La Huella Digital agradece enormemente a los autores de Palabra de Lorca, Rafael Inglada y Víctor Fernández, y a la editorial Malpaso la entrevista que nos han permitido realizar y el tiempo que nos han dedicado.
Asimismo, agradecemos a nuestra maravillosa colaboradora María Elduayen Castillo su dedicación a esta revista y sus conocimientos sobre el escritor granadino.
En la madrileña calle Alcalá, cerca del edificio donde vivió Federico García Lorca, nos encontramos con los editores del libro Palabra de Lorca: Rafael Inglada y Víctor Fernández. Este libro, publicado por Malpaso, reúne 133 entrevistas y declaraciones que concedió el granadino. A ello hay que agregar el material fotográfico que se incluye en esta obra muy rico, tanto en contenido como en calidad. Una obra realmente interesante sobre la cual queremos indagar un poco más preguntando a sus autores.
Pregunta: ¿Cómo surge el proyecto y cómo es el proceso de investigación?
Víctor Fernández: El trabajo de investigación lo inicia Rafael, un trabajo muy concienzudo sobre Lorca en los años republicanos y, hablando (me parece que hablamos prácticamente cada día por Facebook), un día me comenta el proyecto y, en un momento de enajenación mental [risas], yo le digo que por qué no en vez de esas entrevistas, lo ampliamos a todas y ahí es cuando empieza la locura, ¿no? Porque hay entrevistas que, aparentemente, parecen fáciles de ser localizadas y resulta que no, que en las hemerotecas faltan ejemplares de un periódico o de una revista, y eso ha sido complicado.
Además, piensa que Lorca en su breve carrera profesional —hablamos de una persona que muere con 38 años, y que empieza a publicar en 1918, que es cuando sale su primer libro, pero realmente las entrevistas son posteriores—, durante ese tiempo hubo un buen número de declaraciones, pero casi todas centradas en estrenos teatrales.
P: ¿Habéis podido encontrar todos los documentos que buscabais?
Rafael Inglada: Son 133 entrevistas y declaraciones y, salvo algún caso muy concreto (creo que ha pasado en dos o tres ocasiones), no hemos podido acceder a la fuente original pero, por regla general, se han conseguido los artículos y se han trascrito de los propios originales. No sabemos si queda alguna entrevista o no, porque el tema de las declaraciones es una cosa quizás que se puede escapar más, pero lo que son las entrevistas, suponemos que están todas, pero siempre el tema de la investigación depara… Eso pasa mucho cuando se publica poesía completa, teatro completo, ensayo completo… siempre existe la sorpresa de que salgan nuevas cosas. Lo que sí es verdad es que se ha hecho un esfuerzo para que esté lo más completo posible y esté todo lo que se conoce, incluso lo que se conocía de oídas y no se había recogido hasta el presente.
V.F.: Es lo que dice Rafael. Lorca no se acaba nunca y siempre puede salir una sorpresa. Ten en cuenta que son entrevistas publicadas en prensa y, más o menos, se tiene constancia de lo que se ha publicado en revistas, en periódicos… Es que yo no creo que haya ninguna sorpresa de última hora, aunque puede pasar.
P.: El libro aparece dividido en cuatro partes, ¿qué criterios sigue esta división?
R.I.: Primero se ha dividido desde las primeras entrevistas hasta justamente poco antes de su viaje a Argentina en 1933. Luego, hay un segundo bloque, que me parecía fundamental poder separarlo, que son todas las entrevistas que concede Lorca en su estancia en Buenos Aires y en Montevideo, y esto ocupa desde octubre de 1933 hasta febrero de 1934, creo recordar. Después, hay una tercera parte que es ya cuando él vuelve de América y ocupa todo el año 1934 hasta la última entrevista que ve la luz pública en El Sol en junio de 1936, muy poco antes de su muerte. La última parte se ha dedicado a recuperar esas entrevistas y, sobre todo, esas declaraciones de amigos muy cercanos que son confesiones un poco especiales que hizo el propio Lorca. Se abre con una entrevista de Antonio Otero Seco, que se publica en 1937, pero es realmente la última entrevista que concede García Lorca un poco antes de regresar a Granada, y se han añadido una serie de declaraciones que pensamos que son muy interesantes. Y se cierra en 1977 con un texto de Rafael Martínez Nadal que nos parecía que era importante porque, aunque lo ponía a manera de prólogo, realmente es un buen epílogo porque es justamente en el momento en que Lorca está subiendo al tren para regresar a su ciudad natal, a Granada, y lo hemos dejado ahí [en ese lugar].
V.F.: La única condición es que fueran textos y declaraciones en prensa, porque los amigos de Lorca después de su muerte —Alberti en sus memorias, Morla Lynch, en el libro que hace el propio Cernuda, etc.— hacen muchos textos, pero que son para libros (rara vez son para periódicos o para revistas). Nosotros nos hemos basado en la cosa más bien periodística [en el ámbito periodístico], con la excepción, como decía Rafael, de Rafael Martínez Nadal que es uno de los amigos más íntimos de Lorca. Es más, se hace pasar por secretario después de la muerte de Lorca.
