El pasado 13 de Diciembre llegó a nuestros cines El Hobbit. La desolación de Smaug del director Peter Jackson. Es la segunda entrega de la saga, y en ella, el joven hobbit Bilbo Bolsón y la compañía de enanos que le acompañan, se enfrentan a multitud de retos y peligros.
Bilbo Bolsón (Martin Freeman), el mago Gandalf (Ian McKellen), y los trece enanos liderados por Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) prosiguen su camino para recuperar el reino enano de Erebor, la «Montaña Solitaria», ocupado ahora por el temible dragón Smaug. Una vez en el bosque, se tienen que enfrentar a todo lo que se encuentran: la falta de comida, inclemencias del tiempo, y sobre todo, a las criaturas sobrenaturales que existen en el mismo, entre ellas los elfos oscuros, quienes a pesar de secuestrarles para su propio interés, les servirán de ayuda más adelante. Sin embargo, nada es comparable a la constante persecución que sufren y el inminente enfrentamiento con Smaug, el eje de este peligroso viaje a través de la encantada Tierra Media.
Hay que destacar que esta película es mucho más oscura que la anterior: los protagonistas se encuentran con más y mayores desafíos, muchos de ellos imposibles de pasar sin la ayuda mágica de Gandalf o sin la mente privilegiada de Bilbo. Por ello, los paisajes son menos verdes y más invernales, la escena más gris, e incluso las conversaciones esconden que hay algo muy importante que es necesario conseguir. Esto no quiere decir que la fotografía sea menos impactante que en la primera cinta, sino que se muestra desde otra perspectiva. Puede sorprender de manera negativa a los espectadores, acostumbrados a campos verdes y abiertos. La música, como siempre, es uno de los elementos mejor trabajados, con una banda sonora digna de este tipo de películas.
En general, la historia está bastante bien redactada desde el punto de vista literario, entendiéndose perfectamente lo que sucede, ya que lo explican varias veces en todo el filme para que a nadie se le escape ningún detalle. Los personajes están bien definidos y cada uno tiene su propio papel, si bien es verdad que hay algunos actores que interpretan a los enanos que tienen menos relevancia que otros, por el papel que tenían en el libro. Hay que destacar que la conexión entre El Señor de los Anillos y El Hobbit está bien clara, mostrándose la presencia del anillo en varias ocasiones.
El punto negativo de esta cinta es que puede resultar un poco larga, dado que hay demasiadas cosas que contar en un corto periodo de tiempo. Esto se nota sobre todo al final del filme, en donde la aparición del dragón y su posterior lucha resulta tediosa.
Si al espectador le gustan este tipo de historias, es una buena opción para pasar un rato agradable en el cine.
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Cartel de la película: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Tráiler: Warner Bros España