El Ensanche Sur. Arganzuela 1860-1931, el libro de Fernando Vicente (Libros de la Catarata), analiza con minuciosidad los años transcurridos entre 1860 y 1931, con la llegada de la II República Española, y se centra en el Ensanche Sur (el casco antiguo desarrolló tres ensanches a su alrededor: norte, este y sur), que hoy es el distrito de Arganzuela. Para ello hace un seguimiento de algunos de los habitantes de la zona a través de los padrones municipales de 1860 y 1878 principalmente, y nos ofrece un interesante trabajo de historia social en el que nos relata la profunda transformación que vivió la ciudad en aquellos años, hasta que los ensanches se integraron en la misma.
A mediados del siglo XIX, Madrid aún estaba encerrada tras las cercas. En 1851 se inauguró de la línea ferroviaria Madrid-Aranjuez, junto con la estación del Mediodía. El ferrocarril trajo la industria correspondiente a la ciudad, y con la industria comenzó a llegar la inmigración desde diferentes puntos de España en busca de un futuro mejor, alejado de las habituales tareas del campo. Alrededor de la ciudad cercada surgieron poblados y chabolas, masificación, enfermedades debidas a lo insalubre de los asentamientos y nuevos barrios, y la miseria. En 1858 se terminaron las obras del Canal de Isabel II, y en 1860 comenzaron los planes para la ampliación de la ciudad, planes que se fueron posponiendo o poniéndose en marcha parcialmente debido a la falta de capital que tenía el ayuntamiento, y a las pocas ganas de hacerles la vida un poco más fácil a quienes menos tenían, que vivían en lo que se conocía como los barrios negros.
Fernando Vicente no ahorra detalles a la hora de describir la tremenda situación de abandono e insalubridad que se vivía en la zona, y lo hace admirablemente, apoyándose en todo momento por datos reales que ilustran las historias de los personajes, unos anónimos y otros no tanto, que vivieron en el Ensanche Sur. Por estas páginas desfilan triunfadores, obreros, ayuntamientos incompetentes (uno tan solo, ya me entienden), miseria y explotación, la Segunda Revolución Industrial, las algaradas en las calles, las huelgas exitosas y las reivindicaciones que cayeron en saco roto, las calles estrechas aptas para los disturbios y los sueños de grandes avenidas que terminaran con ellos. Un mosaico impresionante que, inevitablemente, trae a la memoria la trilogía de Pío Baroja, La lucha por la vida, que sobrevuela este valioso texto de principio a fin, no únicamente con citas a la inmortal obra del escritor vasco, sino como parte esencial de él.
El autor está especializado en estudios de historia social, cultura urbana y delincuencia, y eso se nota y es de agradecer. Aunque siempre queda la sensación de que la creación de Madrid como una ciudad moderna, coronada con la Gran Vía, el metro, siguió escondiendo muchas miserias, y aún hoy las esconde, por mucho triunfador que surja, por mucho oro que alberguen sus calles. Amar Madrid siempre fue complicado, pero algunos perturbados lo hacemos a pesar de todo, y está bien que así sea.
Imagen: Mapa del proyecto del Ensanche de Madrid (Wikipedia), hacia 1857.