P.: Aparecen, en ocasiones, reproducidas imágenes de las publicaciones originales de las entrevistas, ¿se pensó en hacer una edición, en la cual apareciesen anexionados —por ejemplo, a modo de apéndice— las imágenes de los textos originales?
V.F.: El libro ya tiene seiscientas páginas; si pusiéramos todos los recortes… ¡Malpaso nos mata! Y ya el año pasado hicieron el libro gordo de Bob Dylan y este sería ya el libro gordo de Lorca. [risas] Lo que se ha hecho es poner una selección, y luego hay un aparato fotográfico en el libro que es bastante novedoso.
R.I.: Sí, porque hemos elegido las imágenes, las fotografías, a veces las más conocidas, pero no tan bien reproducidas, y otras veces se ha elegido alguna fotografía inédita, o alguna fotografía muy poco divulgada… También hay algunas imágenes de esa prensa, de esas declaraciones y esas entrevistas que algunas de ellas no se habían publicado nunca. Y una de las fotos que lo puede explicar es la propia foto de la portada que lo dice todo.
V.F.: Es una foto tomada en el edificio donde está la librería [Calle Alcalá, nº 96], que era la casa de Lorca; es una foto que se conocía partida, por la mitad. De hecho, si miras el catálogo del Reina Sofía, como fotos de Alfonso, aparece la foto, pero partida (le falta la otra mitad). Mirando en el fondo de Alfonso, que está en el Archivo de Administración de Alcalá de Henares, aparece un negativo; de hecho, ahí se ve el número del negativo, el celo… La foto, de alguna manera, es como una declaración de intenciones y queremos darlo todo íntegro.
R.I.: Es la segunda vez que se publica, que nosotros sepamos.
V.F.: Sí, se había publicado en un catálogo de Alfonso, muy pequeña [de tamaño].
R.I.: Es la primera vez que se le da importancia a esa fotografía.
V.F.: Bueno, de hecho, es que, además, la foto aparece cuando se publica la entrevista de Felipe Morales y luego Alfonso, después de la guerra, edita muchos de sus trabajos fotográficos y considera que quien vende es Lorca, no Lorca con Felipe Morales. Pasa lo mismo con una foto muy famosa de Machado que, por cierto, ha sido Rafael quien la ha recuperado ahora.
R.I.: En la prensa, cuando salió la entrevista, se publicó esta fotografía, pero después del año 1936 me parece a mí que, salvo en el catálogo que ha dicho Víctor, que se ve muy pequeña y no se le dio apenas importancia, es la primera vez que se reproduce con la importancia que realmente hay que darle y, sobre todo, porque está al lado de un periodista.
V.F.: De hecho, aquí [en Palabra de Lorca] reproducimos la fotografía acompañando la entrevista y tiene la cosa esa del voyeur que queremos ver cómo era la casa de Lorca y hay pequeños detalles; puedes ver hasta los platos de decoración que tenía en el salón. Aquí se reproduce íntegra; incluso hay un pequeño corte en el catálogo de Alfonso y esta es la primera vez que se reproduce de una vez por todas tal y como fue concebida.
P.: ¿Cuánto del personaje y cuánto del Lorca real se entrevé en las entrevistas?
R.I.: En las entrevistas el que aparece es el Lorca público: el Lorca poeta y, ante todo, el Lorca dramaturgo. Nosotros nos estamos enfrentando a este personaje que habla en primera persona y que habla de sus estrenos, de las reposiciones, de sus obras, de sus proyectos, de sus amigos de generación… Pero al ser entrevistas que él sabe que van a aparecer en prensa, no existen declaraciones a periodistas sobre su vida privada. Solamente hay un caso, el de Cipriano Rivas Cherif, que creo que publica en El Universal de México, donde Rivas afortunadamente en tres artículos —que es una continuación de tres días distintos— hace un recuerdo de Lorca; lo importante es que es una de las entrevistas o de las declaraciones más privadas y más íntimas de él, pero luego evidentemente él tenía que enfrentarse a la prensa, a la época y también a esos tiempos un poco revulsivos en los que le tocó vivir. Sobre todo, de lo que hablaba era de cosas que él no tuviera que comprometerse —lo principal era eso— como los estrenos, el grupo teatral La Barraca —que nace en 1932 y él llevó hasta 1935—… Lo que hay es una reflexión sobre su propia vida, sobre su propia obra, su trabajo y los proyectos.
V.F.: Él es muy cuidadoso con sus declaraciones. Hay una evolución en las entrevistas —yo creo que es más hacia los años treinta— cuando crece como escritor, hay también un cambio con respecto a sus declaraciones y esto va muy ligado al entrevistador: si el entrevistador es un amigo suyo o alguien con quien tiene mucha confianza, se abre más. De entrevistas de estrenos hay un montón y algunos preguntan «¿Qué tal trabajar con Margarita Xirgu?» y a todos, más o menos, siempre les responderá lo mismo. Lo que pasa es que cuando se encuentra a un Miguel Pérez Ferrero, un Luis Bagaría o a un Giménez Caballero, él se abre y va mojándose. Luego hay una entrevista que él concede a un diario de León, que se llama La Mañana, y es probablemente la entrevista donde se suelta un poco más y sospechamos que es porque habla con un periódico local y es consciente que esa entrevista no va a llegar a Madrid, no va a molestar a nadie, y empieza a criticar a Valle-Inclán, a Azorín, etcétera. Habla bien de Aleixandre, por ejemplo, que es el principal poeta que hay en España. Pero es un Lorca duro, es un Lorca combativo.
