Lumen publica los cuentos de la escritora norteamericana Cynthia Ozick. Anteriormente, esta misma editorial había publicado dos de sus novelas: Los últimos testigos (2006) y Cuerpos extraños (2013).
Cynthia Ozick es una de las grandes novelistas de la segunda mitad del siglo XX. Aunque se crió en el Bronx, sus padres le inculcaron sus creencias judías que se plasman en sus ensayos, cuentos y novelas. Es habitual su presencia entre los candidatos a Premio Nobel y fue nominada en el 2005 a los Premios Man Booker. Sus Cuentos reunidos son una fuente inagotable de referencias al Torá y de términos judíos (el glosario que aparece en las últimas páginas resulta esencial para alguien no habituado a esas palabras). De hecho, el lector puede sentir que algo se le escapa al no entender la profundidad o los paralelismos que la autora establece. Son frecuentes sus referencias al yiddish y el enfrentamiento que supone la generación superviviente de los campos de concentración, que combaten diariamente por no olvidar lo sucedido, con la nueva generación, que siente tedio ante el drama pasado y busca evadirse del sufrimiento. Se alude a etapas históricas en las que los hebreos se han visto obligados a huir y en varios relatos hallamos menciones a los nazis, a Hitler o al Holocausto. De igual forma, se nombran los campos de concentración, las cámaras de gas y las ejecuciones, pero éstos generalmente no son parte esencial de la trama aunque, en ocasiones, pueden ser algo más que una simple referencia.
Los personajes de Ozick suelen ser hebreos, siendo algunos de ellos refugiados o supervivientes de los campos de concentración. Muchos de ellos son artistas (escritores, pintores, intelectuales o fotógrafos) y pecan de ingenuidad, convirtiendo esa inocencia en puro patetismo como es el caso de Una Meyer del relato “Una educación”. Pueden tender al melodrama, buscando la felicidad de forma pasiva, pero sin modificar en absoluto su vida, o intentando alcanzar el éxito o un futuro reconocimiento con medios ineficaces. A veces, la única salida para escapar de la soledad o de la rutina que les apremia es la imaginación. En cuentos como “Dictado” o “Cómo ayudar a T. S. Eliot a escribir mejor”, los protagonistas son escritores reales como el citado Eliot, Joseph Conrad o el que la autora considera su maestro: Henry James.
Otra de las claves de su narrativa es la alternancia entre los desenlaces más cotidianos y los ligados a la fantasía como el asombroso final de El rabino pagano. Así, recurre incluso a escenas surrealistas, en las que, a través de los ojos de los personajes, los hombres se convierten en chivos y las mujeres en sirenas o dríades, o incluso llegan a ser femme fatale, dominando al protagonista como en La bruja de los muelles. Se distingue, además, una fuerte crítica hacia los hombres que no permiten que las mujeres accedan a la educación o a un empleo, restringiéndolas al matrimonio. También es significativa la denuncia que la autora hace de la segregación que sufrieron las personas de color en Estados Unidos, ejemplificada en la consulta del doctor en el relato “La mujer del médico”.
La rica narrativa de esta autora, aderezada con dosis de ironía y surrealismo, ensalzan unos relatos innovadores, que logran sorprender al lector o incluso dejarle pasmado con sus rarezas, como en Del cuaderno de notas de un refugiado. Leer a Ozick supone una interesante y extraña experiencia, a la que sin duda os invitamos.