Se espera que las niñas sean diplomáticas, elegantes y obedientes, mientras que a los niños se les exige ser más espabilados, valientes y fuertes. Pero, ¿de dónde procede la afirmación de que los chicos y las chicas se comportan de una forma inherente a su sexo? ¿De dónde surgen todos esos comportamientos que asociamos a uno u otro género?
Incluso antes de nacer todo el entorno a la madre embarazada se preocupa por el sexo del bebé, es una duda fundamental para saber si regalarle un chupete rosa o uno azul. Muchas veces madres y padres ya tienen el dormitorio preparado con la pared pintada del color que “corresponde” al sexo del futuro bebé. Tras el nacimiento, llegan las primeras visitas al hospital y la habitación se va llenando de globos rosas, peluches rosas y ropa de bebé rosa; o, por el contrario, de globos azules, peluches azules y ropa de bebé azul. Siempre lo rosa para las chicas y lo azul para los chicos.
Incluso la forma en que le hablamos a un niño o una niña es diferente: cuando se cae o se hace daño el tono y lenguaje con una niña denota mayor empatía que con un niño. A ella la consolamos y le decimos que no pasa nada, a él le animamos a ser valiente y le decimos aquella famosa frase de «los niños no lloran». Sin embargo, no tiene sentido enseñar a nuestros hijos que por el hecho de ser varones no pueden hacerse daño o llorar.
Estas diferencias también se trasladan a otro campo: el de los juguetes. ¿Cuántas muñecas, cocinas, secadores y zuecos de peluquera reciben los niños por Navidad? ¿Y cuántas veces les regalamos a ellas camiones, tractores, espadas, pistolas o balones de fútbol? Parece que nosotras no podemos jugar con camiones y tractores o fantasear con ser futuras estrellas de fútbol. Y claro, a ellos que no se les ocurra decir que de mayor quieren ser cocineros o peluqueros, eso es de niñas o, en su defecto, de «maricas».
Para poner fin a estas diferenciaciones, algunas empresas como TOP-TOY –una de las compañías más grandes de juguetes en el norte de Europa- han creado un catálogo unisex con juguetes de todo tipo. Para llevar a cabo esta iniciativa TOP-TOY ha empezado a crear catálogos de juguetes de género neutral, lo cual no se trata de innovación en el diseño, ya que los juguetes en realidad son los mismos; sino que propone que los niños sean quienes decidan con que juguetes quieren jugar: “Queremos que nuestros catálogos reflejen la verdadera forma en que los niños y las niñas juegan, y no que presenten una visión estereotipada de ellos. Si tanto las niñas como los niños gustan de divertirse con un juguete de cocina, entonces queremos reflejar ese patrón”, afirma el director de marketing de la compañía, Thomas Meng.
Hay quienes afirman que existen diferencias entre ambos sexos en cuanto al aprendizaje y desarrollo: las niñas aprenden antes el lenguaje y lo utilizan mucho mejor que los niños, mientras que los niños poseen una orientación espacial mucho más marcada. Estas diferencias se deben a la evolución de nuestra especie, la forma en que utilizamos el cerebro y las hormonas. El sexo femenino utiliza con mucha más frecuencia los dos hemisferios del cerebro, que comportan el pensamiento y las emociones, mientras que el sexo masculino utiliza uno u otro según qué problema deba solucionar.
A pesar de esas diferencias biológicas, la parte de la persona que es aprehendida, ese comportamiento que niños y niñas adoptan, esa «lección de género», es heredada y todo ocurre de forma casi espontánea en los primeros años de sus vidas. Pronto aprenden cómo debe comportarse y qué actitudes son normales en una chica y cuáles en un chico. Sus vivencias en casa, en el colegio, la información que reciben de los medios de comunicación y los dibujos animados, todo ello conforma una maquinaria perfecta, unos moldes de los que es muy difícil salir.
Llegados a este punto deberíamos plantearnos la siguiente cuestión, ¿realmente los chicos y las chicas se comportan y tienen gustos diferentes por ciertas condiciones genéticas o es todo cuestión de educación? Sin desechar el componente genético y hormonal, está claro que nuestros gustos, los comportamientos asociados a nuestro género, provienen fundamentalmente de nuestra educación y vivencias. El primer paso para luchar por la igualdad es intentar romper con esos moldes, de forma que todas y todos podamos elegir cómo queremos ser, sin exclusiones.