«No tiene sentido buscar el Edén en un mapa. Es un sueño que se lleva en el corazón: un jardín fértil, tiempo y espacio suficientes para todos nosotros. Cada intento incompleto de establecerlo es como una semilla que viaja con el viento».
¿Cuál es vuestro paraíso? ¿Qué forma tiene? ¿Es un lugar exclusivo o inclusivo? ¿Acaso el concepto mismo de “paraíso” podría darnos una pista sobre a qué podría asemejarse este lugar aparentemente utópico? Para Olivia Laing el paraíso no puede tener otra forma que la de un jardín. En El jardín contra el tiempo. En busca de un paraíso común, editado recientemente por Capitán Swing, aprovecha el diario de restauración de su propio jardín para adentrarse en una estimulante investigación sobre el paraíso, un concepto aparentemente utópico, pero que esconde alargadas sombras.
«Si bien el hecho del jardín radica, en efecto, en su suspensión, en su aparente separación del mundo en un sentido más amplio, la idea de que exista fuera de la historia o de la política no es una posibilidad. Un jardín es una cápsula del tiempo, además de un portal fuera del tiempo».
Para entender el debate interno que le suscita la idea de paraíso, la autora se retrotrae a la etimología de la palabra, que podría hacernos pensar que surge del concepto bíblico, pero que procede de la lengua persa del 2000 a.C. El concepto persa de paraíso significa “jardín amurallado”, algo que parece alejado de la utopía comunitaria que Laing. Es por esto que la autora se pregunta en cierto punto de su ensayo si el lenguaje sigue a los acontecimientos o si, por el contrario, son las ideas previamente formuladas con el lenguaje las que configuran e impulsan la manera en la que ocurren las cosas porque, si buscamos un paraíso, pero el simple concepto del mismo excluye con sus muros etimológicos, ¿qué es lo que queremos entonces?
Así, en El jardín contra el tiempo, Olivia Laing propone un recorrido por los lugares, los tiempos, las personas y las ideas alrededor del jardín como paraíso y los costes demasiado elevados de intentar recrear el paraíso en la Tierra, pues a lo largo de la historia muchos han sido los jardines construidos para ostentar un cierto poder y estatus sostenido sobre la dignidad pisoteada de otros.
Pero, no os preocupéis, la autora no ha escrito este ensayo para que solo veamos la oscuridad, sino que se rebela contra la idea excluyente del paraíso y nos anima a explorar ideas e intentos utópicos en torno a los jardines, que, aunque se presten a ser un espacio donde esconderse del mundo, pueden convertirse en un espacio de reconstrucción personal y social, de encuentro y de descubrimiento de nuevas formas de habitar.
«¿Qué convierte un jardín en un componente tan importante de una utopía? No es ni una granja ni un área silvestre, aunque puede presionar con fuerza hacia cualquiera de estos extremos. Esto significa que anuncia algo más que una simple utilidad, que abarca belleza, placer y deleite […]Prestar atención al jardín como si este fuera un reloj significa desarrollar una relación diferente con el tiempo: circular, no lineal, sumado a la aceptación de que una de sus etapas recurrentes es la muerte».