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«Tierra del fuego», una obra imprescindible

Fuente: Teatro Español
Fuente: Teatro Español

El Teatro Español, bajo la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente, ha programado esta temporada que ya termina grandes obras y montajes tremendamente interesantes. Pero la pieza que ha prorrogado y ha estado dos meses y medio en la Sala Max Aub del Matadero va mucho más allá de una gran obra y un montaje tremendamente interesante. Tierra del fuego, del periodista y dramaturgo argentino Mario Diament −autor de obras tan lúcidas y desgarradoras como Esquirlas, por ejemplo−, es una pieza, además, tremendamente necesaria. Una pieza que aboga por el poder conciliador de la palabra, de la escucha. Y, a la vez, una pieza que remarca sobre todo las distintas caras de un mismo conflicto, las distintas razones de una misma lucha, vista desde todos los bandos. Diament se sumerge en el delicadísimo tema del conflicto palestino-israelí y es capaz de contarlo de modo que todo el mundo pueda comprenderlo. Y lo hace sin posicionarse, sin juzgar, sin caer en moralinas benevolentes.

Tierra del fuego es la historia de una israelí, activista por la paz, que fue víctima de un atentado en Londres veinte años atrás, perpetrado por un grupo palestino, en el que murió una amiga suya y tanto ella como otros compañeros resultaron gravemente heridos. Y ahora siente la necesidad de entrevistarse con el terrorista, preso en una cárcel inglesa, para pedirle explicaciones, para escuchar sus razones, para oír lo que tenga que decir. La decisión que toma pone en jaque su matrimonio, sus círculos sociales israelís, sus amistades, incluso su cordura de cara a los demás, para quienes se ha vuelto loca. Pero su sed de saber, de entender esa imposibilidad de paz entre los dos pueblos, es más poderosa que todo lo demás.

La puesta en escena, firmada por el también argentino Claudio Tolcachir, aparenta una sencillez bajo la que se esconde el complicado entramado de unos actores siempre presentes en escena, en todo momento implicados, presenciando los acontecimientos; de una mesa que irá cambiando de lugar, junto con el efecto de luces del fondo, para evocar los distintos espacios de la acción, sin que en ningún momento parezca forzado o rompa el hilo; y, por supuesto, de un río de emociones que ahoga al espectador durante la hora y veinte de función. Tolcachir logra combinar todo eso con una precisión impecable, con un acierto absoluto, con un ritmo ajustado, y da a cada elemento el lugar que le corresponde, subrayando con ello lo necesario del contenido de la pieza.

También el elenco contribuye a este efecto, con unas interpretaciones impecables, nada sobreactuadas, y que rebosan verdad por todos lados. Logran, además, que el espectador empatice y entienda las razones de cada uno de los personajes, sea cual sea su posición ante el conflicto. Desde la madre judía que perdió a su hija en el atentado, interpretada por una dura y sentida Malena Gutiérrez, hasta el padre de la protagonista, a quien da vida un siempre solvente Juan Calot, y que es quien sirve la clave de la anagnórisis en una vuelta de tuerca que pudiera ser, tal vez, lo único ligeramente forzado de la historia, pero que no eclipsa en absoluto el conjunto. Los dos actores árabes, Abdelatif Hwidar y Hamid Krim, aportan verosimilitud y otro nivel de emoción también a través de sus cantos que estremecen, y Tristán Ulloa en el papel del marido de la protagonista se contrapone a esta y ofrece momentos de una sinceridad demoledora. No obstante, quien brilla de manera especial es Alicia Borrachero en el rol principal, la única que aparece en cada escena, de principio a fin, y que consigue crear un personaje tremendamente humano y complejo en el que palpitan todas las sensaciones juntas y de manera perfectamente identificables, en un trabajo interpretativo espléndido.

Por todo ello, Tierra del fuego resulta una obra imprescindible. Por el magnífico texto que maneja, por la buenísima dirección escénica con la que se ha montado, y por la innegable calidad interpretativa que ofrece, además de todo el trabajo del equipo artístico y técnico que hay detrás y que han cuidado de cada detalle para que el espectador quede azorado desde el primer minuto y nada en escena, ninguna incongruencia, ningún cabo suelto, distraiga su atención de lo relevante. Ya estuvo en cartelera unos días más de lo previsto; debería estarlo también la próxima temporada o procurar por una gira, porque nadie debería perderse este magnífico trabajo.

Fuente: Teatro Español
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