
El mundo que forjamos de N. K. Jemisin, publicada por Nova,es la última entrega de la bilogía Las Ciudades Grandiosas. Lorca escribió en Poeta en Nueva York: “Yo denuncio a toda la gente/que ignora la otra mitad,/la mitad irredimible/que levanta sus montes de cemento/donde laten los corazones/de los animalitos que se olvidan/y donde caeremos todos/en la última fiesta de los taladros”. Esta acusación podría ser el resumen del conflicto al cual se enfrentan los avatares de La Gran Manzana.
La calma relativa que consiguieron los protagonistas en La ciudad que nos unió se ve alterada por los comicios a la alcaldía de Nueva York. El fascismo está en auge y el candidato de este movimiento está consiguiendo que su discurso de odio y ultranacionalista cale entre diferentes estratos de la Gran Manzana. Por ello, la composición del Bronx, Manhattan, Brooklyn, Queens y Staten Islan y de la propia urbe está permutando. Estos cambios obedecen a algo más grande que a la Mujer de Blanco, se trata del Enemigo, alguien con la habilidad y la astucia para crear un efecto dominó para destruir Nueva York y el mundo tal y como lo conocemos.
En El mundo que forjamos plantea el auge del fascismo en una ciudad con un candidato que se parece mucho al actual presidente de este país, pues su modus operandi político es el mismo: el odio lanzado hacia el otro —personas racializadas, migrantes, queers, neurodivergentes, con discapacidad…—. En este punto la lectura se me ha hecho interesante, porque resulta muy sencillo trazar los paralelismos de nuestra realidad y la de este mundo. Incluso a veces parece que se queda corto. En los agradecimientos la autora dice: “Que el mundo real avanza más rápido que la ficción” y eso le obligó a replantear los sucesos del libro. Es algo curioso e interesante para la comprensión de la obra. Más allá de esto, es emocionante observar cómo la cultura, el arte, las relaciones interpersonales son la base de una ciudad erguida como una deidad. Sin perder de vista, cómo se muestra la influencia de las opiniones de los grandes grupos de presión —ricos, plataformas sociales conservadoras, empresarios…— pues también modifican la ciudad.
El mundo que forjamos se trata de una obra de ciencia ficción de esas que no te deja con un sabor agridulce en cuanto a la crítica social, pues la opresión se muestra en su transversalidad, se remarcan las políticas colonialistas persistentes o se indica cómo el género, por ejemplo, es un constructo social. El estilo de Jemisin —traducido al español por de David Tejera Expósito—, resulta dinámico, certero, por lo que consigue transportarte a la ciudad con sus emociones, sensaciones. La estructura y el ritmo son ágiles, pues mantiene la misma que la del primer libro. El desenlace parece ir a contrarritmo, pero, en cierto modo, también es coherente con el mensaje lanzado por los personajes. Para terminar, me gustaría recomendar la bilogía, porque Jemisin tiene una calidad literaria maravillosa.