Que no, que no me muero, el cómic de María Hernández Martí y el ilustrador Javi de Castro, publicado esta primavera por Modernito Books, nos plantea varias situaciones en las que se encuentra Lupe, la protagonista, en su día a día desde que le diagnosticaron un cáncer de mama. Y lo hace no con una visión pesimista de la enfermedad, ni tendiente al melodrama lacrimógeno como se tratan en ocasiones estos temas, sino desde una cotidianidad que no oculta la seriedad del problema y las numerosas situaciones dolorosas e incómodas que comporta, pero que, a la vez, ofrece una manera de enfrentarse a la vida y al devenir con valor y criticismo.
La obra se estructura en capítulos breves, titulados por orden alfabético (“Árbol”, “Ballena”, “Cirugía”,…), en los que se ilustran episodios de los que vive Lupe. Sus miedos y los de los suyos; sus visitas clínicas y las pruebas a las que debe someterse; las recomendaciones de familiares, amigos y conocidos, donde está siempre presente la remolacha; los paseos al parque con su adorable perra Termita y los parroquianos allí presentes; los efectos secundarios de la enfermedad y los cambios en su cuerpo; las conversaciones con “el señor muy alto y muy serio”, su pareja; su recuperación, su fe en la vida, su recordar a quienes la dan por muerta que no, que no se muere, y que “si me muero no es el fin del mundo”.
Porque Lupe, quien cuenta sus anécdotas en primera persona, se nos presenta como una mujer sincera, sin pelos en la lengua, que afronta de cara su situación y trata de vivirla con la mayor dignidad posible, pero sin esconder las miserias que combatir un cáncer comporta. Y logra que incluso sonrías o te rías ante alguna de sus situaciones, a pesar de tratarse de un tema tan delicado y tan cercano a la gran mayoría de la gente −¿quién no conoce algún caso próximo?− como esta enfermedad.
La edición no escatima en color: en cada capítulo predomina una gama cromática distinta, cosa que hace que el libro tenga mucho colorido. El trazo, además, es sencillo y expresivo y los personajes son reconocibles en cada capítulo en los que aparecen. La brevedad y concreción de los capítulos, y el formato del libro, casi cuadrado y agradable al tacto por el grosor del papel, hace que las más de 160 páginas que lo componen se lean de manera ágil.
Por todo ello, puede ser un cómic muy recomendable para todo tipo de lector, incluso los que comparten con la protagonista su enfermedad, porque seguro que lo leen de manera cómplice, reconociendo en las de ella muchas situaciones que han vivido como propias. Nunca está de más otro testimonio que ratifique que, sea cual sea la gravedad de la situación, no estamos solos ante el peligro y otros han pasado o están pasando por lo mismo. Y en este caso sí que no se aplicaría el refrán aquel de que mal de muchos…, ¡aunque Lupe lo soltaría sin tapujos!