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Letras femeninas: textos que nos conforman y nos deforman

Zenobia Camprubí
Zenobia Camprubí

A nadie se le escapa que autoras de la Generación del 27 como Zenobia Camprubí o María Teresa León son más conocidas por ser las esposas de Juan Ramón Jiménez y Rafael Alberti, respectivamente, que por su propia obra literaria. Frente a esto, y dado el gran reconocimiento que las obras de ambas mujeres ostentan, quedaría preguntarse cuál es el motivo de que su trayectoria literaria no sea, ni de lejos, tan conocida y alabada como la de sus cónyuges. Y es que tradicionalmente, el mundo de la literatura, como muchos otros mundos, es un mundo de hombres, y las mujeres que se adentran en él parten de base con desventaja.

Con su conferencia titulada Textos que nos conforman y nos deforman. Feminismo y crítica literaria Daniele Cerrato, investigador en la Universidad de Sevilla sobre la producción literaria de escritoras italianas en la Querella de las mujeres, se propuso ayer hacernos reflexionar sobre el papel que ha jugado y juega la mujer en la literatura, así como sobre los motivos por los que tradicionalmente se ha ignorado la creación literaria de la mujer.

El feminismo en la Edad Media
Daniele Cerrato se dedica al estudio de las escritoras en la Querella de las mujeres, es decir, en ese tiempo en el que se debatió incansablemente sobre la diferencia sexual, tratando de demostrar la inferioridad natural de las mujeres frente a sus compañeros hombres. Este debate se dio en toda Europa durante parte de la Edad Media y toda la Edad Moderna, y con él se pretendía establecer definitivamente el valor femenino y el masculino, así como el lugar que la mujer y el hombre debían ocupar en el orden social.

Al contrario de lo que podría parecer, muchas mujeres reivindicaban una posición más igualitaria desde los siglos XIII y XIV mientras este debate tenía lugar, y la literatura era un arma muy potente para ello. Aun así, Daniele Cerrato explicó que estas autoras de la Edad Media están muy poco estudiadas, tanto por la crítica tradicional como por la crítica feminista. A estas autoras se llegó a través de citas que otros autores posteriores habían recogido de los trabajos de estas mujeres, pero este descubrimiento se puso en duda a lo largo de los siglos. «Cuando se descubre a autores masculinos se habla de excelencia, pero al descubrir a estas autoras se duda completamente de su existencia», resumía el investigador.

«De alguna manera [estas autoras] intentan poner en evidencia cómo la mujer tiene la misma calidad que los hombres en los mismos espacios, y un poco se podría decir que los desafía», opinaba Cerrato. Así, Leonora Della Genga, escritora italiana nacida en torno a 1360, escribe: «Callad hombres, y no digáis que la Naturaleza/ solo en hacer hombres se entretenga/ Y para formar a las mujeres no tome/ Sino con desgana algún cuidado», asegurando que hombres y mujeres tienen las mismas capacidades.

La supervivencia literaria

Mercedes Arriaga, presentadora de la conferencia
Mercedes Arriaga, presentadora de la conferencia

«A lo largo de la historia la escritora ha intentado utilizar algunas estrategias para sobrevivir en el ámbito literario«, explicaba Cerrato, «un ejemplo de esto es la utilización de aquellos géneros considerados menores». Estos géneros menores se utilizarían para no levantar ampollas entre los hombres, que desde la Edad Media consideraban que la creación literaria y la racionalidad que supone el hecho de escribir estaban reservadas al género masculino. En cambio, los escritos sentimentales se han relacionado habitualmente con la figura de la mujer, por lo que «los géneros que comienzan a utilizar las mujeres son el epistolario y los diarios, géneros que están relacionados con la vida privada, que en un principio se entiende que no van a ser publicados», afirmaba Mercedes Arriaga, catedrática de filologías integradas y presentadora del acto. Es así como se produce una partición entre el espacio público, que van a ocupar los hombres, y el espacio privado, que estará destinado a la mujer.

Siguiendo esta lógica de los escritos sentimentales, muchas mujeres van a cultivar la poesía. Con el Romanticismo español, en la época del reinado de Isabel II se va a producir un estallido de trabajos poéticos de muy diferente calidad y firmados por mujeres, que darán lugar a la división entre las figuras de la poeta y la poetisa. Todas aquellas escritoras que la crítica considere sobrias, emocionales pero controladas y no excesivamente sentimentales, serán consideradas poetas, al producir escritos similares a los masculinos. Por el contrario, las autoras más sentimentales serán denominadas poetisas, en un intento de desacreditar su trabajo. «Lo divertido es que cuando en el Romanticismo se quería insultar a un poeta porque fuera muy malo se le llamaba poetiso», explicaba riendo Arriaga, «es decir, es un hombre que escribe poesía tan mal que lo hace como una mujer».

Otra de las estrategias que las mujeres han utilizado para continuar en el campo literario es la utilización de un seudónimo. Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) o Caterina Albert i Paradís (Víctor Catalá) son dos ejemplos conocidos de mujeres que publicaron sus escritos con el nombre de un varón, pero muchas otras cambiaron su nombre para no ser reconocidas como escritoras.

Aquellas olvidadas
En este sentido, lo que se propone desde la crítica feminista es analizar esta marginación en la que se encuentra la literatura escrita por mujeres, para así poner en discusión el propio canon literario, que permite que se relacionen los buenos escritos únicamente con aquellos que han escrito los hombres.

Esta relación de buena literatura/literatura escrita por hombres no sólo aparta a las mujeres escritoras de jugar un papel en el mundo de las letras y de la creación estética, sino que también ha provocado la deformación de la idea que existe sobre la mujer. «Existe una misoginia que trata de promover una serie de estereotipos en torno a la mujer, lo que ayuda a promover el poder simbólico masculino«, contaba el investigador.

El hecho de que ya en la Edad Media existiesen autoras que se cuestionasen, a través de la literatura, el poder hegemónico del hombre resulta cuando menos interesante. La investigación de los trabajos de estas autoras permitiría reconstruir una línea de escritura femenina a través de los siglos y crear, a su vez, una genealogía de mujeres escritoras que, por fin, estarían siendo valoradas por la calidad de sus escritos.

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