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¿De verdad me pagan por esto? ‘Oposición’ de Sara Mesa

De un tiempo a esta parte, los libros de Sara Mesa se han convertido en un refugio literario para mí. Siempre me descubren algo interesante, algo que se me queda dando vueltas en la cabeza, y que, sin darme cuenta, acabo llevando conmigo en lo cotidiano: en lo que digo, en lo que me pasa, en las cosas que cuento. Su último libro, Oposición, publicado por Anagrama, no ha sido la excepción.

En esta novela acompañamos a Sara, una joven que entra a trabajar como interina en una oficina de la administración pública. Y enseguida se topa con el primer gran problema: no tiene tareas asignadas. Y cuando las hay, nadie parece tener claro qué hay que hacer, ni cómo, ni —lo más importante— para qué. En medio de una burocracia laberíntica y absurda, empieza a rodearse de funcionarios que han aprendido a sobrevivir en ese sistema: desde los más obedientes y convencidos, hasta los que flotan en una especie de apatía contenida. Pero todos comparten una misma actitud: callan lo evidente. Nadie hace nada realmente útil.

Sara, además, intenta aprovechar ese tiempo muerto para estudiar la oposición que le permitiría convertirse en funcionaria de pleno derecho. Pero mientras repasa apuntes y temarios, se le cruza una pregunta incómoda: ¿vale la pena entrar en ese mismo sistema que ahora le resulta tan opresivo? ¿Estudiar para consolidar el castigo que ya está padeciendo? El edificio, cada vez más, se convierte en una presencia monstruosa, una estructura que la absorbe, que la vigila y la inmoviliza. Ella intenta integrarse, conectar con sus compañeros, entender las reglas no escritas del lugar. Pero tras cada intento, queda clara una verdad inmutable: en ese espacio, ella es la única que quiere huir.

En esos momentos de tensión aparecen relaciones entre personajes que me recuerdan a otras novelas de Sara Mesa, como Un amor o Cicatriz. Siempre en forma de duplas o vínculos frágiles, con una expectativa que no se cumple, una intimidad rota antes de consolidarse. Mesa vuelve a jugar con esas dinámicas humanas donde lo que no se dice pesa más que lo dicho.

Y hay un punto clave en la novela, que para mí es el corazón de todo: Sara empieza a buscarle sentido al sinsentido. Lo hace con ironía, con pequeños gestos de creatividad, con un humor que, aunque sutil, resulta corrosivo. Es su forma de resistir. De no perderse. De no volverse una pieza más del engranaje. Pero claro, el sistema también sabe defenderse, y lo hace, cómo no, a su manera: con más burocracia.

La novela avanza con un cambio de tono progresivo. Al principio, parece un retrato casi antropológico del funcionariado: observaciones, rutinas, protocolos sin propósito. Pero hacia el final, emerge un humor ácido que le da otro peso al relato. Mesa consigue reírse del sistema, sin insultarlo ni restarle gravedad al problema. Y ahí es donde logra su mayor acierto: poner sobre la mesa todo eso que queda soterrado bajo capas de aparente utilidad.

Oposición me recordó inmediatamente al ensayo de David Graeber, Trabajos de mierda. En él, el autor plantea algo demoledor: una gran parte del trabajo en nuestras sociedades no tiene sentido alguno. No porque sea duro o mal pagado, sino porque es inútil. Porque si desapareciera mañana, nadie lo notaría. El daño psicológico que eso genera es profundo. Y eso mismo es lo que le pasa a la protagonista de Oposición. Se siente inútil, invisible, anulada por un sistema que no le pide que haga, sino que simplemente esté. Y que se calle.

Me sorprendió saber, en una entrevista reciente, que Sara Mesa conocía ese texto de Graeber y que, de hecho, fue uno de los disparadores para esta novela. Lo interesante es que no es la única. En el ensayo Un millón de cuartos propios, de Tamara Tenenbaum, también se menciona a Graeber para hablar del creciente vacío de sentido en el trabajo contemporáneo. Y algo similar ocurre en El instante antes del impacto, de Gloria Castro, donde una mujer vuelve de una baja por maternidad y es castigada por su empresa con un año entero sin tareas asignadas. En ese vacío, la protagonista escribe aforismos como acto de resistencia, para no perder su identidad. Otra vez, el mismo tema.

La literatura vuelve una y otra vez sobre este asunto. ¿Por qué? Porque algo está pasando. Y la novela de Mesa, sin necesidad de alzar la voz, lo dice todo. Lo muestra con la crudeza de lo cotidiano, sin adornos, sin grandes discursos. Y eso es lo que la hace tan poderosa.

Si algo me ha enseñado la ficción es a mirar de otro modo, a sospechar de lo que se da por hecho, a entender que debajo de una rutina gris puede haber una historia importante. Oposición es una novela que incomoda, que hace pensar, y que nos recuerda algo fundamental: que no hay peor castigo que sentir que el tiempo se nos escapa en algo que no significa nada.

“Que las musas nos pillen siempre haciendo algo significativo.”

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