La editorial La Felguera publica el libro La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales, una obra cumbre del modernismo español de Ramón del Valle-Inclán, tal y cómo fue publicada en 1922, y “[…] que, hasta la fecha, había quedado incomprensiblemente maltratada por el mundo editorial en lengua castellana con la sorprendente supresión del trabajo visual de Moya del Pino e incluso, al acometer algo más grave, editando al propio autor, modificando de forma abusiva su texto inicial más allá de ciertas correcciones menores de adaptación de la lengua castellana según los usos y formas de entonces al actual”, como apuntan los editores en la nota que da comienzo la obra. Por lo tanto, podemos afirmar que este libro fue concebido con especial cuidado en su edición para ser lo más fiel a su publicación de 1922, atendiendo no solo al texto, sino también a la imagen.
La lámpara maravillosa constituye un libro que posee una gran belleza como tratado espiritual. A ello, se le une su condición de “libro dentro de otro libro” (al estilo de las matriohskas), es decir, su composición entre el texto de Valle-Inclán junto con las ilustraciones de José Moya del Pino crean una doble lectura. Los dibujos son, “[…] como gustaba en los círculos esotéricos, una llave que sirve para descodificar un libro intenso y arrebatadoramente luminoso”. Ambas partes, letra y línea, se establecen como hilo y aguja para confeccionar cinco capítulos —con sus consiguientes subdivisiones— que suturan un diálogo entre las reflexiones estéticas, con una gran carga reflexiva, y las ilustraciones, que están cuidadosamente elegidas y situadas a lo largo de las páginas para completar el texto de Valle.
Ramón del Valle-Inclán en la construcción narratológica del libro enlaza historias de vida junto con reflexiones y cavilaciones sobre la ‘palabra’: “En este amanecer de mi vocación literaria hallé una extrema dificultad para expresar el secreto de las cosas, para fijar en palabras su sentido esotérico, aquel recuerdo borroso de algo que fueron, y aquella aspiración inconcreta de algo que quieren ser”; esta afirmación da una pista de cómo concibe la creación del lenguaje poético y su capacidad ficcional: la palabra es algo inerte que no ayuda a la creación. A lo largo de las páginas encontraremos al Valle-Inclán que conocemos del resto de sus obras: ambiguo e incluso contradictorio —una contradicción que puede constituirse por la complejidad del pensamiento y su dificultad de desenmarañarlo—, con un gran manejo de la palabra y su «visualidad». Al mismo tiempo que señala el límite del lenguaje, también el poeta puede construir palabras que se apliquen a una representación distinta, puesto que el autor puede apreciar latidos vitales en los significados estancos y aprovechar la energía de este proceso inverso para dotarlas de significados nuevos, y vitales.
La Felguera publica en todo su esplendor La lampara maravillosa. Ejercicios espirituales: una edición en tapa dura, con ilustraciones originales y el texto íntegro de 1922. Todo ello hace que desde el momento en que abre el libro, somos conscientes de que estamos ante un libro-objeto que ha sido cuidado hasta el mínimo detalle. Este libro se considera una obra cumbre del modernismo tanto por su contenido, como por las ilustraciones esotéricas que cargan de un significado más profundo y significativo a un texto que defiende una profunda revisión del lenguaje estético, la ficción, de las apariencias o de las posturas poéticas: «Toda palabra encierra un oculto poder cabalístico: es grimorio y pentánculo». Por todo ello, este libro no debería faltar en vuestras estanterías: tanto por su valor como obra literaria, como por su categoría de libro-objeto ligado a la preciosa edición de La Felguera.