Misterio, carreras a contrarreloj, acción y mucho arte son algunas de las características de Inferno, la nueva entrega que cuenta las aventuras del profesor Robert Langdon, quien esta vez deberá salvar al mundo. El famoso director Ron Howard (Una mente maravillosa, Apolo 13) vuelve con la tercera adaptación de los best-sellers de Dan Brown, siendo El código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009) los predecesores de este nuevo film.
Inferno, como cualquier adaptación cinematográfica, no puede hacer frente en dos horas de película a la inmensidad que se narra en un libro; pero aun así, Ron Howard mantiene la esencia, y lo sigue notablemente (sería imposible dejar el libro de lado y tratar de reinventar la trama sin la ayuda del escritor, en el caso de esta película). Pero algo que no mucha gente sabe es que el orden de las adaptaciones es incorrecto. Ángeles y demonios, El Código Da Vinci, El símbolo perdido e Inferno, este es el orden cronológico de los libros, orden que se ha obviado en la gran pantalla (de hecho El símbolo perdido aun no ha empezado a adaptarse). Mientras que en las películas se ve una clara relación entre unas y otras, en las novelas solo tienen al profesor Langdon en común. Bien es cierto que leerlas en orden ayuda a entender con mayor claridad las historias que se desarrollan, pero no es necesario, se pueden leer en el orden que uno crea conveniente. Algo similar ocurre en las películas, aunque sí que es cierto que siguen un fino hilo argumental que las une y nos incita a verlas en el orden de estreno.
Por otra parte, vista una vistas todas, colocándose Ángeles y demonios como la mejor de la trilogía, superando incluso el empujón y gancho que tuvo El Código Da Vinci por ser la primera y tener entre sus líneas un argumento tan llamativo, como es el de la descendencia de Cristo y María Magdalena, algo que la iglesia no apoya. Inferno cuenta con un tema a la orden del día, la superpoblación mundial, y esto se ve mezclado con los enigmas ya tan conocidos en estas adaptaciones. Pero aun así no consigue ponerse a la altura de sus antecesoras, y se queda como una película más de misterio y aventuras.
Las obras de misterio siempre han llamado la atención del público, y si lo metemos en una coctelera junto a un poco de ciencia y un poco de religión nos encontramos con un coctel bastante atractivo a la vista. Y esto es lo que nos ofrecen las novelas de Dan Brown, y las adaptaciones de Howard. El espectador se queda prendado de los enigmas que aparecen a lo largo de la trama, y si a eso se le añade acción, una chica guapa que acompañe al protagonista y la tensión del contrarreloj nos damos de frente con una mezcla que, aunque en ocasiones casi parezca dedicada a personas con déficit de atención, es capaz de mantener a casi cualquier persona enganchada hasta el final. Predecesoras de esta trilogía de películas encontramos El nombre de la rosa (1986, Sean Connery, Christian Slater), El Cuerpo (2001, Antonio Banderas, Olivia Williams) o Deuda de sangre (2002, Clint Eastwood, Jeff Daniels), que también consiguieron cautivar al público gracias a la cantidad de suspense y enigmas que sus tramas contienen.
Podemos dar por sentado entonces que, cualquier tema relacionado con la religión siempre levantará excitación en una época donde algunos empiezan a dudar de la fe cristiana y muchos otros investigan los secretos más ocultos del Vaticano. El arte, por otra parte, se encuentra ligado casi en todas las ocasiones con el suspense que rodea estas obras cinematográficas. Ya sea en obra pictórica, en escultura, arquitectura o escrito, las representaciones artísticas consiguen cautivar al espectador y introducirles de lleno en el hilo argumental, sobre todo porque en muchas ocasiones se juega con la ilusión de que en obras tan famosas como La Mona Lisa, El éxtasis de Santa Teresa o la Basílica de San Pedro del Vaticano se esconden verdaderos misterios y enigmas de los cuales no teníamos noción.
Los libros y películas que giran en torno a temáticas religiosas se enfrentan al rechazo del público, sobre todo al rechazo de aquellos que son creyentes. Son muchas las críticas que han recibido El Código Da Vinci y Ángeles y demonios por tratar temas tan controvertidos, e incluso han llegado a ser censuradas en numerosos países como China, Egipto, India y Ciudad de Vaticano, Jordania… Con la publicación de la novela El código Da Vinci se reanudó la polémica que gira en torno a este tipo de obras. Un libro siempre es mucho más sencillo de censurar y sacar del mercado, básicamente porque la población que dedica sus rato libres a la lectura es inferior a la que los dedica al visionado de películas. Pero cuando ese libro es llevado a la gran pantalla, los problemas se acentúan. En un mundo relativamente libre donde uno de los derechos principales es el de libertad de publicación y otro el de libertad de expresión, no se le puede prohibir al hombre divulgar libros y películas que amenacen las creencias religiosas, sobre todo países laicos. Aun así, nada impide a las organizaciones creyentes protestar en contra de las ideas que defienden estos libros, y en muchas ocasiones, el poder de estas entidades puede ser tal que se aplique la censura a las obras denunciadas.
