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‘La treva’: Imprescindible

Va a parecer que estoy empezando por el final, ya que el único comentario posible  para este montaje es: id a verlo. Pocas cosas recomiendo yo encarecidamente, y esta función es, sin ninguna duda, una de ellas. No hay que dejársela perder y, por suerte, estará en La Villarroel hasta el 15 de enero. Así que hay tiempo aún para disfrutarla, para saborearla, para emocionarse con ella, para aceptar su invitación a reflexionar sobre la realidad en la que vivimos y qué se esconde realmente detrás de los gestos de cada uno.

Podría terminar aquí, porque poco más hay que añadir. Incluso para los que consideran (como yo) que la perfección no existe, esta obra está muy, muy cerca de ella. Seguramente debe pertenecer a ese reducido grupo de montajes (me refiero, por ejemplo y por coincidencias artísticas, al Incendis de Broggi) que son la excepción de la regla de la imposibilidad de la perfección.

El texto, Time Stands Still, del dramaturgo norteamericano Donald Margulies, es una pieza de orfebrería dramatúrgica. No le sobra ni una palabra; no le falta ni una palabra. Tiene todos los ingredientes, todos los tonos medidos y ajustados para dar al público una de cal y otra de arena, para sonreírnos y ensombrecernos. Además, tanto lo que dice como cómo lo dice resultan de interés. Es la historia, como su título indica, de una tregua, de un tiempo muerto en las vidas de dos periodistas de guerra, él reportero y ella fotógrafa, que viven en el Brooklyn de 2009 tras volver ella de Irak gravemente herida. Su relación y la relación de amistad que tienen con su editor y la joven pareja de este es lo que conforma la obra. El texto plantea, además, un sinfín de preguntas sobre las que puede volverse una y otra vez, desde los entresijos de las relaciones humanas hasta la ética del periodismo y la acción real que puede tener en, en este caso, los conflictos bélicos. Pero no es sólo el argumento y el tema, sino la construcción de los personajes, los claroscuros, la veracidad que desprenden. Y, en cierto modo, que el texto llegue tan bien y transmita tanto también hay que agradecerlo a la traducción de Cristina Genebat, que lo acerca al espectador catalán, pero respetando toda su naturalidad original americana, sin que los detalles más yanquis chirríen al público de aquí.

Los personajes están totalmente presentes gracias al excelente reparto, encabezado por una magnífica –como no puede ser de otro modo− Clara Segura en el papel de la fotoperiodista Sarah; un convincente David Selvas como su pareja, papel nada fácil tampoco; Ramon Madaula, siempre en su justa medida en el papel del editor; y Mima Riera, que inunda de humanidad un personaje que hubiera sido fácilmente sobreactuable y que, si bien puede parecer fuera de lugar entre los demás, da otra dimensión a la obra. Los cuatros, como vienen haciendo en los últimos años, ofrecen, una vez más, un fantástico trabajo actoral.

¿Y qué decir de la dirección de Julio Manrique? Es un actor espléndido, como está más que comprobado. Pero como director es… Ahí sigue en cartel, por tercera temporada consecutiva, El curiós incident del gos a mitjanit, por mencionar uno de sus últimos éxitos. Y este también lo está siendo ya. Su dirección es impecable, finísima. Maneja con maestría el valor y el lugar del texto, el de los actores, el ritmo, el espacio escénico… toda su concepción del montaje resulta más que acertada, desde cómo resuelve las transiciones hasta la selección musical. También cabe destacar la elocuencia de la iluminación de David Bofarull y del espacio sonoro de Damien Bazin, que casan totalmente con la escenografía diseñada por Cesc Calafell, que habla por sí sola de la personalidad de los habitantes de ese piso.

Es, como ya se preveía con semejante equipo artístico detrás, y como ha quedado demostrado, una de las imprescindibles de la cartelera de esta temporada. Habrá a quien le guste sin compartir mi entusiasmo, tal vez a alguien pueda no gustarle… (dejemos un hueco para la estadística, aunque me parece difícil), y habrá quien la disfrute tanto como yo. Sea como fuere, el único modo de saberlo es yendo a verla. En serio, ¡no os la perdáis!

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