
«Todos sabemos hacer daño, de ahí que la cárcel se convierta en un enorme remordimiento donde ocultamos a la vista lo que más nos asusta».
11 de diciembre de 2006 en Erba, una pequeña localidad del norte de Italia. Lo que comienza con un incendio en un apartamento, acaba descubriendo un crimen siniestro: una vez apagadas las llamas, aparecen cinco personas acuchilladas. Sorprendentemente, una de ellas sigue con vida y servirá como testigo para identificar a los asesinos. El 8 de enero de 2007 la policía italiana detiene al matrimonio que vive en el bajo del edificio donde ocurrió la matanza. Rosa Bazzi y Olindo Romano serán bautizados rápidamente por la prensa como «los monstruos de Erba».
Desde antes de su detención, la extraña actitud, sobre todo de ella, ante la prensa, comenzó a generar sospechas sobre la implicación del matrimonio en el crimen y, tras la detención y posterior confesión de asesinato, la opinión pública italiana dictó sentencia: bestias. Lo que el humilde y sencillo matrimonio contó a la policía es que los vecinos de arriba eran muy ruidosos y que el llanto del niño no les dejaba dormir por las noches. Durante la masacre, un matrimonio vecino se había dado cuenta de la situación y habían sido degollados, aunque él acabara sobreviviendo. Así, Rosa y Olindo fueron condenados a cadena perpetua. Este podría ser el fin de una historia macabra, pero en este caso, no todo es tan claro como aparenta.

El caso Rosy, escrito por Alessandra Carati y publicado en España por Lumen, recoge en forma de novela de no ficción el contenido de un año de entrevistas con Rosa, su psicóloga y sus abogados, así como del repaso en detallado del sumario del caso, las actas del proceso judicial y un dosier de prensa con todo lo publicado sobre el crimen en los medios de comunicación. Al más puro estilo de Truman Capote en A sangre fría, Carati, que pensaba que iba a hacer un retrato del mal, perfila a unos personajes a los que nadie parece haber escuchado de verdad en 18 años. Y es que, lo único que la prensa, el jurado, los policías y los jueces creyeron escuchar fue la inculpación del matrimonio; y se taparon los oídos cuando declararon ser inocente en el juicio.
«Pero, Esther, cómo puedes ser tan ingenua. Muchos son los asesinos confesos que luego se retractan, pero que eran claramente culpables», me diréis. Y tenéis razón: que dos supuestos asesinos se retracten no significa absolutamente nada, pero Carati pone sobre la mesa varios problemas en la acusación y posterior condena del matrimonio. Por ejemplo, en la escena del crimen, que era todo un baño de sangre, no se encontró resto biológico alguno ni de Olindo ni de Rosa. Sin embargo, sí se encontró ADN que no correspondía ni al matrimonio ni a las víctimas.
Esto no es todo. La confesión es un coladero de incongruencias. Los dos, con unas capacidades psicológicas e intelectuales muy frágiles, se dejaron llevar por la guía de los policías que los interrogaron. Incluso se contradijeron con tal de decir lo que sus interrogadores querían que dijesen. Sin embargo, el juicio paralelo estaba hecho. Para toda Italia, Olindo y Rosa eran culpables y eso fue lo único que importó.
¿Es inocente este matrimonio? Desde luego, Alessandra Carati no se atreve a afirmar tal cosa, pero sí deja en quien lee El caso Rosy un malestar relacionado con el horizonte de expectativas de quienes comienzan a leer el libro. Personalmente, primero me apiadé de unas personas que considero que no tuvieron un juicio justo, a la vez que, como la autora, me era casi imposible seguir el flujo mental completamente caótico de Rosa. Porque si esta persona es incapaz de contar de manera coherente su vida, ¿por qué iba a ser coherente a la hora de confesar? Os dejo que reflexionéis vosotras mismas, aunque no os aseguro que podáis llegar a un veredicto.
«Mientras me cuenta, corrijo y organizo: operaciones instintivas con las que trato de poner en orden su discurso y de hacerlo mínimamente comprensible, pero que borran sus huellas. No reproducen la veracidad de su voz [la de Rosa], tan confusa y desarticulada que, a veces, resulta indescifrable».