Antes de que el titular o esta llamativa portada pueda llevar a errores, debo aclarar que este ensayo no pretende mirar las historias de asesinato desde el morbo ni la condena ni, mucho menos, la celebración de la violencia ejercida por las mujeres. Alia Trabucco Zerán, autora revelación de la literatura latinoamericana y finalista del Man Booker Prizer, presenta en las Las homicidas (editorial Lumen) el resultado de años de investigación sobre los casos de cuatro mujeres chilenas juzgadas por homicidio a lo largo del siglo XX.
Provocador, inquietante, profundo y certero, este libro no se centra tanto en las motivicaciones de Corina Rojas, Rosa Faúndez, María Carolina Geel y María Teresa Alfaro, como en la recepción que la sociedad tuvo de sus crímenes en momentos históricos distintos. Trabucco Zerán, a través de los documentos judiciales, los recortes de prensa y las producciones culturales sobre estos cuatro casos, muestra las reacciones del sistema establecido contra quienes transgredieron de manera violenta el espacio doméstico y el rol pasivo asumido.
«Examinar sus expedientes y las obras que inspiraron no es una mera indiscreción, sino una de las formas más claras de ver en acción las leyes que regulan la feminidad y que prescriben qué espacios podemos ocupar y cuáles no, qué se puede decir y qué palabras son indecibles, qué emociones aceptables y cuáles inaceptables».
El orden cronológico que elige la autora para contarnos las historias de estas cuatro mujeres es perfecto para entender la evolución de los movimientos feministas y cómo estos fueron cambiando el rol de mujer. La propia autora explica que, curiosamente cada uno de estos casos que escandalizaron a la opinión pública se produjeron en momentos patentes de avances del feminismo en la historia de Chile. El miedo a una liberación violenta de las identidades femeninas se hace patente en los distintos documentos recuperados por Alia Trabucco Zerán.
Así entre la primera homicida, Corina Rojas, en 1916 y la cuarta, María Teresa Alfaro, en 1963, el asesinato incomodó al sistema por diferentes razones y este respondió adaptado a sus creencias. Desde el deshonor masculino y la conversión de lo femenino en algo monstruoso hasta las diferencias de clases entre mujeres que pudieron acceder al espacio público a expensas de relegar a otras al espacio doméstico, pasando por la liberación de la mujer independiente o la figura de la femme fatale, la lectora se adentrará en los mecanismos discursivos del sistema que intenta desesperadamente mantener el statu quo.
No puedo terminar esta reseña sin determe en una de las personajes de estas historias, una mujer cuya personalidad inquieta y seduce por igual. Estoy hablando del tercer caso contado en Las homicidas, una relato que entra casi en lo metaliterario, el homicidio cometido por María Carolina Geel. Es este un crimen perpetrado en un espacio público por una mujer independiente, culta, escritora y admiradora de la también asesina y escribiente María Luisa Bombal; un crimen en cuya defensa se personó la mismísima Nobel de Literatura Gabriel Mistral. Fue Carolina Geel una mujer que nunca dejó que nadie hablara por ella y que usó su voz para escribir el libro Cárcel de mujeres basado en sus experiencias carcelarias y que escandalizó a los ávidos lectores chilenos.
«El feminismo se había tomado el debato público la década anterior y María Carolina Geel, una mujer trabajadora, separada, escritora y, para colmo, violenta, simbolizó los más profundos temores de lo que la emancipación femenina podía engendrar en el país: mujeres con armas». Carolina Geel era «[…] la encarnación misma del temor masculino a una sexualidad femenina fuera de control».
P.D.: Espero con ansia que alguna editorial decida publicar Cárcel de mujeres.