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‘Café Abismo’, barrio y revolución

Café Abismo es la primera novela de Sarah Babiker (Madrid, 1979), editada por La Oveja Roja: una obra que quiere convertirse en una experiencia de reflexión colectiva y un ejercicio de memoria transformadora. La autora, periodista habitual en El Salto, se estrena este año en el panorama narrativo con este relato-mosaico de luchas cotidianas y esperanzas truncadas enmarcadas en un horizonte temporal que abarca cuatro décadas de revolución íntima y colectiva. Un libro que traza el camino de luchas individuales y colectivas a lo largo de cuatro décadas, invitándonos a reflexionar sobre el pasado y las posibilidades de futuro. 

El eje de la historia son las voces de tres generaciones de mujeres que enfrentan un mundo en crisis, que les desborda y que les obliga a buscar nuevas formas de resistir y significar su existencia. La familia Salvatierra se entrelaza con un coro de personajes que no son meros secundarios, sino portadores de sus propias batallas: Sergio, Fer, Miguel, Esther, Charo… Entre estos personajes destacan especialmente las mujeres que reflejan una lucha constante contra las imposiciones sociales y económicas. La novela celebra su compañerismo, su honestidad y esas «pequeñas gestas» que, aunque modestas, son profundamente transformadoras. Esto amplía la perspectiva del texto, mostrando un caleidoscopio de experiencias.

La novela toma su título de un negocio fracasado y fagocitado por una casa de apuestas —símbolo perfecto del capitalismo voraz que devora los espacios colectivos—: mucho más que un escenario, es un personaje en sí mismo, una metáfora de la decadencia y a la vez un recordatorio de que las ruinas también pueden ser terreno fértil para lo nuevo. La colectivización del lugar, aunque tenue y fragmentaria, resuena como una de las pocas esperanzas reales en un mundo que parece empeñado en disolver la solidaridad. Sin embargo, lejos de representar la decadencia, es un escenario de resistencia tenue donde se siembran las semillas de una nueva solidaridad.

La estructura temporal del relato establece un contraste entre épocas e invita a considerar la evolución (o involución) de las aspiraciones humanas. El año 2000 se presenta como un tiempo de promesas vacías y optimismo naif y el 2020 refleja un presente convulso y lleno de dudas, mientras que el 2040 adopta una perspectiva retrospectiva, cargada de una sabiduría que solo puede brotar del fracaso y la reinvención. Este marco temporal, lejos de ser un artificio, refuerza la tesis central del libro: el cambio es un proceso largo, a menudo doloroso, que exige la revisión constante de lo que consideramos posible.

En resumen, esta es una opera prima que desafía y conmueve. Su capacidad para extraer esperanza de las profundidades de la vida cotidiana la convierte en una obra imprescindible para quienes buscan en la literatura algo más que entretenimiento. Es un llamado a no rendirse, a caminar hacia adelante y a creer que, incluso entre las ruinas, se puede construir un futuro diferente. La novela parece entender que las grandes preguntas de nuestra existencia—cómo resistir, cómo amar, cómo cambiar el mundo—no tienen respuestas definitivas y por eso, más que un libro, puede entenderse como un espacio de diálogo, una invitación a la reflexión y una llamada a la acción.

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