Medios de comunicación y política es una temática que se ha prestado a numerosos estudios desde disciplinas diversas con especial hincapié en el papel de los medios en la política, la gobernabilidad o la democracia. ¿Cuál es el papel del periodismo en los denominados gobiernos populistas de América Latina? ¿Estamos haciendo referencia a una censura encubierta o, a la más firme garantía de la libertad de expresión?
En la primera década del siglo XXI se incorpora en la agenda política “la democratización de los medios”, llevando a cabo, finalmente, una iniciativa legislativa en materia comunicacional que generó múltiples debates. Cristina Fernández y Rafael Correa utilizaron en su discurso la “democratización de los medios” como un reclamo histórico -donde lo coyuntural se tornó en un problema de carácter estructural-, una tarea pendiente en la consolidación de la democracia que, según los mandatarios, compete al Estado en su rol mediador y regulador.
Uno de los objetivos que persigue la ley en los populismos contemporáneos es restringir las prácticas monopolísticas del panorama mediático estableciendo cuotas de mercado y prohibiendo, a su vez, el control de un determinado número de licencias en la misma área geográfica. Entre los principales opositores a la ley se encuentran los grandes medios de comunicación y los propietarios hegemónicos con capitales nacionales e internacionales, así como los principales actores de la oposición (especialmente en el caso de Ecuador), quienes han mantenido un conflicto directo con los presidentes en cuestión, Cristina Fernández de Kirchner y Rafael Correa.
En los últimos años se han llevado a cabo numerosos estudios de caso sobre Argentina y Ecuador por la ley de medios. En general, los trabajos existentes se prestan a enfoques condicionados por un juicio de valor que encuadra populismo en su denominación peyorativa -enfoque del que me alejo-. Por ejemplo, Pablo Sirvén (2011) se preguntó en una nueva edición de Peronismo y medios cuál era la política de fondo que en materia de comunicación aplica el peronismo a lo largo del tiempo. Otros autores -Silvio Waisbord (2014); De Moraes (2011)- han realizado trabajos sobre los nuevos modos de intervención estatal de los Gobiernos populistas, decantándose por un debate sobre regulación, haciendo mayor énfasis en la economía política y otras cuestiones también relevantes.
La confrontación mantenida en la última década podría remontarse a lo que se inició en la mitad del siglo XX con los populismos que denominamos clásicos, donde los casos de Perón (Argentina) y Velasco Ibarra (Ecuador) resultan representativos en una perspectiva histórica que nos ayudaría a entender cuál fue la relación con la prensa, a la que calificaron de corrupta o contraria a los intereses del pueblo, y la que debía estar al servicio del mismo.
Las iniciativas gubernamentales actuales y la participación de movimientos sociales en las mismas hace cuestionar el rol de los medios de comunicación, que se constituyen en el discurso que los líderes evocan como “antipueblo”, a la vez que son percibidos de forma crítica por el público. Esta visión clásica de los medios, presentados en la lucha política como voceros del capitalismo donde el poder pertenece a los monopolios, constituye un campo social antagónico presente en los populismos contemporáneos.
El populismo, que no es otra cosa que la contraposición pueblo-oligarquía (siguiendo al teórico Ernesto Laclau), entiende que es el propio Estado el que debe resolver el problema de una comunicación no democrática que obstruye los intereses nacionales. ¿Qué ocurre en España para pensar que Podemos quiere censurar a la ciudadanía, a los medios de comunicación? Hemos asistido al deterioro de una cadena pública, al despido de periodistas que mantenían una línea ideológica opuesta al partido gobernante. Pero, ¿es ahora cuando hablamos de censura?
Fotografía: Alba Ferrera