Esta pregunta es y será durante este nuevo año una de las cuestiones más controvertidas en Reino Unido. Después de 300 años de unión con Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, el pueblo escocés ha conseguido que su tan ansiada independencia pueda alcanzarse el próximo 18 de septiembre de 2014 a través del referéndum. En caso de obtener un resultado positivo entraría en vigor el 24 de marzo de 2016.
El presidente de la campaña independentista, Blair Jenkins, indicó que el plebiscito es un tema demasiado significativo para que sólo sea tratado por los políticos. El ministro principal de Escocia, Alex Salmond está convencido de que la separación aportaría más prosperidad e igualdad económica para esta provincia de 5,2 millones de habitantes. El líder independentista quiere terminar con “el legado de deuda y desigualdad social impuesto por las políticas de Londres”. Y así lo refleja en su Libro Blanco que estudia los 650 puntos más relevantes de dicho proceso. Entre ellos está la conservación de la llamada “zona esterlina”, el mantenimiento de la reina Isabel II como jefa de Estado o la anulación de la BBC como principal cadena pública del país.
El tema de la continuidad dentro de la Unión Europea es algo más complejo. A través de incertidumbres y tácticas del miedo muchos europeos tratan de imponer sus posiciones. Es el caso del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy que afirmaba su deseo de que ambos países permanezcan unidos. Sin embargo, Salmond declaraba no temer quedarse fuera de la UE pues existe mayor riesgo de esta posibilidad por el compromiso de Cameron de convocar en 2017 un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE:
Por su parte, el responsable de la campaña Juntos Mejor, Alistair Darling, intenta mantener la alianza alegando que Escocia disfruta de mayor autonomía desde el referéndum de 1997 que consiguió competencias en educación, sanidad, medio ambiente y justicia para su parlamento. La prensa anglocentrista no ha intervenido demasiado en la polémica al considerarla una cuestión íntegramente escocesa, quizá esto es debido a que la hipótesis de la victoria del no parece evidente y nadie siente preocupación alguna. No obstante, tanto el Partido Laborista como el Conservador abogan por la unidad, las palabras del premier inglés, David Cameron así lo demuestran: «Queremos que se queden, y juntos podremos construir un Reino Unido todavía más fuerte para nuestros hijos y nietos».
Muchas son las voces que asemejan este contexto con el de Cataluña pero el proceso es claramente diferente debido a que la legitimidad acordada entre Londres y Edimburgo no se ha producido en ningún caso en España. Cameron y Salmond firmaron un pacto en octubre de 2012 que legalizaba la consulta en el sistema constitucional británico y acordaba la aceptación por todas las partes. Además, la Comisión encargó un trabajo de campo a la consultora Ipsos MORI Scotland para determinar que el enunciado de la pregunta fuese directo, claro, simple y neutral y no plantease ningún conflicto de influencias o coacciones entre los votantes.
Sea como fuere, es totalmente plausible que por una vez el futuro resida en manos de la población que tiene la opción de decidir cuál será su destino. Las últimas encuestas, estiman que el “no” ronda el 50 por ciento de los votos, sin embargo estas cifras aún no son del todo considerables pues un cuarto de los entrevistados admite no tener muy claro cuál será su voto final.