Lumen publica la última novela gráfica de Agustina Guerrero, La compañera. Jorge Luis Borges decía: “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. El ser humano tiende a acumular recuerdos, vivencias, pues la existencia es un cúmulo de experiencias, aprendizajes, traumas… Es negra y blanca, con una gran escala de grises en medio. Se puede bucear entre los recuerdos, vetarlos, recrearse, se pueden hacer muchas cosas; pero también se temen.
La Volátil, desde sus inicios, se ha mostrado como un alter ego/personaje que exploraba y vivía su día a día sin filtros, siendo ella misma —con sus virtudes y defectos, con sus gustos, sus pasiones, su momentos más oscuros y toda una serie de reflexiones de lo cotidiano—. La compañera llega para hacer un viaje introspectivo, para buscar eso que se llama felicidad. Un narrador externo, uno oscuro, como la sombra que se muestra en la portada, nos cuenta la vida de la Volátil: su nacimiento, sus aventuras de la infancia, sus sueños… Esa voz siempre ha estado allí, lo ha vivido y lo recuerda todo. Quizá por este motivo, invita a nuestra protagonista a recorrer anécdotas de todo tipo y sentimientos, para rememorar de dónde viene y qué quiere.
Agustina Guerrero sigue esa línea más confidencial que inició en El viaje, tocando temas tabúes que parecen flotar en la sociedad, pero que no se verbalizan con naturalidad. La propia historia de La compañera nos cuenta la historia en un tono fresco, ágil y con mucho tacto. La expresividad característica de la autora, tan bien cohesionada de la ilustración y de la tipografía, invita a la catarsis. No solo por las vivencias de la protagonista, sino, también, por la cotidianeidad de esas experiencias que son trasladables a nuestros propios recuerdos.
Lumen presenta una novela gráfica amable, aunque también un poquito agridulce. Guerrero habla sobre la búsqueda de la felicidad o de sentirse cómodo con tu vida. La importancia de esto nace de pararse unos instantes: detenerse a mirar tu vida, a contemplar, asumir, procesar los acontecimientos más emotivos. Hoy en día la velocidad prima en todos los aspectos de nuestro día a día. Sin embargo, en ciertos instantes se debería poder realizar este viaje introspectivo. La compañera ha sido una lectura que se convierte en un soplo de aire fresco. Muestra, siente y evidencia que la salud mental necesita tiempo para procesar cosas, para sanar, para estabilizarse. Es una lectura muy recomendable con una edición preciosísima.