Adulta funcional es el poemario de una poeta-ama de casa que tiende lavadoras, que se asegura de que su hija tenga un plato en la mesa y que piensa en facturas sin dejar que la precariedad amedrente a la Mujer de Fuego que la habita. Se trata de la tercera obra propia de Gloria Fortún (Madrid, 1977) editada por Dos Bigotes que nos adentra en el universo erótico y combativo de esta escritora que ha traducido a Audre Lorde y que está al frente de la comunidad creativa Escritoras Peligrosas.
Deslizando estas páginas entramos en ese territorio doméstico, en la cotidianidad de un cuerpo que desea, que va a terapia y que se estremece ante el paso del tiempo, pero que no renuncia a la pasión ni a la reivindicación. Desde Canción de la guerrera, donde invita a la lectora a que trace su propio camino poético, que «empieza en ti/ y acaba en los brazos del misterio», hasta la Invocación a la Mujer de Fuego («Escribo porque es revolucionario,/ porque es tomar el mando,/ porque es contar mi historia.»), esta colección de cuarenta y nueve poemas es un estallido de belleza.

Desde las calles de Madrid hasta la intimidad, estos poemas atraviesan el deseo y lo pasional, la escritura como resistencia y la precariedad de la vida autónoma en una ciudad que devora. Hablan del peso de las expectativas y de los cuerpos que desafían la norma, de la gordofobia, del amor entre mujeres, de la rebeldía necesaria para seguir habitando el mundo desde la desobediencia, sin pedir permiso. Aquí la vida se dice con metáforas; se dice con la piel, con la rabia, con la ternura y con el goce.
En este poemario, Gloria Fortún cabalga entre el amor, la ironía y la herida abierta. Es un libro que explora los márgenes como territorios propios: ser bollera, ser gorda, ser madre y ser hija, ser animal salvaje y ser cuerpo que se deja amar y desear. La gordura no es aquí una disculpa ni un motivo de redención; es un espacio de existencia plena («A mí no me ha jodido nada mi cuerpo./ A mí me lo ha dado todo mi cuerpo.») y maternar no es solo la entrega a la descendencia, sino también el duelo de ver envejecer a la madre propia: la carga y el amor entrelazados en el mismo gesto.
En estas páginas la identidad no es una etiqueta sino un campo de batalla donde el lenguaje se despliega con furia y dulzura, en el aullido de un pichón-niña loba que ha aprendido a volar a pesar de todo. Hay también pérdidas que no se nombran del todo pero que se sienten en los silencios que el poema deja abiertos para que los llenemos con nuestra propia historia. La autora desafía las narrativas impuestas sobre el amor, el deseo y la corporalidad con una voz que no teme ser frágil ni feroz, porque sabe que ambas cosas pueden encontrarse en un mismo cuerpo, en un mismo verso.
Este es un poemario para quienes aman con la boca llena de palabras, para quienes han perdido, deseado y sobrevivido. Un libro que es, en sí mismo, un acto de autoafirmación y de libertad; que grita y susurra, que abraza y muerde, que entiende que existir, a veces, es una lucha, pero también un placer inagotable.
Imagen destacada: Dos Bigotes