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El grito de las víctimas

La compañía El Martell ha estrenado su segundo espectáculo en la Sala Atrium de Barcelona, tras presentar a finales de la temporada pasada X-Y o La fidelitat dels cignes negres, dentro del ciclo de creación escénica DespertaLab como segundo premio de la beca homónima.

En esta ocasión, Laia Alsina Ferrer repite como directora y dramaturga con Ah! (Judit), una obra compuesta de fragmentos unitarios que tienen como nexo común la violencia en todas sus formas y a lo largo de todos los tiempos. En la hora y pico de función pasan por el escenario anarquistas condenados a muerte, mujeres lapidadas, secuestradores circunstanciales, y decenas de otros personajes… todos víctimas del poder que ejercen otros sobre ellos. Un poder que les violenta y les viola, un poder que cambia de manos pero no de forma a lo largo de los siglos. Alsina construye un collage con esta violencia en distintas escenas breves, de estéticas varias, con una poética particular y reconocible.

La velocidad con que se suceden tanto las escenas como los cambios de luz, diseño de Ruben Taltavull, imprimen a la pieza un ritmo frenético, que se sostiene también por el trabajo de los intérpretes. Josep Sobrevals, Martí Salvat y Cristina Arenas son los actores en escena, los encargados de dar cuerpo a un texto en el que lo de menos son los personajes, sino el mensaje general que se desprende. Un mensaje tan concentrado, enviado desde tantas voces, que puede llegar a apabullar.

Como viene siendo habitual en los montajes de El Martell, el teatro de texto se combina en todo momento con el gestual. Alsina apuesta por una propuesta muy física, en la que las acciones se superponen con las palabras, creando en ocasiones imágenes muy sugerentes por contraste, mientras que en otras lo son por lo armonioso de la combinación. Los tres actores se entregan a esa danza entre cuerpo y palabra con intensidad, jugando con los cambios que suponen las diferentes escenas.

La función contiene un falso final que, no obstante, funcionaría a la perfección como tal por el tono elevado con el que se cierra esa escena. Sin embargo, la autora utiliza como cierre un recurso de estructura inversa para completar algunas de las escenas vistas con anterioridad, que también resulta inteligente y efectivo. Y, por supuesto, no podía faltar el grito que da título a la obra, el grito de protesta, el grito de hastío, el grito de miedo, el grito de rabia,… el grito contra aquello que nos subyuga, contra la violencia cotidiana, contra el poder opresor.

Ah! (Judit) ha podido verse en la Sala Atrium hasta el 23 de abril.

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