Una semana después los espectadores continúan teorizando sobre el episodio final de la primera temporada y las posibles tramas de la próxima. Una serie tan comentada como en su día lo fue Lost y con un club de fans tan frenéticos que incluso colapsaron la website de HBO.
Estoy contenta, por fin he visto la finale de True Detective. Ha sido duro, me he pasado media semana evitando los spoilers y ahuyentando la tentación de autospoilearme. Por fin vencí a la curiosidad, o al menos un poco, y he disfrutado del final con una mezcla de angustia y placer: angustia por lo desagradable de la historia y placer por ver una vez más a Mathew McCounaughey y Woody Harrelson (adoro a este tío) en la pantalla. He de confesaros algo: me alegran las temporadas autconclusivas. Y otra confesión: amo y odio a Mathew a partes iguales. En un principio me enfrenté a True Detective con más escepticismo que pasión. Vi el piloto como quién lee uno de esos cuentos que hay en los trenes del metro de Madrid, para pasar el rato. Me quejé de los dos primeros capítulos: “¿Qué es esto?”, me preguntaba constantemente. Y alguien me dijo: “dale tiempo”. Y se lo di.
En el fondo, el Caso, me interesa poco. Es más, diría que no es importante, o sí, pero no por el hecho en sí, sino por todo lo que hay detrás: corrupción, religión, mística, miedo. En cierto modo, la misma historia de siempre: policías al margen de la Ley, investigan un caso que va más allá de las apariencias y en el que parece estar involucrado gente con mucho poder. Y sin embargo, repito, no es más que una excusa para mostrarnos la unión de dos hombres tan diferentes como iguales: los policías Hart y Rust, uno un hombre de familia, casado y con hijas, y alguna que otra amante; el otro, un hombre algo asocial, introvertido y con una visión propia de la vida y la justicia.
¿Por qué True Detective? Por todo el rollo de la doble moral: una cosa es lo que decimos y otra lo que hacemos. Es bien sabido todo lo conlleva el fanatismo religioso y los creadores y guionistas de True Detective han sabido sacarle el máximo partido. El Caso, todo lo que hay en él, es lo mismo que lo que llevan consigo las personalidades de Hart y Rust. Hart es un hombre que dice amar a su mujer, pero la engaña. Y Rust vive atrapado en su propia miseria: drogas, alcohol y la muerte. Uno es un vividor, ama y disfruta de la vida; el otro simplemente lucha con la vida.
De True Detective quedarán los personajes protagonistas, una construcción excelente con unos diálogos trascendentales, más allá de la vida y la muerte, más allá del tiempo, más allá de lo divino y eterno. Una perspectiva de la sociedad como solo se atreven algunas series norteamericanas – aquí en España no nos permitirían tal cosa-. Y reflexiono: ¿Por qué les ha dado a estos norteamericanos por tratar el paganismo en sus series? Y pienso: al fin de cuentas Norteamérica se formó con gente de tantas culturas y religiones que es normal que haya quedado rezagado ese misticismo subyugante en las poblaciones marginadas del inmenso país estadounidense. Y es que huelleros, la religión y el paganismo son una auténtica fuente de inspiración para todo contador de historias.
Louisiana, que bella es Louisiana y que inquietantes son los rostros y paisajes del sur. Una fotografía tan hermosa como repugnante en muchos momentos. Y una banda sonora muy de los de allí, de los del sur. Para mí, True Detective va a llegar lejos, y me atrevo que pueda a ser una serie de culto al estilo The Wire o la vieja Six Feet Under. Quién sabe.
Lo mejor: Sus personajes protagonistas y el giro que dan en el capítulo 7. El atractivo de Woody Harrelson y de Mathew con melena. Los colores de la serie.
Lo peor: Lo perverso del Caso. La resolución tan rápida del conflicto. ¿Tuvo algo que ver el Caso con la hija mayor de Hart?
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Fotografías tomadas de https://www.facebook.com/TrueDetective/photos_stream
Vídeo tomado de Youtube:
