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Tratar de sobrevivir en una pecera

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Fuente: Versus Teatre

Cuatro informáticos y su jefe comparten el sótano del edificio de la empresa para la que trabajan. Ese reducido espacio no sólo concentra sus escritorios, sus ordenadores de sobremesa, los servidores, el cableado, piezas informáticas que reparar,… sino también sus personalidades, sus rivalidades, sus desconfianzas y sus antipatías. Mientras todo funciona con cierta normalidad, la situación se sostiene por inercia. Pero cuando el jefe les anuncia que van a cerrar el departamento de informática, del cual se hará cargo una empresa externa, y van a despedirles a todos, ese caldo de cultivo entra en ebullición y los cinco se verán arrollados por su instinto irracional de supervivencia, que les empujará a situaciones extremas.

El dramaturgo catalán Toni Cabré, autor de la obra, ganó en 1999 el premio Ciutat d’Alcoi de teatro con el texto L’efecte 2000. Más de quince años después, lo ha actualizado y rebautizado en este La peixera y lo estrena por primera vez a nivel profesional en el Versus Teatre de Barcelona, con producción de la propia sala.

La dirección la lleva a cabo Òscar Molina, quien también interpreta al jefe del departamento informático. El resto del elenco lo conforman Joan Bentallé, Miquel Sitjar, Jaume Casals y Pep Papell. Todos dan vida a personajes redondos, con sus matices y particularidades que el director ha sabido destacar y que, si bien en la mayoría quedan perfectamente integradas y el personaje resulta verosímil, alguno de los intérpretes se ve un tanto forzado en determinados momentos. Todos cuentan, no obstante, con su momento de lucimiento, su punto álgido dentro del caos en el que va desembocando este thriller teatral y que termina por descomponerles a todos, incluido el escenario. Salvo alguna decisión de dirección un tanto efectista, pero en la línea del género, la propuesta escénica convence al público, que sigue con interés la hora y media de función.

El espacio, obra del director junto a Jofre Blesa, resulta de un realismo cuidado, salvo por la pared de vidrio del despacho, la que da título a la obra, recreada con una gruesa línea en el suelo y que se nos presenta al inicio a través de un efecto sonoro. Todo el atrezo, no obstante, reproduce con detalle ese sótano claustrofóbico en el que se encierran a trabajar con sus fantasmas, y el espacio de la propia sala queda perfectamente aprovechado. Es un gran acierto sacar partido a las escaleras: el lugar se vuelve todavía más real, más sombrío, más soterrado aún. También la música, interpretada ad hoc por Malacara & Wilson Band, ofrece unas interesantes transiciones que se complementan con el juego de luces, diseño de Daniel Gener.

La peixera pone en escena una situación tan actual o más ahora y en los últimos años que cuando Cabré la escribió originalmente. Que los acontecimientos se precipiten y los actos de sus protagonistas terminen por tener consecuencias insospechadas, con tintes dramáticos y violentos, contribuye a una tensión que convierte la obra en algo más que una denuncia del mercado laboral, la competitividad desleal que fomenta y, en definitiva, el egoísmo humano. La obra seguirá en cartel hasta finales de mayo.

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Fuente: Versus Teatre

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