En los últimos años, Islandia se ha convertido en un ejemplo de crecimiento y recuperación para el resto de Europa. El país ha conseguido reactivar la economía pese a los estragos de la crisis de 2008, y ahora ha decidido cancelar su ingreso en la Unión Europea, donde la austeridad se impone como receta frente a la recesión.
Era un secreto a voces: Islandia daría marcha atrás en su petición de ingreso en la Unión Europea. Lo venía expresando el Primer Ministro, Sigmundur Davíð Gunnlaugsson, desde que llegara al Gobierno en mayo de 2013. En febrero de 2015 se aprobó una moción parlamentaria al respecto y ahora, un mes después, el gobierno islandés ha formalizado la petición oficial para retirar la solicitud de ingreso.
Lo cierto es que el euroescepticismo siempre ha estado presente entre la población islandesa. En mayo de 2009 el nuevo gobierno socialdemócrata de Jóhanna Sigurðardóttir solicitó el ingreso en la Unión Europea con el apoyo de la mayoría de la población y de 33 de los 63 diputados del Parlamento. En marzo de 2010 el 93,1% de los ciudadanos rechazó mediante referéndum reembolsar 3.800 millones de euros a holandeses y británicos como compensación por la quiebra del banco islandés Icesave. Esta devolución era una de las condiciones que Islandia debía cumplir para poder formar parte de la UE; sin embargo, el Gobierno decidió poner la decisión en manos del pueblo y, finalmente, no se desembolsó ese dinero. Aún así, Islandia consiguió que continuaran las negociaciones con Bruselas.
Pero el agravamiento de la crisis económica y la imposición de las políticas de austeridad en el continente europeo volvieron a alejar a la población islandesa de las posturas europeístas. En las elecciones de 2013 el conservador Sigmundur Davíð Gunnlaugsson, contrario a la adhesión a la UE, fue elegido Primer Ministro, comenzando de nuevo el distanciamiento entre Islandia y las instituciones europeas. Ahora los ciudadanos parecen comulgar con la postura del Gobierno, aunque las discrepancias también son palpables entre los islandeses: 7.000 personas se manifestaron en Reikiavik después de que el Primer Ministro anunciara que se abandonaban las conversaciones con Europa.
Islandia es un país de apenas 320.000 habitantes que parece haber resistido a la crisis económica mundial. Los métodos empleados para hacer frente a la recesión han sido muy diferentes a los del resto de Europa: mientras en la UE se hacía un llamamiento a la austeridad y se inyectaban miles de millones de euros para rescatar a los bancos, en Islandia optaron por devaluar la moneda, procesar a los banqueros y nacionalizar las entidades, garantizando los depósitos de los ciudadanos. El efecto de las decisiones tomadas fue inusualmente rápido: Islandia consiguió reducir el paro –que estaba en la cifra récord del 11,9%– y mejorar los datos económicos, gracias también al aumento significativo del turismo y de la actividad pesquera. Esta situación contrasta con la crisis del euro y los complicados momentos que se viven en Europa, lo cual ha sido uno de los factores que ha aumentado la desconfianza en Islandia hacia la UE.
Actualmente, las cifras económicas en este pequeño país nórdico son envidiables: el turismo se ha disparado desde 2010, convirtiéndose en una gran fuente de ingresos, en 2014 el paro descendió hasta el 4,1% y los salarios aumentaron un 5,8%. Además, el pasado año el país consiguió acabar con el déficit y obtener un superávit del 1,8%. Y las previsiones son aun más alentadoras: en 2015 se espera que el PIB crezca un 3,5% y que el paro siga reduciéndose, a la vez que siguen creciendo los salarios hasta alcanzar un aumento del 5,8%. El presidente islandés, Ólafur Ragnar Grímsson, asegura que la recuperación islandesa ha sido tan efectiva gracias a que el país no ha seguido las recetas de austeridad recomendadas por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sin embargo, Islandia ahora debe enfrentarse a un reto que puede poner en peligro la recuperación definitiva del país: acabar con el estricto control de capital que se aplica desde que comenzara la crisis en 2008. El FMI alaba en su último informe sobre la economía islandesa la rápida recuperación que ha experimentado el país; sin embargo, advierte de que es momento para acabar con las restricciones que bloquean la libre circulación de fondos, y espera que durante 2015 se avance en la liberalización de capitales.
Islandia ha demostrado que se puede hacer frente a la crisis económica impulsando la inversión pública y huyendo de la austeridad. Ahora ha decidido continuar avanzando sola, aunque consciente de que sería un importante socio para la Unión Europea, por lo que está por ver si en el futuro vuelve a ponerse sobre la mesa la decisión de adherirse. Lo que está claro es que permanecerán las buenas relaciones entre Islandia y Europa, pues favorecen intereses bilaterales a los que ninguna de las dos partes está dispuesta a renunciar.