El panorama musical de Granada despunta desde hace décadas en su versión más urbana, pero, aunque sea menos conocida, también el ámbito de la pintura contemporánea merece su reconocimiento.
Quizá uno de los pintores que más me han llamado la atención recientemente sea Borja Satrústegui. Entre el 18 de diciembre de 2021 y el 28 de enero de 2022 se celebró en la librería Bakakai de Granada una exposición con la obra reciente de este pintor vasco, afincado en Granada desde hace tres décadas. Sus lienzos (óleos sobre cartón y sobre tabla) recogen lo mejor de la tradición norteña —Aureliano Arteta, Ramiro Arrué, Julián de Tellaeche— con la fuerza de los cuadros negros de José Gutiérrez Solana. Plasman desde escenas cotidianas (gente subiendo al autobús, trabajo repetitivo en las fábricas…) a cierto surrealismo, con personas encajadas en cabinas transparentes de las que no pueden salir (reclusión física o reclusión mental, confinamiento real durante la pandemia), habitaciones anodinas en las que entran y salen colas interminables de personas, cajones que se abren y de los que surgen multitudes… Otras veces es la propia muerte con su guadaña bajo el dintel de una puerta la que surge: las personas la miran fijamente, atendiendo, como si fuera el profesor dando clase o el párroco dando su misa, dignos como al final de la película El séptimo sello de Bergman, pues no se puede escapar de ella y toca afrontarla. Sí, ciertamente, las obras de Satrústegui son peculiares y muy personales…
Borja Satrústegui nació en San Sebastián en 1943: tiene la edad de mi padre y, a pesar del bastón, un porte recio (como que es del norte…). Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, pero optó por la vida bohemia, como pintor anarquista, republicano, viviendo durante unos meses en los campamentos de refugiados saharauis del Frente Polisario, otros en Orán, después en Portugalete y, durante otros años, en un velero, me dice, para llegar luego a su casa del Albaicín. La pintura es su modo de vida y no le importa estar lejos del circuito académico, aunque su obra merece estarlo.
Echo en falta las exposiciones de Madrid o Málaga en esta ciudad tan a veces provinciana de Granada, que, ante la falta de espacio, tiene que retirar las obras del siglo XX de su Museo de Bellas Artes para poder montar una temporal con los fondos de su depósito… Pero, de vez en cuando, uno se encuentra sorpresas.
Esto es lo que me ha ocurrido con la exposición del alumnado de cuarto curso de Bellas Artes de la Universidad de Granada, cuya exposición, en el palacio Quinta Alegre, del 13 al 19 de enero de 2022, dejó ver algunos proyectos de interés. La titularon, con sentido del humor y con realismo, «A la calle», pues una parte de la exposición (las esculturas) estaba en los jardines y, al ser el último año de curso, deberán buscarse el porvenir fuera de la facultad…
El palacio, rehabilitado por el Ayuntamiento, merece en sí una visita detenida por dentro y por sus jardines, pero, en lo que se refiere al arte, más allá de las estampas decimonónicas del folclor gitano de otro pintor, Gabriel Morcillo, cuya obra conserva dentro, y del paisaje pintoresco de la vega a principios del siglo XX de las pinturas de otro granadino, Francisco Vergara Reyes, me resultó destacable la obra «Autoinmune» de Paula Cervilla, una joven estudiante que expuso en «A la calle».
Nos hemos puesto en contacto con ella: ¿cómo surge esta obra, de metro y medio por dos metros, con su sucesión de veinticinco retratos alucinados? Nos dice que está influida por el expresionismo abstracto y el arte terapia. Con sus pinturas, de pincelada muy suelta, se autorretrata para superar miedos y traumas. El resultado no está pactado: cada retrato es espontáneo, según resulte de la combinación de la pintura (acrílica) y los efectos del agua. Sus retratos, impactantes, me hacen pensar un poco en la pincelada de Ydáñez y en los trazos de otro pintor zaragozano, Jesús Santos Roig, en su serie de retratos sobre cartón «The Pool Party»; también en «Contra los malos sueños y demonios», un cuadro que pinté hace tiempo.
«Contra los malos sueños y demonios», Luis Pablo Núñez
El caso de Santiago Ydáñez (1967-) es otro ejemplo de artista vinculado con Granada (si bien es de Jaén), pues estudió en su universidad, la UGR. Cuenta ya con muchos premios a sus espaldas y un reconocimiento nacional e internacional. Sus cuadros, de grandes dimensiones (hasta de cuatro y cinco metros), se enfocan en los rostros, a veces de vírgenes, cristos o santos (como el que reproduce la escultura de San Juan de Dios del Museo de Bellas Artes de Granada), pero también personas en general (a veces con muecas o expresiones jockerianas) y animales. Los fondos son neutros y su paleta se suele ceñir a pocos colores: blanco, negro y tonos de gris, algún carmín. Es muy prolífico: unos veinte cuadros al año (en estos cuatro meses de 2022 ya lleva nueve).
Granada cuenta con otros lugares para el desarrollo del arte: además de los centros de formación (la Facultad de Bellas Artes y la Escuela de Artes y Oficios), existe una Real Academia de Bellas Artes de Granada, creada en 1777 (recientemente se hizo una exposición con algunos de sus fondos, del 16/12/21 al 30/01/22, en la Sala de exposiciones del Centro Cultural Gran Capitán) y el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada.
El Centro José Guerrero, por su parte, realiza exposiciones temporales de pintura, fotografía y nuevos medios que se suman al legado del pintor que allí se conserva. El Centro Lorca (sin olvidarnos de su casa natal y de la Casa-Museo Huerta de San Vicente), del mismo modo, promueve la difusión del archivo con exposiciones. La Fundación CajaGranada cuenta con una colección artística interesante y exposiciones regulares relevantes, como la realizada hace poco sobre Mariano Fortuny y Madrazo, francamente interesante.
La Universidad de Granada (UGR) es una de las grandes dinamizadoras de vida cultural en la ciudad: desde marzo a mayo de 2022 se pueden ver obras de primer nivel para la exposición «Zuloaga, entre lo gitano y el flamenco» y, desde abril, la exposición con obras de Manuel Ángeles Ortiz sobre el Albaicín: Obsesión (con su serie «Albaicines») en el Palacio del Almirante.
Basten estos ejemplos para mostrar que Granada es más que la Alhambra y el arte hispanomusulmán, reconocido con justicia. También debe promoverse el arte actual: a fin de cuentas, el arte de este siglo no puede sino reflejar las circunstancias que estamos viviendo y, como decía una publicidad de una de las exposiciones arriba indicadas, hay que comprar a los artistas vivos, pues los muertos ya no necesitan dinero…
Ojalá los gestores políticos se den cuenta de la importancia del arte de hoy y de estos centros culturales para potenciarlo y dinamizar nuestro turismo cultural.
Una idea sobre “La pintura contemporánea en Granada: De Borja Satrústegui a Paula Cervilla”
Totalmente de acuerdo, dejar sitio para el arte (en este caso la pintura)en una ciudad es dejar crecer a sus ciudadanos como tales.