La desaparición de alrededor de 700 personas, probablemente muertas, en aguas del Mediterráneo hacen reaccionar a la Unión Europea. Un tanda de reuniones en menos de una semana consigue avances en el para parar problema de la inmigración. ¿Es necesaria una catástrofe humanitaria para que despierten los Veintiocho?
El domingo 19 de abril salía a la luz el hundimiento de un pesquero con alrededor de 700 inmigrantes a bordo. Los hechos sucedieron en la medianoche del sábado cuando el carguero se encontraba a 70 millas de Libia, a 112 de Malta y a 130 de la isla italiana de Lampedusa. Los ocupantes del pesquero cuando vieron acercarse a un barco, se abalanzaron sobre uno de los lados y en un intento por pedir ayuda, provocaron que el pesquero volcara. A pesar de los esfuerzos de la Guardia Costera italiana y del Gobierno de Malta, sólo se pudieron salvar a 28 personas y rescatar los cadáveres de otras 24.
Según la portavoz de ACNUR (la agencia de la ONU para los refugiados) en Italia, Carlotta Sami, de confirmarse que el número de inmigrantes desaparecidos es de 700, se estaría ante «la mayor tragedia vivida en aguas del Mediterráneo».
El primer ministro italiano, Matteo Renzi, solicitó una reunión de carácter urgente de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) para discutir la respuesta a la inmigración. En paralelo, la Alta Representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Federica Mogherini, ha instado a «abordar sin demora» la tragedia del naufragio en las instituciones comunitarias.
El presidente francés, François Hollande, solicitó también una reunión del Consejo de Ministros de Interior y Exterior de la UE para tomar medidas. Por parte de España, Mariano Rajoy, ha asegurado que «España ha estado siempre y seguirá estando, con más intensidad si cabe en el futuro, en Europa para dar la batalla y para dar respuesta a este drama humanitario”.
En Malta, el primer ministro, Joseph Muscat, ha denunciado que Malta e Italia están solos para hacer frente a la crisis de la inmigración y que la UE sólo promulga «cháchara» política.
Las tensiones entre los países afectados por la inmigración y la cúpula europea están a la orden del día.
El Consejo de Ministros de Exteriores y de Interior de la UE se renió el lunes 20 de abril en Luxemburgo, terminó con la aprobación de un plan de 10 puntos que incluye un refuerzo de las operaciones de vigilancia y salvamento en el Mediterráneo. Plan que se centra principalmente en frenar la llegada de inmigrantes y refugiados a orillas europeas.
Tan sólo tres días después, se reunían con carácter de urgencia el Consejo Europeo (Jefes de Estado y/o de Gobierno de la UE). La principal novedad reside en la propuesta de la Comisión Europea de una operación militar destinada a desmantelar las embarcaciones utilizadas por las mafias. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, declaró que «la mejor manera de evitar que las personas mueran ahogadas es asegurar que no suben a estos barcos». También se acordó triplicar el presupuesto para operaciones de vigilancia.
En dicha reunión, David Cameron el primer ministro británico, euroescóptico por naturaleza y más hora en campaña electoral, ofreció dos barcos y helicópteros para las tareas de vigilancia pero siempre y cuando se respete el acuerdo de Dublín, en el que se establece que la demanda de asilo se debe gestionar en el primer país al que llega el inmigrante.
Finalmente, la canciller alemana, Ángela Merkel, ablandó su postura en la reunión del Consejo Europeo pero declaró que «no es admisible que en la concesión del asilo político solo se impliquen algunos países, entre los que destacan Suecia y Alemania, que absorben el 45% de todas las peticiones de asilo de los Veintiocho».