
En James, escrito por Percival Everett y publicado por la editorial De Conatus, el autor se propone reimaginar un clásico de la literatura: Las aventuras de Huckleberry Finn, esta vez desde la perspectiva del esclavo Jim, quien en esta versión se llama James —nombre con el que él mismo se identifica y prefiere ser llamado—. Volvemos así a una historia ya conocida: la huida del joven Huck junto al esclavo por el río Misisipi, cada uno con sus propios motivos y con distintos perseguidores a sus espaldas.
Con esta obra, Everett completa aquellos fragmentos en los que los protagonistas se separaban y, por tanto, en los que la voz del esclavo había quedado silenciada. Pero esta no es la única diferencia. Descubrimos que James posee una riqueza interior y una cultura sorprendentemente refinada. Aficionado a la filosofía, creció devorando en secreto la biblioteca de su amo. Sin embargo, se ve obligado a fingir ser un simplón frente a los blancos, para no incomodarlos y mantener un perfil bajo que garantice su supervivencia. Aquí, el lenguaje adquiere un papel importante: los esclavos se comunican de forma diferente entre ellos que cuando están frente a los blancos, dando importancia además de a lo que se dice a cómo se dice.
En este contexto, nos encontramos con una historia típicamente estadounidense sobre la esclavitud, con escenas de una crudeza extrema. Los protagonistas se enfrentan a todo tipo de adversidades y se cruzan con personajes que representan diversas formas de esclavizar: algunas más sutiles, otras abiertamente crueles, pero todas igual de deshumanizantes. Este enfoque nos recuerda inevitablemente a otra obra impactante, El ferrocarril subterráneo (2016), del tremendo Colson Whitehead, donde también se despliega un catálogo de actitudes frente a la esclavitud, algunas más retorcidas que otras, dependiendo del Estado en el que se encontraba la protagonista, que de la misma manera que James, no deja de huir.
Desde el punto de vista literario, James destaca por una narrativa ágil que en ningún momento se vuelve pesada, y por la importancia especial que Everett otorga a los diálogos, siempre cargados de matices. El personaje principal está construido con una voz interior rica y compleja, y el autor profundiza en sus aspectos más inconscientes a través de la representación de sueños —un recurso que ya ha empleado en obras anteriores. Además, maneja con destreza distintos registros lingüísticos: el de los esclavos, el de los amos, el de los niños, entre otros, logrando que cada voz suene auténtica.
Cabe recordar que este tema atraviesa buena parte de la obra de Everett. Si dejamos de lado Dr. No (2022), una parodia de las novelas de espías al estilo Ian Fleming desde el punto de vista del villano, encontramos títulos como Los árboles (2021), donde aborda el supremacismo blanco con una ironía incómoda, a través de una historia en la que unos justicieros se vengan de antiguos linchamientos racistas. O Cancelado (2001), quizá su obra más conocida, en la que un escritor afroamericano solo consigue el éxito publicando de forma anónima novelas repletas de clichés sobre lo «negro», es decir, aquello que el lector prototípicamente americano espera leer. Esta última fue adaptada al cine bajo el título American Fiction, película nominada al Óscar a Mejor Película en 2024 y galardonada con el premio a Mejor Guion Adaptado (super recomendada).
Por todo lo comentado, no sorprende que la visión del clásico de Mark Twain —con su mirada naíf y edulcorada sobre la esclavitud, y su retrato del esclavo Jim como un personaje simplón— no terminara de convencer a Everett. Su respuesta no es la negación, sino una relectura atrevida: James no desprecia la obra de Twain, sino que la amplía, le añade una nueva complejidad y una sensibilidad distintas, todo ello respetando el material original con una inteligencia literaria admirable.
Y es que en esta huida encontramos la crudeza de lo que significaba ser un objeto, y la urgencia de escapar. Un detalle significativo es la manera en que los personajes “buenos” que aparecen en el camino —aquellos que ayudan o muestran compasión— desaparecen de la narración sin despedidas: algunos mueren, otros simplemente los perdemos de vista. No hay tiempo para el duelo, ni espacio para pausas. Esto le da un realismo brutal que subraya lo inevitable de la fuga. Porque, más allá de lo que les ocurra a los protagonistas o a quienes los acompañan, la huida lo eclipsa todo. La huida es lo único que hay.
En una época en la que muchos clásicos son cuestionados —o directamente cancelados— al ser leídos desde la sensibilidad actual, Percival Everett propone algo mucho más inteligente: en lugar de borrar, completa. En James no niega la obra original, la expande, la desafía y la enriquece con una mirada actualizada. El resultado es una verdadera reivindicación literaria que debe ser celebrada.