En esta edición de Otra Vuelta de Tuerka, Pablo Iglesias cambia las tornas para ser él el que entreviste a una de las periodistas de más renombre del ámbito nacional: Rosa María Calaf.
«Nuestra invitada de hoy forma parte de la memoria histórica de varias generaciones de espectadores», dice la voz en off del líder de Podemos mientras se sucede la intro de su programa de entrevistas en Internet, el mismo por el que han pasado personajes de la talla de Ian Gibson, Verónica Forqué o Baltasar Garzón. La entrevista podría desorientar a las y los espectadores, que ubican a Calaf en un papel atípico dada su larga trayectoria. «Me siento un poco como en el mundo al revés», asegura, una situación que ya pudimos ver cuando, en frente de Iglesias, se sentó un Iñaki Gabilondo dispuesto, esta vez, a ser quien responde las preguntas.
Como es recurrente en el programa de Iglesias, la entrevista comienza con la infancia de la persona invitada. Sería imperdonable obviar el contexto en el que la periodista, nacida en 1945, se crió. Ella misma admite la suerte que tiene de haber nacido en una familia como la suya, ya que siempre la dejaron tomar sus propias decisiones. Esto viene a cuento del viaje en autoestop que la periodista hizo por el norte de Europa cuando tenía 18 años, después de asistir a un curso en la universidad libre de Bruselas, aunque ya había estudiado fuera de España por su cuenta, en Francia, por ejemplo, cuando tenía 14 años. La periodista recuerda a las y los espectadores que esto fue en una España de la dictadura, retrógrada, cerrada, oscurantista, tremenda, represora de las mujeres a tope.
Calaf empezó a estudiar derecho en 1962 porque quería hacer carrera diplomática, pero se topó con el periodismo «por casualidad». Recuerda que en Barcelona no había donde estudiar periodismo, sólo estaba la escuela de la iglesia en Navarra y la Escuela Oficial De Periodismo en Madrid, y entonces abrieron una EODP en Barcelona, en un piso en las ramblas. La periodista cuenta que, siendo estudiante de 3º o 4º de derecho hacía un programa pequeño en Radio Barcelona con unos amigos: Antena universitaria. Confiesa que les cerraban el programa constantemente dado a los cuantiosos problemas que había entonces en una universidad.
Apareciendo la oportunidad de estudiar periodismo en su Barcelona natal, decidió hacer el examen de acceso, el cual aprobó, aunque seguía estudiando derecho con un futuro, que luego se vería truncado, de diplomática. Al terminar la licenciatura de derecho se marchó a EEUU a principios de los años 70, concretamente a la universidad de Los Ángeles (UCLA), para realizar unos cursos como oyente dado su abaratado coste, y donde le dio clase, entre otros, Brzezinski (quien sería consejero de Seguridad Nacional Jimmy Carter). La periodista cuenta que el propio Jimmy Carter, presidente entre 1977 y 1981, y Nelson Rockefeller, vicepresidente entre 1974 y 1977, «pasaron por allí». Pasaron por un sitio que ella considera «otro mundo», refiriéndose a la educación universitaria estadounidense, al menos la de principios de los años 70 del siglo pasado.
Acabada su pequeña fase de aprendizaje en EEUU, regresa a España y sigue su temprana carrera profesional en el periodismo en Radio Peninsular, concretamente en las primeras unidades móviles que llegaron a España. Nuestra entrevistada fue la primera mujer reportera gracias a José Joaquín Marroquí, quien confió en ella, aunque seguía con la licenciatura en derecho y la idea de entrar en la escuela diplomática. Confiesa que en esa época no había mujeres reporteras, aunque sí muy buenas locutoras y periodistas. Menciona distinguidamente a Ricardo Fernández Deu, quien estudiaba derecho y era alumno de Calaf mientras daba clases como ayudante preparando la licenciatura. Se debe a que Deu también la propuso para el trabajo porque sabía que ella estaba haciendo periodismo. La periodista cuenta efusivamente que, hoy día, cuando se encuentran siempre le dice: «¡mi descubridor! y él dice: ¡mi descubrimiento!».
Iglesias pregunta a la periodista por su viaje a Ciudad Del Cabo en 1973. Es la capital legislativa de Sudáfrica y estaba entonces marcada, desde 1948, por el apartheid. Calaf cuenta que se marchó con un compañero a un viaje de más de un año y veinte países en el que recorrió, en una furgoneta «de repartir leche», África de arriba a abajo. La periodista se queja de que ahora esto no se puede hacer: «Eliminamos las distancias pero no eliminamos las diferencias». Cuenta entonces una anécdota en la que en Rodesia, un hombre de la tribu que estaban visitando le dijo: «Tú no comes carne, ¿verdad?» Ella dijo que no (en la actualidad hace unos 50 años que dejó de comerla). «Pues haces muy bien porque te sería tremendamente perjudicial y no debes comerla nunca», respondió el hombre.
Iglesias introdujo entonces el tema de las mujeres y el periodismo. Calaf denuncia que siempre ha sido más difícil, sobre todo en los ámbitos profesionales que se consideran masculinos, «que son casi todos». Que ser una mujer es una dificultad añadida porque tienes que estar demostrando tu capacidad porque no se te supone, y es algo que tienes que hacer a diario. En el año 70 tuvo que bajar a Plaza Cataluña, en Barcelona, a hacer una encuesta a la gente sobre un tema que no recuerda. Entonces José Joaquín Marroquí mandó, sin que ella lo supiera, a dos compañeros para que estuvieran a cierta distancia por si le pasaba algo, mientras otros miraban desde la terraza qué ocurría. Calaf siempre ha sido una gran defensora de los derechos de las mujeres, de hecho, la Universitat Jaume I de Castellón le entregó por unanimidad en 2013 el grado de honoris causa a la periodista «por su trayectoria humana, académica y profesional en el ámbito del feminismo, la igualdad y el periodismo comprometido».
