nueva “muda” del late show de Telecinco es hija de la cantante más grande, el protagonista de nuestro artículo no se queda atrás, pues también salió del vientre de una folclórica (¡Olé!). Cierto es que el miércoles opté por Masterchef y su semifinal, y que gocé como pocos la doble expulsión de Emil y de su ego, el cual ya ha perdido el culo por poner a caer de un burro al programa de cocina. Pero mientras paladeaba yo esa rabia contenida que se reflejaba en su rostro de Jafar, en mi mente no dejaba de latir un pensamiento, el ver a Kiko Rivera en su faceta más laboral (si alguna vez existió semejante cosa). Visioné el documental en diferido, lo reconozco, y terminé de alucinar. Ya se sabe que la cuarta temporada de American Horror Story va sobre un circo de los horrores; lo que se desconoce es si los guionistas se inspiraron en algunos de estos asuntos que maneja últimamente con demasiada asiduidad Telecinco.
El citado espacio comenzó con la taxativa afirmación por parte de Paquirrín (les gusta esto de los diminutivos a esta gente) de que él no era un cantante ni pretendía llegar a serlo. Entonces me pregunto yo, ¿por qué dilatar y aumentar la agonía de los pobres españoles? ¿Acaso no es suficiente tortura ya esta crisis y los programas veraniegos de la Primera?
El segundo asunto que llamó mi atención fue la impresión que se desprendía a medida que avanzaba el documental y que daba a entender que Kiko no había visionado el resultado antes de su emisión, como cualquier hijo de vecino habría hecho, para censurar o modificar aquello que no fuera de su agrado. Porque al cuarto de hora, el documental ya se había convertido en un continuo vapuleo, con mofas hacia su persona que remarcaban los aspectos más lamentables de su proceder y hasta de su aspecto, como fueron esas chicas en el aeropuerto que hacían guasa de su belleza.
Entre los puntos fuertes de la noche destacaron el escaso (o nulo) oído del hijo de la tonadillera para entrar a tiempo en cualquier canción, su escasa (o nula) técnica vocal al cantar, y su escasa (o nula) cintura para encajar las críticas que le llovieron desde profesionales de la radio y la televisión. Pero todo no iba a ser malo en Kiko Rivera; el chavalote que cobra 3.500 eurazos por cada actuación (ahí lo llevas, Dj Tiesto) también posee sus virtudes. Así, ha sabido rodearse de palmeros que aplauden sus actuaciones y jamás le dirán la verdad, respeta religiosamente sus catorce buenas horas de sueño para reposar ese vozarrón, se alimenta acorde a las demandas exigidas para nutrir ese cuerpo que Dios le ha dado y, sobre todo y más importante, deja la ropa del día siguiente preparada antes de irse a la cama. Desde luego, la Pantoja ha de estar orgullosa de este ser que ha criado con tanto mimo.
Si en el título parafraseo a Shylock de El Mercader de Venecia de Shakespeare, recurriré a mi santa madre para resumir finamente este reportaje sobre Kiko: “Éste no canta una mierda”. Y es que la cruda realidad quedó al descubierto tras el espacio de Telecinco. Ni tiene carisma, ni es guapo, ni tiene dotes, talento, ni dedicación…; lo único que tiene, por mucho que le pese al propio Paquirrín, es un apellido al que aferrarse. Eso, su piso de 300 metros cuadrados y su coche valorado en más de 120.000 euretes.
Esto del morbo de Sálvames, Rociitos y Paquirrines en Suecia no pasaría.
Claro que en Suecia son más serios.
PD: mi reflexión final de telespectador de hoy es: “¿Se habrá leído Kiko Rivera el libro de Belén Esteban?”
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