María Luz Morales Godoy fue una gran aficionada al cine y al teatro. No sólo una gran aficionada, sino toda una experta en ese campo, de hecho. Escritora, periodista y traductora, dedicó toda su vida a la prensa y al cine, llegando a participar en la realización de varias películas.
Ya en su juventud, cuando dirigía la revista El Hogar y la Moda —destinada a un público femenino— decidió crear entre sus páginas una sección cinematográfica, que incluía tanto noticias sobre cine como fotogramas de películas destacables. A partir de ahí comenzó su carrera como crítica de cine en periódicos de mayor tirada, como La Vanguardia de Barcelona, donde firmaba con el seudónimo de Felipe Centeno, inspirado en el personaje de Benito Pérez Galdós. En ese momento el cine no era considerado como un arte y estaba dando sus primeros pasos en España, motivo por el que este tipo de periodismo no estaba acreditado. Más tarde, Morales Godoy pasará a ocuparse de la crítica del teatro, que estaba mucho mejor valorada en el mundo del periodismo; estos artículos ya irán firmados con su nombre.
Su gran afición y conocimiento del cine culminan en su incorporación como asesora de la cadena Paramount en España, empresa en la que se encargaba de realizar una revista sobre cine. Además de esto, con la llegada del cine sonoro María Luz comienza a traducir los textos y a reescribir los diálogos, adaptando los guiones a la fonética española. A pesar de haber participado en una de las películas, arreglando su guion, y de que trabajaba para la compañía americana, la obra le había parecido nefasta y así lo hizo saber a sus lectores de La Vanguardia, a los que recomendó no verla. Y aunque este episodio no debería resultar relevante, puesto que ésta habría de ser la labor de todo crítico, no parece que a día de hoy pudiese ocurrir lo mismo de esta manera. Paralelamente, también escribió en el diario El Sol, impulsado por el filósofo José Ortega y Gasset y reconocido como un periódico para intelectuales. Hasta la fecha en que el diario cesa de publicarse, en 1934, la autora escribirá en la sección La mujer, el niño y el hogar.
Con el estallido de la Guerra Civil el Gobierno de la Generalitat decreta la incautación de ciertos periódicos, entre ellos La Vanguardia, del que se hace cargo un Comité Obrero. Tras la huida de los directores de España, el comité del diario nombra directora a la única mujer que escribía en la redacción: a ella. Así, La Vanguardia podría seguir publicándose como hasta entonces. La periodista gallega decide aceptar el puesto de directora, bajo la condición de que fuese de carácter provisional y, también, que ella pudiese ejercer libremente el periodismo, lo que hacía de modo habitual.
Es así como la autora se convertía aquel día de 1936 en la primera mujer en dirigir una cabecera de gran tirada en este país, algo que aun a día de hoy parece imposible, o cuando menos muy complicado. Como señalaba Alba González en la I Convivencia Feminista de La Tribu de Frida, «incluso aquellas mujeres conservadoras, que escribieron que el escenario propio de la mujer es la casa y el cuidado de sus hijos, estaban saliendo de ese molde» por el simple hecho de sentarse a escribir. Y es que a pesar de que Morales Godoy no se consideraba feminista —de hecho llegó a pronunciar en alguna ocasión aquellas consabidas palabras de «ni machismo ni feminismo»—, su designación como directora de un gran medio de comunicación en los años 30 supone un avance en la lucha para la independencia de la mujer. Puede que la autora no se hubiera propuesto sentar precedente, o convertirse en un modelo para futuras mujeres periodistas, pero lo cierto es que renunció a una vida prototípica para la mujer —la de casarse y tener hijos— para convertirse en periodista.