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«Purgatorio», de Tomás Eloy Martínez

En la novela se pueden crear todas las realidades, imaginar lo que aún no es posible y detener el tiempo (Carlos Fuentes)

En el invierno de 1976 Simón Cardoso es detenido por los militares que impusieron una dictadura sangrienta en Argentina, y nunca más aparece. Treinta años después, su mujer Emilia Dupuy se paraliza al oír su voz en una fonda de suburbio en New Jersey. El mundo, que se había desmoronado con la tragedia, recobra su luz.

1243954809953_fEste es el argumento de Purgatorio, editada por Alfaguara del escritor y periodista argentino Tomás Eloy Martínez, que novela un tema real: los casos de desaparición de hombres y mujeres durante la dictadura militar argentina; cómo se practicaban las torturas delante de las mujeres y sus hijos para luego hacerlos desaparecer, cómo se asesinaba a todo sospechoso por pensar diferente, cómo se secuestraba a los niños…

Purgatorio se divide en cinco capítulos que contienen, todos ellos, una introducción de una cita de La divina comedia de Dante –cada una de ellas hace referencia a el Purgatorio-. Los saltos del pasado al presente y viceversa son constantes. Los mismos llevan a lector hacia la historia de los protagonistas, hacia el narrador o bien hacia la Argentina de los años de la dictadura. Podrían existir desde luego otras diversas lecturas; Emilia como un retrato de la sociedad, Simón, un personaje que pueden ser tanto seres humanos desaparecidos, Orestes es la personificación de las barbaries, el narrador un alter ego del propio novelista.

La importancia de la novela, que nos ocupa, está en su artificio. Dado que Tomás Eloy Martínez fue escritor y periodista, es capaz de incorporar todas esas realidades a la ficción utilizando las técnicas y el lenguaje periodístico, consiguiendo que lo narrado sea verosímil. Indaguemos en la novela lo que la realidad de la historia dejó olvidada. La historia fue lo que fue, la literatura -en especial la novela o el ensayo- nos ofrece lo que la historia nunca ha sido. Dentro de la novela transitan diversos temas: la figura del desaparecido, la espera –el tiempo queda estancado-, la discusión acerca de la identidad, los prestados recuerdos, las atmósferas que envuelven los ensueños, la reconstrucción de un periodo histórico, la trasfiguración de lo real, el exilio…

El lenguaje de la novela  lleva como seña la duda frente a la fe ideológica (la certeza de orden religioso) y la conveniencia política; aunque nunca puede dejar de lado lo ideológico, lo religioso. Sin embargo una ficción no puede estar dominada por dichos condicionantes. Lo que de hecho sí puede ocurrir es convertir la propia novela como problema, abriendo espacios; claro está,  a múltiples interrogaciones, liberando la imaginación, descendiendo al subsuelo de la memoria, preñándola si cabe de instantes amorosos.

Imagen principal: retratos de desaparecidos durante la dictadura militar argentina, extraída de RadioUniversidad

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