La nueva entrega de Ron Howard parece que va a librarse de todos los problemas a los que tuvieron que enfrentarse sus antecesoras, porque este filme no cuenta con elementos conflictivos en su trama. En cambio, seguramente se abran debates sobre si las nuevas aventuras del profesor Langdon se consideran o no realistas a nivel científico y artístico. Las críticas por parte de los acérrimos del arte y la ciencia no tardarán en llegar, poniendo mil y una pegas a una simple película de acción que lo único que busca es entretener al público.
El catedrático en simbología de Harvard, el profesor Robert Langdon, interpretado por Tom Hanks (Forrest Gump, El puente de los espías), despierta sin memoria en un hospital de Florencia, después de lo que parece ser el fin del mundo. Sienna Brooks, encarnada por Felicity Jones (Un monstruo viene a verme, La teoría del todo), la doctora encargada de atenderle, le explica que padece amnesia y alucinaciones debido a una conmoción cerebral que sufrió tras ser rozado por una bala. El profesor se verá entonces envuelto en una serie de altercados que acabarán por situarle en el centro de la búsqueda de un virus mortal que podría acabar con la mitad de la población mundial. Ante la amenaza, Langdon será la última esperanza de la humanidad, y junto con la doctora Brooks, recorrerá Europa para frustrar un complot global mortal.
Esta nueva entrega de Ron Howard ha sacado a relucir las críticas más duras de toda la trilogía, siendo considerada la peor de las tres adaptaciones, algo con lo que no coincide el público, que ha puntuado positivamente la película. Mientras que los críticos alegan que el director no ha sabido aprovechar un libro con fama y una gran historia, y que la trama es tan similar a las anteriores que ya se sabe cómo se van a desarrollar los acontecimientos, el público aplaude la trepidante aventura del profesor Langdon y disfruta con un nuevo puñado de enigmas y misterios, que si se resuelven ayudarán a salvar el mundo.
En Inferno, el famoso profesor sigue un misterioso rastro de pistas ligadas esta vez a la Divina Comedia, obra creada por Dante, que parece contener una oculta simbología que solo unos pocos conocen, simbología que le irá llevando por famosas iglesias y museos europeos en busca del contenedor del virus. Entre acertijos imposibles para los que no conocen el arte más allá de lo que ven, experimentos científicos que ponen en peligro la humanidad y uno de los libros más famosos de la historia lleno de significados ocultos, la Divina Comedia, Langdon se encontrará frente a frente con un oponente digno, dispuesto a ponérselo difícil.
Si bien la trama no parece forzada, es entretenida y contiene giros que nadie espera, hay escenas que carecen de línea argumental y hacen que el espectador se sienta un poco perdido hasta que se explica mejor lo que está ocurriendo. Por otra parte, el ritmo tan trepidante que lleva la historia nos obliga a estar atentos continuamente, algo necesario a la hora de entender todo lo que está pasando. Algo a favor es que los espectadores se verán sumergidos en la resolución de los acertijos y esto les animará a continuar viendo la película. El ser humano es curioso por naturaleza, y cuando le pones enigma y suspense por delante, rápidamente conseguirás que se enganche y quiera ser partícipe de lo que está sucediendo, intentando averiguar antes que los propios protagonistas quien es el malo, quien miente o donde se encuentra la siguiente pista.
Como viene siendo habitual en la saga, cuenta con un amplio círculo de actores secundarios de distintas nacionalidades que acaban de ponerle el punto final a la trama, como son el norteamericano Ben Foster (Warcraft. El origen, La hora decisiva), el indio Irrfan Khan (Jurassic World, La vida de Pi) el francés Omar Sy (Intocable, Jurassic World) y la danesa Sidse Babett Knudsen (Borgen, A Hologram for the King, 1864). Con esta moda de contar con un amplio abanico de artistas extranjeros, ofrece la posibilidad de contar con grandes actores de otros países (en las anteriores aparecieron Ian McKellen, Jean Reno, Audrey Tatou, Paul Bettany, Ewan McGregor, Ayelet Zurer, Pierfrancesco Favino… ), ampliando todavía más su público potencial con espectadores de los países de origen de los actores.
De momento, Inferno pone punto y final a las aventuras del profesor Langdon, y deberemos esperar para ver si una nueva entrega llega a la gran pantalla. Pero, ¿sería conveniente seguir alargando esta enigmática trama que tanto parece gustarle al público? o por otro lado ¿sería mejor no forzar la situación y no acabar convirtiendo la trilogía en una saga donde la historia siempre tiene el mismo hilo argumental?