Blume nos tiene acostumbrados a libros “joya”: ediciones ilustradas con un gran cariño y sensibilidad. El Cascanueces, de E. T. A. Hoffman, no es una excepción. Robert Ingpen, ilustrador de la obra, trata de meterse en la historia con sus dibujos y recrea en sus ilustraciones la idea original del autor. El libro, uno de los cuentos clásicos más entrañables de la Navidad, ahora, en el segundo centenario de su creación, se presenta en una edición muy cuidada y muy especial.
En la introducción se pone en nuestro conocimiento que “Actualmente, El Cascanueces solo está traducido en versiones muy abreviadas o reformuladas y simplificadas […]. Este volumen contiene la traducción del texto completo y realza la interacción de la historia interna con el hilo argumental de la narrativa principal”. Así pues, estamos ante una edición ilustrada que, además, posee el texto completo —un aliciente para bibliófilos, filólogos y para todos aquellos que disfrutemos con la lectura—.
Una de las características del Cascanueces es la estructura de cajas de la historia. Dentro de la historia principal, se encuentra «El cuento de la nuez dura» relatado por Drosselmeier, el cual crea un juego metaliterario en el que la línea entre la realidad y ficción se desdibuja y el mundo de cuento de hadas está más cerca de lo que los protagonistas creen. Todo ello, junto con un narrador desenfadado y juguetón que interpelará directamente al lector; construyendo, de este modo, una confidencia entre emisor y receptor.
Dos hermanos esperando los regalos de Navidad darán comienzo a la historia de un cascanueces que llega como regalo a casa de Marie. Una de las noches más mágicas del año iniciará la lucha entre el ajado cascanueces y los juguetes contra la rata de siete cabezas. La inocencia, la belleza interior y la valentía serán los valores que impregnen las líneas de la historia. Todo ello terminará en una recompensa para la joven que mira al mundo con un corazón bondadoso. Si a esto le sumamos las diferentes ilustraciones que nos encontramos a lo largo de los capítulos, nos encontraremos en medio de nuestra infancia, deseosos de jugar y disfrutar de los juguetes y las historias que nos contaban nuestros mayores.
Un cuento sin censura, unas ilustraciones cargadas de sentimiento —siendo cada una especial—, un narrador juguetón, un microentorno en el cual los lectores-cómplices, a través del narrador, se sumen en un juego metaficcional, darán como resultado una obra que no debería faltar en las estanterías de vuestras bibliotecas personales. Blume consigue enamorar con sus ediciones de los cuentos clásicos como El Cascanueces que, quizá, es más conocido por haber inspirado el famoso ballet de Tchaikovski.