Tras el rotundo éxito de Unión por un Movimiento Popular (UMP) en las elecciones departamentales francesas, Nicolas Sarkozy se propone ahora aglutinar fuerzas de la derecha en un nuevo partido: Les Republicains. El ex presidente francés regresa al panorama político con paso firme, aprovechando el hundimiento socialista y eclipsando a la ultraderechista Marine Le Pen.
Nicolas Sarkozy ha vuelto. Para muchos realmente nunca se había ido. En noviembre de 2014, tras dos años retirado de la vida pública, volvía a la primera línea de la política francesa al ser elegido líder de la UMP por el 64,5% de los militantes. Pero es ahora cuando su nombre suena de nuevo con fuerza en Francia. “Sarko” regresa con el reto de reforzar la UMP y conseguir sumar apoyos entre los suyos para ser candidato a las elecciones presidenciales que tendrán lugar en 2017.
Algunas personas consideran la vuelta de Sarkozy como un intento honrado por salvar a Francia de la complicada situación económica que atraviesa. Otros, sin embargo, creen que el ex presidente ha resurgido aprovechado la ineficacia del Gobierno de François Hollande en el terreno económico, algo que allanaría el camino para recuperar la buena imagen de la UMP. Sea como fuera, lo cierto es que lejos quedan sus palabras afirmando que se convertiría en “un francés más” tras su derrota en las elecciones presidenciales en mayo de 2012. Ahora el ex presidente regresa para cerrar las heridas provocadas por el fracaso del pasado y, de paso, liderar la revancha política contra Hollande, convirtiéndola en una cuestión personal, en una necesidad de recuperar el prestigio para, en un futuro, salir del Gobierno por la puerta grande y con el honor de haber arreglado Francia. Y aquí vuelven las divisiones: unos lo ven como un gesto de grandeza; otros, como un incontenible impulso narcisista del ex presidente.
Lo cierto es que, de momento, Sarkozy tiene motivos para pensar que su partido puede desbancar a los socialistas del Gobierno de Francia: en las últimas elecciones departamentales, la coalición de centro-derecha liderada por el ex presidente consiguió 64 de los 101 departamentos franceses, 23 más de los que tenían antes de los comicios. Estos resultados frenan bruscamente el crecimiento que venía experimentando el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen –que no ha conseguido ningún departamento- y contrastan con el fuerte hundimiento de los socialistas franceses, que han reducido de 61 a 33 los departamentos en los que gobiernan. Sarkozy quiere aprovechar este impulso de su partido y volver a convertirlo en el más importante del país. De momento, la primera medida que ha tomado ha sido la de cambiar el nombre de la formación, que pasará a llamarse Les Republicains si así se aprueba en el congreso que la alianza conservadora celebrará el 30 de mayo. El ex mandatario francés ha explicado que el nombre de “Los Republicanos” hace referencia a los principios de la V República Francesa, con los cuales, según él, no se identifican los socialistas de hoy en día, ya que considera que “no son republicanos, son socialistas y nada más”.
Sin embargo, resulta llamativo que en las elecciones departamentales conservadores y socialistas se apoyaran mutuamente para frenar al Frente Nacional en defensa de esos mismos valores que rigen la República y bajo el denominador común de “frente republicano”. Esto demuestra que con el nombre de «Los Republicanos» Sarkozy no solo busca ganar la batalla a los socialistas, sino que además pretende mostrarse como la mejor opción para la estabilidad de la República francesa y convencer de la amenaza que supone para el sistema la ideología radical del Frente Nacional de Le Pen. El cambio de nombre de la UMP es, por tanto, mucho más que un acto simbólico o un lavado de cara: es la primera baza de Sarkozy en su camino de vuelta a la presidencia.
Pero el ex presidente no lo tendrá fácil para regresar al Elíseo. Debe enfrentarse a las fuertes divisiones internas en la formación, palpables en los resultados de las primarias de noviembre, en las que el 64,5% de apoyos recibidos por Sarkozy contrastan con el 85% de votos que le erigieron como presidente del partido en 2004. Además, el ex primer ministro francés Alain Juppé ha anunciado que se presentará a las primarias para ser candidato a la presidencia en 2017. Juppé, uno de los políticos mejor valorados por los franceses, puede ser un fuerte rival para Nicolas Sarkozy y la batalla por conseguir el apoyo de sus militantes puede hacer aún más profundas las diferencias internas.
Otro de los aspectos que debe tener en cuenta el ex presidente es el gran avance que ha tenido en el país el Frente Nacional. Pese a los síntomas de aparente debilitamiento en las departamentales, Sarkozy no debe olvidar que el partido de Le Pen se hizo con el 30% de los votos en esos comicios. Además, en las elecciones europeas de 2014 el partido de ultraderecha se convirtió en la primera fuerza política de Francia, y subestimar su capacidad de cara a las presidenciales sería un grave error. Marine Le Pen ha demostrado con creces que puede mostrarse como la alternativa al descontento de miles de franceses por la mala situación económica en el país y, en ese contexto de inestabilidad y con un partido socialista profundamente debilitado, una actitud megalómana por parte del líder conservador podría cavar su propia tumba y encumbrar a Le Pen a lo más alto del poder.
Nicolas Sarkozy tiene, por tanto, muchas batallas a las que hacer frente para poder salir victorioso en el enfrentamiento final. Debe medir cada uno de sus pasos y centrarse en los objetivos y retos actuales de su partido, pues fijar la mirada en ambiciosas metas futuras podría hacerle perder la gran oportunidad de convertirse en el ex presidente que volvió para quedarse.