P.: En la introducción se pregunta hasta qué punto escuchamos la voz de Lorca en las entrevistas que él concede, ¿creéis que se puede apreciar “la voz” de Lorca en las entrevistas y declaraciones?
V.F.: Lo mismo se puede decir de si, a través de su poesía o de su teatro, se puede saber cómo es Lorca. En la poesía, en el teatro o en los dibujos, por ejemplo, se puede intuir. Aquí [en Palabra de Lorca] se puede intuir un Lorca, pero es un Lorca público.
P.: ¿Cómo creéis que era Federico García Lorca?
R.I.: No lo sé, no lo he pensado nunca. Pero date cuenta que él muere con 38 años y es muy joven; tiene mucho todavía de esa juventud, de esa pasión, de ese gusto de estar continuamente creando, continuamente produciendo. Y yo creo que, curiosamente sobre todo a partir de La Barraca, más de cara al pueblo, más de cara al público en general que era lo que le interesaba a él: que llegara su obra. En muchos aspectos, diría que lo veo incluso infantil con esa cosa de deslumbrar —porque realmente los amigos decían que era deslumbrante y yo creo que fue así—. No sé cómo sería él, porque es difícil saber, sobre todo, por parte de su vida privada, que él siempre fue tan remiso a hablar de estas cosas. La verdad es que nunca me lo he planteado.
V.F.: Aquí [en Palabra de Lorca] es incluso un Lorca alegre, divertido, que le gusta hablar, le gusta sorprender… Es el Lorca alegre que a todo el mundo le gustaba, el que Morla Lynch reivindica muchas veces. Pero, por ejemplo, Vicente Aleixandre decía que Lorca era capaz de toda la alegría del mundo, pero que también tenía un punto de tristeza. Y eso, en la única entrevista —que no es una entrevista ni son declaraciones que él haya dado para ser publicadas— es en la de Rivas Cherif: en ella, a Lorca lo ha dejado su pareja, Rafael Rodríguez Rapún, y está desesperado; Rivas Cherif, que estaba acostumbrado a verlo alegre y divertido, dice: «no, yo lo vi y estaba como medio loco, era distinto» y es un Lorca que es drama. No tiene nada que ver con la imagen festiva y alegre.
P.: Se dice que en una radio argentina recitó algunos poemas y que su voz estaría grabada. ¿Conocéis algo al respecto? ¿Sabéis si puede ser cierto y si existe la posibilidad de que algún día se recupere la voz del granadino?
V.F.: Ojalá apareciera. Lorca, por ejemplo, graba mucho en Argentina. Hace unos años Roberto Di Chiara decía que había encontrado la voz de Lorca. Yo lo llamé y le dije: «bueno, yo la quiero oír» y «no, no, estoy limpiando el disco donde sale…», y no apareció nada.
R.I.: Es verdad que los Lorquistas tienen esa esperanza siempre, de que algún día aparezca. Y puede aparecer en el sitio más insospechado, así que eso no lo sabremos nunca.
V.F.: Yo quiero creer que hay una grabación y que todavía hay un archivo en el que no hemos entrado. A lo mejor un día Rafael me llama y me dice: «¡No sabes lo que he encontrado! ¡Mira lo que ha aparecido!». Puede ser.
Cuando Tomás Navarro Tomás hace el archivo de la palabra —en el archivo está la voz de Juan Ramón, de Baroja… ¡Todos!—, a Lorca lo llaman para grabar. El día que va al estudio se encuentra la puerta medio abierta y piensa «¡Ah! Esto es que está cerrado y no me espera nadie» y estaba el estudio esperando para que entrara. Y ya no volvió.
R.I.: Y lo peor de la voz no es eso. Lo peor de todo es que, si se encuentra la voz, ¿quién puede reconocer la voz de él? Porque yo creo que ya no vive nadie que pueda reconocerla. Sobre todo, había una cosa en la voz de él que, cuando él recitaba —dicen, los que lo conocieron— que transformaba un poco la voz, es decir, no le salía ese acento de andaluz —porque él tenía un acento muy andaluz—, sabemos que tenía la voz grave… Sabemos algunos aspectos de su voz, porque lo han contado sus amigos, pero, claro, esperamos que algún día salga una voz que diga «Soy Federico García Lorca» para poder identificarlo.
V.F.: Exacto. Sabemos que el acento granadino no lo pierde nunca. Y me decía Pepín Bello que Lorca, además, reía con la ‘o’; a lo mejor aparece una grabación de él riendo y es «jo, jo, jo». Puede ser.