Una de las últimas novedades de la editorial Capitán Swing es, a mi juicio, uno de los mejores ensayos que se ha publicado este 2024. Se trata de El reconstructor de caras de Lindsey Fitzharris que descubre al lector los primeros pasos de la cirugía estética de la reconstrucción, intervenciones imprescindibles en los primeros hospitales de campaña tras la llegada de los dispositivos armamentísticos en las guerras.
Fitzharris continúa en racha: ya en 2018 publicó en España otro de mis ensayos favoritos, De matasanos a cirujanos (publicado por Debate), que versaba sobre las innovaciones médicas en la era victoriana y que me maravilló; seis años después me vuelve a deslumbrar con otra obra dedicada a la medicina que combina, además, planteamientos políticos y sociales. Esta autora, que es historiadora médica y presentadora de programas divulgativos en la televisión estadounidense, recibió el premio PEN/E.O. Wilson de escritura científica literaria y ha sido nominada a importantes galardones con las dos obras anteriormente mencionadas.
Mientras que en De matasanos a cirujanos se abordaban principalmente los avances del médico Joseph Lister, El reconstructor de caras se centra en la figura del doctor Harold Gillies que logra importantes avances en la cirugía estética del rostro de soldados masacrados en la guerra. La escritora analiza detalladamente las consecuencias médicas y sociales de las víctimas de la metralla, de las bombas o del gas mostaza en los diferentes países combatientes y cómo dichos enfermos, con el rostro deforme o sin partes del mismo, quedaban marcados por la sociedad y debían ocultarse para continuar con su vida; recordemos que las marcas en el rostro estaban vinculadas con enfermedades como la lepra o la sífilis y con defectos como la maldad o el pecado. Gillies, con una intensísima capacidad de trabajo y gran preocupación por sus pacientes, consigue grandes avances en la reconstrucción cutánea y de tejidos.
Reflejando el panorama cultural y social del siglo XX, transitarán personajes en esta obra como la científica Marie Curie o logros médicos como las transfusiones de sangre. Uno de los aciertos de Gillies fue crear un grupo multidisciplinar, aunando a médicos de distintas especialidades que trabajaron en colaboración para los progresos médicos de los enfermos; otro fue el de crear un entorno favorable a la recuperación del paciente. También fue imprescindible la labor de fotógrafos, escultores y pintores que ayudaron a dar un rostro a los militares que lo habían perdido (siempre me acordaré del soldado de Nos vemos allá arriba de Pierre Lemaitre y de Richard Harrow de Boardwalk Empire).
Fitzharris logra un ensayo absorbente, con un tono ameno y divertido, que combina la experiencia científica con las vidas y amoríos de los soldados y doctores, conquistando la atención del lector que no puede abandonar la lectura, pese a explicar en ocasiones detalles parcialmente escabrosos como la operación del colgajo. Esta obra también incluye imágenes del rostro de los pacientes para que los lectores valoren las innovaciones estéticas explicadas. El reconstructor de caras es una joya entre los ensayos médicos y será un acierto seguro en estas fechas para aquellos lectores interesados en dicha especialidad.