Si hay algo por lo que Calaf destaca y es más conocida entre las y los espectadores españoles es, sin duda, su faceta de corresponsal. Estuvo como corresponsal en Nueva York entre 1984 y 1987, época en la que era presidente Ronald Reagan (1981-1989). La periodista admite que en EEUU hay lo peor y lo mejor del periodismo. Su corresponsalía tuvo lugar en una época histórica, aunque ellos no eran conscientes. Fue entonces cuando Reagan, durante sus dos mandatos, quitó poder a la comisión de control de los medios, la cual creó Roosevelt con el New Deal en los turbulentos años 30 estadounidenses, que controlaban que el bien común predominase en los medios de comunicación del país. Calaf mantiene que Reagan era muy limitado en conocimientos aunque un extraordinario comunicador. Un ejemplo de ello lo tenemos en el debate preelectoral contra Mondale, cuando utilizó a su favor su hándicap de que sería el presidente de EEUU más mayor de la historia echando en cara a su oponente su juventud e inexperiencia. La periodista admite que hizo unos cambios muy profundos en la sociedad americana.
Calaf ha entrevistado a personajes como Papandreu y Margaret Tatcher. Cuenta que Tatcher le quitó preguntas de todo lo que tenía que ver con EEUU y Reagan. «Fue amable y correcta», asegura; en cuanto a Papandreu, lo elogia y admira como figura política.
También ostentó la primera corresponsalía de TVE en la URSS, concretamente en Moscú entre 1987-1989, en época de Gorbachov. La agencia EFE ya estaba allí y TVE tenía un hombre en Viena que se desplazaba a la URSS cuando era hora de informar. Habla de una «confusión tremenda», una «democracia muy imperfecta» y «muchos tics anteriores en cuanto a comportamiento». Calaf dice que se puede legislar pero que cambiar mentalidades es un asunto más complicado, y que era tremendo ver cómo, con Yeltsin, se informaba muy parcialmente.
También estuvo en Argentina en la época de Alfonsín (1989-1993) y en Roma en la época del comienzo de Berlusconi (1993-1995).
En cuanto a la época de su corresponsalía en Roma, todos los días se levantaba y buscaba a ver quién había sido detenido y quién había entrado en la cárcel esa noche, mayoritariamente políticos y empresarios. Todo esto como consecuencia de la operación Tangentópolis, la cual varios jueces llevaron a cabo contra la corrupción. A Calaf le fascina la política italiana, para ella es como un laboratorio. Según la corresponsal, Berlusconi ha tenido los tres poderes en la mano: el mediático, el político y el económico. «Y el judicial casi», puntualiza Iglesias. Calaf dice que Berlusconi convenció a mucha gente, a los que no pudo convencer los compró, y al resto los desacreditó. «Con la máquina del fango», añade el líder político. «Sus bestias negras eran los jueces y los periodistas, y fue a por ellos. Y realmente consiguió acabar con ellos», concluye Calaf.
Iglesias indaga sobre el punto irónico que siempre añadía a las informaciones: «¿Y no te regañaban?». Calaf defiende que nunca le han cortado una información ni le han dicho que tenía que decir tal cosa. Además, defiende la ironía en contraposición del sarcasmo, el cual es más agresivo a juicio de la periodista. Confiesa, eso sí, que a veces había temas que no se tocaban.
Sobre la situación actual de TVE, la periodista confiesa que le inquieta, le indigna y le da mucha pena, con todo lo que se había avanzado en la última etapa y toda la independencia que se había logrado. Denuncia que siempre se ha creído que, cuando se ganan las elecciones, la tv viene de regalo. Afirma también estar dolida, ya que considera a TVE su eterna casa. «De hecho, ahora, incluso cuando llamo por teléfono, si no estoy atenta, todavía digo: Rosa María Calaf de TVE», confiesa entre risas.
En cuanto a la situación actual del periodismo, remarca que está alcanzando un grado de deterioro irreconocible, y no sólo aquí, en todos lados. Está perdiendo el objetivo de servicio a la ciudadanía, ya que ahora prima lo que impacta y no tanto lo que importa. El periodismo convirtiéndose en espectáculo está quitando de los medios los temas que pueden impactar a la mayoría de personas. También está siendo usada la desinformación con fines manipuladores y la información como mercancía.
Como dijo en la conferencia Periodismo, Mujer y Comunicación el pasado 21 de octubre en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid: «Hay que tener cuidado con la información que comemos, si es mala el cuerpo social acaba en el hospital».
La periodista destaca la aceleración de la sociedad española, y denuncia un uso electoralista de asuntos muy graves y la absoluta irresponsabilidad que esto conlleva. Replica que, si crees que con titulares y tuits de 140 caracteres estás informado, estás equivocado.
Para terminar, Iglesias le pregunta qué noticia le hubiese gustado dar, entre otras preguntas como quién es su referente periodístico, donde cita a Oriana Fallaci. Calaf admite que le hubiera gustado estar en la caída del muro de Berlín, porque estuvo ahí dos meses antes pero «nadie sabía que eso iba a pasar».
Rosa María Calaf se despide sujetando una taza negra con el logotipo de La Tuerka con la mano izquierda a petición de Iglesias; no por nada, sino porque se trata de una taza para zurdos y brinda, mirando a cámara, por respetar lo que piensan los demás.