La explosión de la música electrónica ha sido tratada en libros recientes, pero todavía queda buena parte que contar de su historia.
Nació en el ámbito académico durante los años 50 bajo la experimentación de la música concreta, fue adoptada por la música popular décadas más tarde con la llegada de los primeros sintetizadores al mercado y se extendió por los garajes y estudios en casa con la llegada de los ordenadores personales; se reconvirtió en underground en los clubes y pasó luego a la industria y al ámbito comercial en los noventa… Con multitud de ramificaciones y estilos se hizo oscura, rápida, llena de breaks o ambiental… Hoy no hay grupo de pop o rock que no use sintetizadores o bases electrónicas en sus temas.
La música de baile —una de las varias vertientes de la música electrónica— ha acompañado la sociedad de las últimas décadas e incluso ha creado nuevos hábitos sociales, de composición y de escucha. En buena medida lo ha hecho mediante iniciativas empresariales que, a través de clubes, discotecas y sellos, han marcado las generaciones recientes: Paradise Garage y Trax Records, la sala Tresor y su sello berlinés homónimo, Ministry of Sound y sus recopilatorios, Primate Inc y la electrónica inteligente de Warp, el minimalismo de +8, el pop electrónico de sellos como Kompakt, las sesiones en Café del Mar, Pachá y otras discotecas ibicencas donde nace la figura del dj superstar, el eclecticismo inicial de Penélope y N.O.D. (entre otras) en la ruta del bakalao valenciana, y Attica, Over Drive, Omen, Palladium, Die Mauer o Tropic Costa en Madrid…
Aunque hay tantos enfoques como lugares o estilos, la historia de la música electrónica —especialmente, del house y del techno— nos está siendo contada mayoritariamente por los anglosajones, y esto ha distorsionado nuestra visión de los hechos, pues ha minusvalorado otras escenas donde la electrónica tuvo tanta o más importancia que en el Reino Unido o en la costa oeste de Estados Unidos. ¿Qué pasó con la electrónica en Japón? ¿Qué aportaron el italo-disco y los productores italianos de principios de los noventa? ¿Cuándo tomaron el relevo los alemanes, con su trance y visiones minimalistas? ¿Qué papel juega la electrónica de los países nórdicos? ¿Y en España?
Para paliar un poco esta visión incompleta, se realizó en 2012 el documental The Sound of Belgium (El sonido de Bélgica), dirigido por Jozef Devillé, que, a través de entrevistas y tras un breve repaso por la música belga desde los organillos automáticos de los bares de carretera, se centra en la década boyante del sonido belga, 1985-1995. Durante esos años (y, especialmente, desde el 89 al 93), la música de baile fue belga: ellos marcaron la tendencia, crearon sonidos nuevos y sellos que influyeron sobre alemanes, anglosajones y, paralelamente, nosotros en España (Cristian Varela reconoce ir a Bélgica a comprar discos), así como en otras partes del mundo.
En esos años surgió en Bélgica el New beat, con sus iconos sonrientes smiley y acid, y clubes como el Boccaccio o el Confetti de Amberes, el Café d’Anvers, Palm Beach o Cherry Moon irradiaron el sonido agresivo que llenaría las discotecas de Europa, Japón y parte de Norteamérica.
El éxito se sostuvo por la creación de una red de locales y por la retroalimentación musical alentada por nuevos sellos discográficos como Antler / Subway, R & S o Bonzai: los belgas fueron precursores de las macrodiscotecas en naves industriales y de las raves que se extenderían luego por el Reino Unido.
Su música comenzó con el álbum Geography (1982) de los Front 242 (luego el Front by Front, 1988, y el Tyranny for You, 1991) al más puro Electronic Body Music, y prosiguió a principios de los noventa con la mezcla de rap y electrónica del «Anastasia» de T99, Quadrophonia o los teclados del «Night in motion» (Battleplan Mix) de Cubic 22 y, antes, de «A Split Second» (1986) de Flesh…
La influencia del estilo belga sobre otros músicos del momento fue enorme: los alemanes y franceses acudían a Bélgica en coche a las discotecas porque no encontraban ese sonido en sus países, y los músicos realizaban versiones específicas para ser pinchadas con el toque «The Belgium Mix», como New Scene, o aceleraban los beats, como Speedy J o Richie Hawtin: la influencia llegaba incluso al Canadá de +8, a los KLF, al top 20 del Reino Unido y al televisivo Top of the Pops.
En ese listado de éxitos del momento estuvieron los Lords of Acid («I sit on Acid»), el «Inner Light» de Phantasia/Jade 4 U (Nikkie van Lierop), «The Sound of C» de Confetti’s (con sus performances hasta ‘en China’), la «Dark Symphony» (1993) de Phrenetic System y otros temas del sello Bonzai, como «The house of house» de Yves Dervyter/Kloeck/Axel Stephenson, el «First Rebirth» de Jones and Stephenson, el «Universal Nation» de Push, los «20 Hz» de Capricorn, etc. (un listado de los temas que aparecen en el documental se pueden ver aquí). La mezcla de los sonidos distorsionados con las melodías de los comienzos o intermedios fueron una constante, aunque posteriormente se perdería y aceleraría hasta crear el hardcore con bajos a cientos de beats por minuto.
En todo este proceso sellos como R & S fueron fundamentales (Renaat Vandepapeliere es entrevistado largamente en el documental): allí fueron publicados desde los Selected Ambient Works 85-92 de Aphex Twin (1992) a los discos del japonés Ken Ishii, de Jaydee, Model 500 y, en su subsello ambiental Apollo, el Patashnik (1995) de Biosphere y varios discos de Sun Electric y Cabaret Voltaire. Hoy continúa publicando autores reconocidos, como Bonobo. También a los belgas se les debe la producción de éxitos de pista de los 2 Unlimited y de Technotronic.
El documental fue estrenado en la ciudad de Gante a finales de octubre de 2012 en el Festival de cine internacional de Flandes y hoy se puede visualizar en las plataformas comerciales e incluso en YouTube. Merece la pena verlo.
Otros documentales en la misma línea sobre la música tecno se pueden ver en las redes: por ejemplo, los varios sobre Madrid (Underground Madrid, Beats from Madrid, o sobre la trayectoria de Cristian Varela) o el documental sobre el argentino Under Club.