Revista Digital

«Taipéi», detallando la nada

Tao Lin, uno de los escritores de moda, firma una de las novelas más vacías y tediosas que se recuerdan, un informe detallado sobre absolutamente nada capaz de conseguir que el lector se sienta insultado y estafado.

Taipei_Cubierta_DEFEn primer lugar, y antes de acometer la que posiblemente será la reseña más negativa que he escrito hasta la fecha, querría felicitar a la editorial Alpha Decay cuyo trabajo y esfuerzo en arriesgarse a publicar a aquellos autores que, para bien o mal, hacen tambalearse los cómodos cimientos de la literatura se me antojan imprescindibles y dignos de elogio. Precisamente uno de esos jóvenes y brillantes escritores que la editorial ha publicado, Blake Butler,  es uno de los que halagan esta novela de Tao Lin tachándola de implacable e imprescindible, algo que no comprendo habiendo leído a uno y a otro. Quién sabe, quizá ya me estoy haciendo demasiado mayor para entender o empatizar con algo de lo que el autor cuenta en esta supuesta novela generacional, en este retrato plano e insustancial de los jóvenes de hoy en día.

Digo esto porque estoy seguro de que Tao Lin sabe de lo que habla, él pertenece a esa generación que se supone describe en su novela; jóvenes de entre 17 y 28 años cultos, preparados, aburridos, y usuarios  compulsivos de las redes sociales y nuevas tecnologías así como de todo tipo de drogas, preferentemente de diseño. En Taipéi, como digo, el escritor pretende (al menos eso intuyo) realizar una novela generacional o como poco hacer un esbozo de estos jóvenes y sus vicisitudes. La pega reside en que para narrar el tedio o apatía de estos chavales Lin elige precisamente contarlo desde el tedio, la apatía y la dejadez; y sobre esto ya escribió hace muchos años y de forma brillante Salinger. El problema tampoco es que Tao Lin no sea Salinger, es que no llega ni de lejos a la altura de David Foster Wallace o Bret Easton Ellis  por mucho que se empeñen en nombrarlo heredero; de hecho una sola frase de, por ejemplo, La broma infinita, esconde mucha más literatura, genialidad, mala baba y retrato social que Taipéi entero.

Hay muchos problemas en la obra o en la escritura del autor; el lenguaje empleado resulta casi irrisorio, carente de intención alguna de construir sus frases con un mínimo de coherencia o esfuerzo literario, no es que elija utilizar un lenguaje sencillo como hacen muchos escritores de manera loable, es que, para entendernos: el escritor “pasa”, le importa tres pepinos y lo que es peor, para luego introducir con calzador alguna palabra o expresión rimbombante. Aceptando el hecho de que seguramente se me haya escapado algo al leerlo traducido, esto me parece intolerable. El autor repite frases, conceptos y hechos hasta la extenuación con una vaguedad irritante de manera que las páginas van acumulándose y la lectura se va haciendo tremendamente pesada. Uno sigue leyendo y no ocurre absolutamente nada, no hay nada destacable ni en las andanzas de los protagonistas ni en las nulas reflexiones del narrador. Los personajes acuden a fiestas en las que no ocurre nada, toman drogas sin que esto suponga cualquier clase de conflicto para bien o para mal, se relacionan entre ellos con frialdad y desapego, viajan por ciudades en las que no hay nada destacable que contar y mantienen conversaciones absurdas que parecen de gente de mucha menor edad que ellos y en las que el lector desesperado desearía ser Stewie Griffin para aparecer en escena repartiendo bofetones.

Si me preguntan si he encontrado algo bueno en esta novela, la respuesta -sintiéndolo mucho- es que no. Puede que la parte final mejore algo la trama simplemente porque se advierte un mínimo cambio, o que quede bien plasmada la incomunicación y soledad de la generación de las nuevas tecnologías en esa escena en que ambos amantes estando en la misma habitación se comunican por ordenador, puede que incluso esas extrañas y absurdas composiciones de frases de Lin lleguen a tener su gracia, pero todo esto son un benévolos esfuerzos por tratar de extraer algo positivo de entre las casi 300 páginas de esta novela que por cierto debe de estar patrocinada por alguno de esos gigantes de la tecnología viendo la cantidad de veces que hace alusión a sus marcas y productos. Quizá sí que haya algo bueno en Taipéi y en la literatura ultramoderna y hipster de Tao Lin: que al ser una novela tan vacía al menos no resulta dañina.

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