Los libros de María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976) se han convertido, desde Pelea de gallos (2018), en un evento trienal que merece una gran celebración. Después de Sacrificios humanos (2021), hace solo unos meses Páginas de Espuma nos sorprendía con el nuevo y muy esperado Visceral.
Quienes conocemos los temas de Ampuero sabemos que sus páginas provocan malestar. Visceral no contiene relatos, sino textos de autoficción impulsados por la ira, que intenta exorcizar lo enquistado o no resuelto, y que crean una intimidad y una conexión que nos acercan al epicentro de su narrativa personal: la pérdida, el desgarro, la brutalidad. Es la nueva propuesta de una escritora migrante que cuestiona su identidad. Una mujer salvada por la literatura, que se mira en el espejo temido y se ríe del dolor porque se fortalece con la escritura.
Visceral no recurre a la ficción: la vida de la autora —sus miedos, experiencias, obsesiones— es la materia prima de estos ensayos. Estas páginas abarcan Guayaquil y Madrid, la no maternidad, los cuerpos mórbidos, la suciedad y las sombras. También tocan temas como la salud mental, la poesía, la pandemia y la violencia sexual. Aquí resuenan los ecos de la niña que, con ojos muy abiertos, sabe que la familia puede ser un lugar inseguro (“ese gigantesco generador de traumas”). Y también de la adulta que siente miedo (“Tengo miedo todo el tiempo. Escribo porque tengo miedo, porque soy mujer, porque me han enseñado a odiar mi cuerpo; porque soy extranjera, porque vivo en un país en el que el fascismo leuda en el horno de la indiferencia general; porque en el país en el que nací aparece decapitada la gente que se niega a pagar a los narcos el derecho de tener un negocio propio; porque todo sube menos mis ingresos […]”), de la Mujer Maravilla “a la que transformaron en una adulta tensa”, siempre tan tensa, siempre tan titubeante.
Aunque esta obra marca una pausa en comparación con sus trabajos anteriores, hay continuidad entre todos ellos. Ismael Martínez Biurrun y Carlos Pitillas, referenciados en el libro, escribieron: “Soy lo que me persigue”. Lo que persigue a la autora es la vulnerabilidad, la rebelión contra la injusticia (“Como siempre que no puedo entender algo, que la injusticia me retuerce las vísceras, que siento que podría desmayarme de ira, recurro a la literatura”) y, sobre todo, la violencia. Su escritura es un torrente de rabia que busca ser motor y refugio de un cuerpo. Todas sus posibilidades, pasadas, presentes y futuras, están allí. Una vez comenzamos a leer a Ampuero necesitamos seguir, aunque sepamos que nos llevará a un lugar oscuro y que el golpe llegará en algún momento.