Revista Digital

El nazismo en cuerpo presente

Fuente: Teatre Lliure

Acercarse al duro y crítico teatro político de Thomas Bernhard es casi obligatorio para todo aquel que quiera cuestionarse el mundo y la sociedad de nuestros días. Cuando el fantasma del fascismo y del nazismo asoma casi con orgullo en el mapa político actual, con una extrema derecha que va ganando poder en Europa y con un Donald Trump sentado en el trono del primer mundo, Davant la jubilació (Ante la jubilación), de Bernhard, estrenada hace casi cuarenta años, cobra más sentido que nunca y se hace aún más necesaria.

La obra, de estructura clásica, respetando las unidades aristotélicas y dividida en tres actos, nos muestra un fragmento de vida de una familia alemana formada sólo por tres hermanos ya mayores. Solteros los tres, siguen viviendo en el viejo caserón familiar y cada 7 de octubre celebran el cumpleaños de Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS. Y es que Rudolf, el hermano mayor, que está a punto de jubilarse de su cargo como Presidente de la Audiencia, había sido comandante de un campo nazi y, tras diez años escondido, volvió a la normalidad de mediados de los cincuenta sin sufrir las represalias y consiguió llegar hasta el más alto escalafón jurídico. Pero sigue siendo el mismo hombre que dirigió un campo de la muerte y sus ideas siguen siendo las mismas, por ello se viste en cada cumpleaños de Himmler con su traje de SS y celebra una cena en su honor con sus dos hermanas, una cómplice, la otra contraria a sus ideologías pero incapaz de huir debido a una invalidez que la tiene postrada en una silla de ruedas. En el transcurso de todo ese día, desde que las dos hermanas preparan la casa mientras aguardan a que llegue el hermano mayor, hasta que se celebra la cena, con todos sus rituales, el nazismo se instala con más autoridad en la casa, de donde nunca ha salido.

Bernhard muestra así, por un lado, las miserias de esa familia sumida en la infelicidad sin solución, en la podredumbre moral y ética, y, por otro, la presencia absoluta del pensamiento nacionalsocialista muchos años después de terminada la segunda guerra mundial y condenado el nazismo, y de cómo en la intimidad del hogar pueden esperar con ansia el momento, próximo, en el que puedan volver a salir a las calles con las esvásticas. El texto, que dialoga con otros del autor en la misma línea, como Heldenplatz, resulta de un interés incuestionable, más aún en las actuales circunstancias políticas y sociales.

La puesta en escena del polaco Krystian Lupa, de corte realista, se basa principalmente en el espléndido trabajo actoral que llevan a cabo Pep Cruz, Mercè Aránega y Marta Angelat. Los tres van creciéndose a lo largo de las tres horas de montaje y logran, finalmente, arrancar al espectador del ligero sopor que causa un primer acto más lento que el resto de la pieza. Más allá del texto, las relaciones que se perciben en escena entre los tres personajes, la atmosfera opresiva y hasta patética y delirante, y los silencios tensos, sobre todo esos silencios resilientes de una Angelat de lo más expresiva sin hacer uso ni de su cuerpo ni, apenas, de la palabra, son lo que da vida y veracidad al espectáculo. Puede verse en el Teatre Lliure de Gràcia hasta el 5 de febrero.

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