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Una vuelta a los clásicos: la poesía de Marta López Vilar

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Bien sabemos que la poesía es minoritaria. Pero no por ello es menos cierto que no deja de ser la máxima expresión de la literatura. Por esto una buena forma de conocer la salud literaria de una lengua es prestar atención a su poesía.

Atenta a este propósito, la editorial madrileña Bartleby, una de las más activas de nuestros días en publicar poesía contemporánea de autores jóvenes, nos trae el último libro de Marta López Vilar, titulado En las aguas de octubre.

Quien conozca la trayectoria de la autora, hablante y traductora de varias lenguas modernas, entre las cuales portugués, catalán y griego moderno, verá que este libro supone una continuación de la voz poética expresada en sus libros anteriores: De sombras y sombreros olvidados (2003), reeditado en Amargord en 2007, y La palabra esperada, publicado en Hiperión en 2007. En estos, como en el más reciente de Bartleby, la presencia de la cultura clásica es omnipresente, hasta el punto de marcar, como dice Antonio Crespo Massieu en el prólogo, «un diálogo con la tradición».

Este diálogo con la tradición, interesante por la recuperación y actualización de mitos, se expresa de varias formas: la primera, mediante la realización de monólogos puestos en boca de personajes literarios, históricos o mitológicos como Ovidio, Marco Aurelio, Dido, Perséfone o Níobe; la poeta, transformada en estos personajes grecolatinos, escribe en primera persona reflexiones o semblanzas que les devuelven la voz hasta el lector actual.

En segundo lugar, el diálogo entre la tradición y el tiempo presente se muestra con las citas a poetas recientes, como Carles Riba, Salvador Espriu, Sophia de Mello o Miguel Veyrat, poetas con los que la autora comparte afinidades estéticas o temáticas que le sirven para entablar una conversación literaria (como en el caso de este último, cuya poesía también está regada por las raíces clásicas). Este diálogo entre personajes clásicos y poetas modernos coordina, alternada, en cierto modo, la estructura del poemario.

La presencia de la Grecia clásica es fuerte y está presente, como decíamos, en muchos de los poemas, ya sea a través de los títulos («Oráculos», «Orfeo», «Eleusis», «Filoctetes»…), ya a través del proceso de escritura: «Indemne», por ejemplo, fue escrito en la isla de Skiazos en uno de los frecuentes viajes de la autora (Σκιάθος, una isla entre Atenas y Salónica donde no estaría mal perderse…). Cito unos versos del poema (p. 57):

Descanso tendida a la orilla del mar.

La luz parece no cambiar nunca, atraviesa el viento

apenas sin moverse. […]

Miro, sin embargo, lo que queda al retirarse cada ola:

pequeñas conchas rotas, algas frágiles,

un trazo de junco partido y seco.

Presencias de que algo ha terminado.

Alguna vez seré simplemente eso, me digo.

Cierro los ojos: alguna vez seré simplemente eso.

Este poema deja ver el tono reflexivo y melancólico de la autora, que se diluye a través de versos blancos. Esa finura y sensibilidad inunda muchos de sus poemas, muy breves en ocasiones.

En definitiva, se trata de un poemario que nos retrotrae a los tiempos clásicos, con sus personajes y elegías, de un punto a otro del Mediterráneo.

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