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‘Memoria por correspondencia’ y el conjuro de Dickens

Libros del Asteroide edita Memoria por correspondencia de Emma Reyes (1919-2003), autora colombiana que destacó por sus dotes artísticas y que en estas páginas evoca sus recuerdos infantiles más tempranos.

Dos hermanas pequeñas, olvidadas desde los primeros años en el abandono, sin más familia que ellas mismas y una vida miserable, con grandes carencias y un futuro incierto. Así recuerda Emma Reyes su niñez, con una lucidez espléndida, sin resentimiento ni autocompasión, con la madurez de un adulto y los ojos de un niño. Memoria por correspondencia, considerado uno de los libros revelación en Colombia en el año 2012, se compone de veintitrés cartas que Emma Reyes dirige a su amigo Germán Arciniega desde Francia entre 1969 y 1997, así como de dos apéndices en los que se esclarece un poco más -sobre todo en el firmado por Diego Garzón para Soho– la vida y trayectoria de la autora. Esta edición está prologada ni más ni menos que por ese peso pesado del periodismo actual llamado Leila Guerriero.

Después de las primeras cartas, que a modo de introducción literaria recuerdan la vida de las niñas en Guateque y Fusagasugá, las siguientes rememoran la vida en un convento bogotano en el que la mujer que cuidaba a Helena y Emma las abandonó, y en el que pasaron el resto de su infancia y su adolescencia sin recibir afecto ni formación alguna. La autora logró escapar del convento para iniciar una nueva vida en el mundo exterior, totalmente vetado durante años, y lo que sucedió a partir de ahí fue digno de convertirse en mito o leyenda. Viajera y buscavidas, Emma encontró su camino gracias al arte y trotó por muchos rincones del mundo para acabar en Francia, no sin cosechar amistades con grandes artistas e intelectuales: Jean-Paul Sartre, Pier Paolo Pasolini o Diego Rivera, entre otros.

No podemos dejar de recomendar la lectura de esta obra, que Libros del Asteroide ha lanzado al público español acertadísimamente después de que en Colombia viese la luz gracias a Laguna Libros, en colaboración con la Fundación Arte Vivo Otero Herrera, heredera de la obra pictórica de la autora. Emma Reyes relata con detalle, describe con el cariño y la naturalidad propios de quien se dirige a un amigo, erigiéndose en una gran narradora que parece encerrada en un conjuro de Dickens -tal es su familiaridad con la pobreza, la privación y la crueldad del mundo adulto-. Su capacidad para retrotraerse a escenarios tan distintos y lejanos desde los que escribe, y de ordenar nombres, sensaciones y días, es espectacular. Entre sus recuerdos están las primeras amistades que trabó con otras niñas, la violencia física que su hermana y ella recibían, los trabajos y castigos a los que las monjas obligaban a las pequeñas o la llegada de su menstruación, por ejemplo.

A pesar de las difíciles circunstancias que vivió la autora, Memoria por correspondencia es, con todo, una lectura tierna y emocionante, que no pasa desapercibida para el lector sensible, quizá porque el poder de la belleza, hecho palabra, prevalece en estas cartas por encima de cualquier otra característica. En los opresivos años registrados en estas cartas, vividos primero bajo una tutela despótica y después entre monjas y curas de lo más variopinto, se intercalan algunos recuerdos hermosos e inocentes que pertenecen a una niña inteligente y observadora a la que torturaban por su escaso atractivo como hicieran con El patito feo. Por momentos dudamos si Reyes enhebra disimuladamente el hilo de la ficción para añadir algunas puntadas -tal como ella admite, sus habilidades como costurera fueron las que más fácilmente desarrolló siendo niña-, pero, en cualquier caso, su talento hace de este un libro memorable.

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