Busquemos, si es preciso, un significado apropiado a la siguiente expresión: Still Life quiere decir naturaleza muerta. Pero buscando una segunda acepción un tanto imaginativa, su significado puede referirse a una vida silenciosa, invariable. Ambas acepciones se complementan, nos ayudan a entender la propuesta de Uberto Pasolini.
John May (estupendo Eddie Marsan) es un taciturno funcionario que se ocupa de aquellas personas que han fallecido, pero que las familias no reclaman. Si no consigue encontrar a los seres queridos, o por el contrario sí llega a localizarlos, estos mismos no se involucran en la ceremonia, y él mismo se encarga de organizarla discretamente. Esa constante imbuye la vida del funcionario que es igualmente silenciosa, terriblemente rutinaria. Pero a pesar de todo John May es un funcionario sensible, su visión de las cosas descansa en que todos los fallecidos tengan no solo un funeral digno, sino que los allegados próximos o no estén presentes.
De Nunca es demasiado tarde extraemos una crucial reflexión sobre la pertenencia a una comunidad, sobre el valor que damos al ser que vive a nuestro lado en las más absoluta soledad.
Nunca es demasiado tarde es una cinta minimalista atenta a mínimos detalles cotidianos (la memoria y los recuerdos, así como la importancia de los objetos son elementos significativos que resultan determinantes a medida que avanza la trama) que oscila entre el melodrama y cierta dosis cómica; un tanto irónica, no exenta de costumbrismo. Sin embargo nunca resulta compleja, en ocasiones no es veraz, su sensibilidad está demasiado estudiada, finalmente se ahoga en cierta banalidad algo almibarada.
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Imágenes y tráiler: Palace Films