Las barcelonesas Sala Atrium y Nau Ivanow presentan en la primera el segundo ciclo de creación escénica DespertaLab. Creado el año pasado de la unión del ciclo Atrium Lab y la beca Desperta, DespertaLab busca promover e incentivar la creación escénica más emergente, y da a los artistas los medios para poder desarrollar y producir sus trabajos, y exhibirlos en una sala durante dos semanas. Como en el año anterior, se han premiado los tres mejores proyectos presentados, que son los que pueden verse desde el pasado 8 de junio y hasta el 24 de julio en la Sala Atrium.
El primero de los montajes en cartel, Dramaburg, se ha llevado el tercer premio del ciclo. Se trata de un texto de Carlos Perelló, dramaturgo emergente −y periodista−, quien ha estrenado en las últimas temporadas otros textos, como Atrapats en la Sala Beckett o El bucle blanco en la Sala Hiroshima, a los que ahora se suma esta particular pieza. En ella, Perelló presenta una sociedad viciada por el espectáculo, por las cuotas de audiencia, por el consumismo frenético. Una sociedad que se aniquila a sí misma mediante el mercantilismo extremo, mientras de fondo se vive el miedo a la destrucción del mundo por hechos violentos, como atentados que lo dejen en ruinas.
En ese contexto, un periodista que apuesta aún por lo genuino, sin querer dejarse llevar por la espiral tendenciosa del mundo en el que vive, es mandado a cubrir el evento mediático de moda. En él, pretende entrevistarse con la modelo estrella y lograr desenmascarar la superficialidad de todo el tinglado para que los espectadores abran los ojos. Pero el plan no saldrá según lo tenía él previsto y el show tendrá otro protagonista.
En la puesta en escena, con tintes futuristas –subrayados por el vestuario diseñado por Margherita Mantovani−, resalta el frenético trabajo corporal de los intérpretes, con el que se busca crear una lasciva dramaturgia en imágenes que vaya más allá del texto, el cual puede resultar críptico o enrevesado en ocasiones. Sin embargo, su composición más propia de una sucesión de monólogos que de diálogos reales, hace que todos los intérpretes puedan resaltar especialmente en algún momento en la conjugación del cuerpo y la palabra, como, por ejemplo, en el caso de la perfecta coordinación de Laia Alberch en su parlamento a la entrada del evento, mientras limpia, o incluso en las esculturas humanas que complementan un texto proyectado. También cabe destacar el trabajo y la voz del maestro de ceremonias, interpretado por Rafa Delacroix. Completan el elenco Xavier Torres encarnando al periodista, y la recién galardonada con el Premi Anita, Georgina Latre, como modelo ahogada entre la risa y el llanto. Todos ellos han sido dirigidos con precisión y con una apuesta muy clara y personal por el también actor Guillem Gefaell, a quien puede verse en estas mismas fechas en el Teatre Akadèmia en La nit, adaptación de la obra La noche justo antes de los bosques de Koltès.
Dramaburg resulta una propuesta provocadora, inquietante, y, en cierto modo, desesperanzada por la reflexión que propone Perelló, pero ejecutada con valentía y modernidad, de manera muy física, con una clara intención de experimentar con las formas y los límites tanto del cuerpo como de la palabra.