Galaxia Gutenberg publica una recopilación de «autobiografías inesperadas» en las que veintiún profesores estadounidenses, prestigiosos hispanistas en sus respectivas áreas, escriben por qué decidieron dedicar su vida académica a los estudios hispánicos.
La iniciativa, surgida de una pregunta formulada por Anna Caballé Masforroll (“¿Por qué España?”), tuvo una respuesta claramente positiva, como se puede apreciar en este voluminoso libro de más de seiscientas cincuenta páginas. La pregunta, enfocada más hacia los estudios autobiográficos e intrahistóricos que filológicos, pretendía no tanto solicitar capítulos curriculares académicos como semblanzas personales de los motivos y circunstancias por las que estos profesores acabaron finalmente dedicándose a lo español. Y así encontramos relatos tan personales que, en algunos casos, como el de Edward H. Friedman, se nos indica cuánto pesó al nacer o cómo pasaron la infancia, así como cuáles fueron las lecturas que les marcaron o determinaron estudiar algún aspecto de la lengua o literatura hispánica.
Hacer un repaso por el hispanismo norteamericano supondría necesariamente la consideración previa del hispanismo británico, de aquellos grandes historiadores anglosajones a los que tanto debemos en materia de estudios históricos y biográficos, o del hispanismo hispanoamericano, que ha ofrecido también destacados lingüistas y filólogos con los que se ha enriquecido tanto el estudio gramatical del español. Estos, sin embargo, no son mencionados aquí. El volumen reseñado se centra, concretamente, en el auge de los estudios hispánicos en Estados Unidos desde los años setenta, cuando estudiar la lengua y literatura españolas estaba aún en clara inferioridad frente a la demanda de los estudios franceses, por ejemplo. Sin embargo, hasta la actualidad mucho ha cambiado: es innegable la pujanza (demográfica, social, política, económica y académica) que ha adquirido el español como lengua en los Estados Unidos, y la creación de cátedras sobre estudios hispánicos —con especial énfasis hacia lo hispanoamericano, en muchos casos— es muestra significativa de ello (se alude a «nada menos que 1041 departamentos universitarios con enseñanzas hispánicas en todo el país»).
Este libro recoge veintiuna biografías, pero bien podrían haber sido más, o de otras personas, por lo que no debería considerarse un volumen cerrado. Se incluyen las de Frederick de Armas (University of Chicago), William R. Blue (Pennsylvania State University), Anthony J. Cascardi (UC Berkeley), Lou Charnon-Deutsch (SUNY New York), Michael Gerli (University of Virginia), David T. Gies (University of Virginia y presidente de la Asociación Internacional de Hispanistas, AIH), Steve Hutchinson (University of Wisconsin-Madison), Susan Kirkpatrick (UC San Diego) y Randolph D. Pope (University of Virginia, coeditor del volumen), entre otras. El criterio de selección no queda totalmente claro: se enviaron invitaciones y es probable que no todos respondieran. Esto podría explicar la ausencia de grandes nombres que se echan en falta, pero, como señalan los editores, no se trata de hacer un ensayo histórico sobre el desarrollo de los estudios hispánicos en Estados Unidos, sino de desentrañar las «claves personales de una vocación compartida» a través de breves autobiografías en las que los propios protagonistas dieran «cuenta de cómo surgió su dedicación a la cultura española, enmarcándola en su vida personal y los avatares de su propia trayectoria académica». Leyéndolas, uno se da cuenta de que en ocasiones fue el puro azar; otras veces, la honda impresión dejada por maestros previos (como los profesores españoles huidos durante la Guerra Civil, entre los cuales Américo Castro) o una voluntad perfectamente dirigida hacia ello.
La mayor parte de los hispanistas aquí recogidos se han centrado en estudiar la literatura española del Siglo de Oro y más concretamente su teatro; bajo el estímulo de la «novedad» del sistema universitario estadounidense, han surgido nuevos enfoques que han permitido ver nuestra literatura no tan vinculada al texto, sino bajo otros prismas: por ejemplo, el estudio de la mujer en el teatro del Siglo de Oro (Frederick de Armas) o del feminismo en la del siglo xix (Lou Charnon), o las emociones y afectos y la significación del cuerpo; pero recordemos aquí también el estudio de obras medievales en el Seminario de Madison durante los años 80 y los estudios de crítica textual.
En resumen, mucho han contribuido los hispanistas estadounidenses al conocimiento que los propios peninsulares e hispanoamericanos tenemos de nuestra lengua, literatura y cultura hispánicas (incluyendo la catalana, gallega y vasca, también presentes en muchos departamentos): desde sus metodologías interdisciplinarias, a sus estudios de género y culturales transversales sobre literatura y cine o televisión. Precisamente porque aún quedan retos y desafíos para el hispanismo en el siglo XXI es interesante la publicación de esta obra, que es un precioso documento sobre las causas que motivaron a determinadas personas a dedicarse a estas tareas en los últimos treinta-cuarenta años. El que ellos mismos pongan voz a su trayectoria hace que podamos conocer de forma mucho más directa, detallada y personal esta intrahistoria (aunque todas las autobiografías tienen sus luces y sus sombras, que el que escribe puede o no intentar cubrir).
En tanto, desde esta otra orilla, tal y como se mencionó en la presentación de este libro en el Instituto Cervantes de Madrid, no deja de ser llamativo que este auge no se vea acompañado del mismo impulso en España, donde más bien podría hablarse de «hispanismo sin España»; algo notorio más especialmente en estos tiempos, en que los estudios de letras y filologías están siendo cada vez más reducidos y la diáspora está dejando las aulas españolas sin alumnos y sin plazas a los profesores. Ante esto también sería válida la pregunta que se formulan los editores: «¿Por qué España?», aunque, aquí, la respuesta, sin duda, sería muy distinta.