Grijalbo publica El gato que amaba los libros de Sosuke Natsukawa. Los libros son unos objetos llenos de historias, de reflexiones, de aventuras. Perderse entre sus hojas se puede traducir en un ejercicio de evasión de la realidad, de búsqueda de conocimiento o de sueños perdidos. El volumen adecuado en el momento oportuno puede llegar a cambiar una vida. Existe una cantidad más que significativa de obras escritas; tantas que son inabarcables. Por este motivo, la literatura, como diría Federico García Lorca, busca amantes. Una premisa similar plantea Natsukawa.
El gato que amaba los libros comienza con la muerte del abuelo de Rintaro. Ello provoca que el nieto herede su librería de segunda mano. La vida del joven estudiante de instituto se torna un poco más triste y apagada, hasta la aparición, en la tienda, de un gato atigrado parlanchín. El animalillo le pedirá ayuda para liberar libros que están en peligro. Así comenzará la aventura de un muchacho dispuesto a servir a esta causa sin más conocimiento que esta afirmación. ¿Conseguirá su cometido? ¿Qué retos le esperará?
La obra de Natsukawa se inicia con la pérdida y el duelo. Este proceso emocional de curación se canaliza a través de la literatura. Los retos que plantea el gato muestran algunos de los principales problemas del consumo de cultura: la lectura compulsiva; la necesidad de crear una manera de absorber más libros en el menor tiempo posible, la posibilidad de leer y hacer más cosas a la vez; la pérdida de los títulos con menos ventas, porque no son rentables; o la creación de una conciencia única para juzgar una obra. La reflexión que nace de estos hilos de pensamiento obliga a un personaje taciturno y solitario a buscar su valentía para refutar afirmaciones como las anteriores. La búsqueda de su propio conocimiento le hará transitar por su sentimiento de pérdida hasta su superación.
El gato que amaba los libros se concibe como una oda a la lectura, a la literatura. Un rasgo que nos caracteriza a los lectores es nuestra pasión por los libros. Nos gusta leerlos, comprarlos, disfrutarlos… Vivirlos al fin y al cabo. En esta afición, como en cualquier otra, existen tantos seguidores como individuos dispuestos a disfrutar de este hábito. El ritmo de vida actual —al cual se nos ha abocado—, la necesidad de producir constantemente, el poco tiempo del que disponemos o la creación de un criterio único —instaurado a partir de, por ejemplo, una campaña de marketing— ha influido en el hábito lector. Natsukawa propone una crítica a este tipo de situaciones comunes mediante las aventuras del protagonista de esta historia. Así pues, este título se construye como si se tratase de un videojuego en el cual debes superar obstáculos y enemigos hasta llegar al jefe final. En este caso las armas son las palabras y los villanos el reverso del Arte de las Letras. El gato que amaba los libros se alza como una novela divertida, breve, reflexiva y muy interesante.