En el pasado año 2019 celebramos (aunque tal vez la palabra “celebrar” sea un tanto desafortunada) el ochenta aniversario del exilio republicano de 1939. Fueron numerosos los actos que se organizaron a nivel internacional, y también bastantes los espectáculos que pudieron verse relacionados, de un modo u otro, con el fenómeno de la diáspora republicana. En algún momento temimos que fuera algo fugaz, fruto de la efeméride, que respondiera a una moda conmemorativa y con fecha de caducidad el 31 de diciembre, pero nos complace encontrar todavía a finales de este extraño 2020 al exilio republicano en la cartelera teatral.
En el Teatre Akadèmia puede verse estos días Winnipeg, obra de Laura Martel a partir de su novela gráfica homónima, que forma parte del proyecto De Grec a Grec. Se trata de una iniciativa del Festival Grec de Barcelona con la que, este año, para contrarrestar los efectos de la crisis provocada por el coronavirus en el sector y en el propio festival, acoge bajo su paraguas, a lo largo de la temporada teatral, distintos espectáculos relacionados con Hispanoamérica que deberían haberse estrenado en el último Grec este verano, y enlaza así la edición del festival estival de 2020 con la de 2021.
El Winnipeg que presenta la compañía La Jarra Azul recoge una de esas historias que, a pesar de ser personal, se convierte en colectiva porque los hechos son similares a los vividos por miles de exiliados republicanos en el invierno de 1939: la huida de Barcelona ante la llegada de las tropas franquistas a la ciudad, a finales de enero; el paso por los Pirineos y los duros campos de concentración franceses, los trámites para salir de allí y luego los correspondientes para conseguir embarcar rumbo a Américo. En la historia que cuenta Martel, protagonizada por un padre y una hija pequeña, logran salir del campo de Argelès gracias a la complicidad de la suiza Elisabeth Eidenbenz, célebre por su maternidad de Elna, en la que acoge a la niña y contrata al padre. Al conocer la noticia del barco fletado por Pablo Neruda con destino a Chile, ambos se dirigen a París para conseguir un pasaje en el Winnipeg. Nos relatan también la travesía en el barco, las complicaciones con las que se encontraron durante el viaje, su llegada a Chile y el recibimiento que les brindaron. Se corresponde, pues, con una de tantas historias de salidas al exilio tras la guerra y su viaje trasatlántico, ya sea en el Winnipeg, o en el Sinaia, o en el Ipanema…
Pero si algo destaca de esta propuesta es precisamente la forma escénica en que se nos presenta. Norbert Martínez, director del espectáculo, apuesta por una dramaturgia absolutamente contemporánea, con lenguajes que le conocemos de otros montajes anteriores, como, por ejemplo, los presentados con la compañía Les Llibertàries. Martínez propone una escenificación con una presencia potente del elemento audiovisual y del vídeo en directo en una búsqueda de imágenes poéticas que se entremezclan con un espacio sonoro ecléctico que apela al folklore musical popular de la guerra. Los cuatro actores y actrices en escena –Laia Alberch, Laura María González, Martí Salvat y Edu Tudela– juegan con los distintos papeles que asumen y juegan a la vez con el espectador y entre sí, y demuestran su solvencia interpretativa durante toda la función, que es extremadamente dinámica, rica en matices, en cambios de ritmo, en organicidad y también en emoción.
Por todo ello, Winnipeg es una pieza que merece la pena ver, para apreciar el talento escénico con el que está tratado el exilio, para constatar cómo este se adapta perfectamente a nuevas dramaturgias alejadas de convencionalismos, y porque merece la pena apoyar cualquier iniciativa, sobre todo si es teatral, donde se apele a nuestro deber de memoria. Seguirá en cartel hasta el 18 de octubre en el Akadèmia, y ojalá pueda reponerse después en este u otros escenarios.