Todas las luchas/ son en esencia/ luchas por el poder:/ quién va a mandar/ quién va a dirigir,/ quién va a determinar,/ a perfeccionar,/ a confinar,/ a diseñar,/ quién va a dominar./ Todas las luchas/ son en esencia/ luchas por el poder,/ y la mayoría/ no son más intelectuales/ que dos carneros/ entrechocando sus cabezas.
(Semilla terrestre:los libros de los vivos)
Publicada por primera vez en 1993, llega a España de la mano de Capitán Swing La parábola del sembrador. La aclamada «gran dama de la ciencia ficción», Octavia E. Butler, firma esta novela distópica, primera parte de una duología, cuya segunda parte llegará a nuestro país en el segundo semestre de este año. Os lo anuncio porque cuando terminéis la última página vais querer saber más. Resistid, solo tendremos que aguantar unos meses.
Conocí la literatura de Octavia Butler con Parentesco, también editada por Capitán Swing. Y, aunque en aquella novela echábamos la vista al pasado con Dana y en La parábola del sembrador Lauren nos lleva a un futuro casi presente, en ambas obras se atisba un dominio magistral de la narración en primera persona, la descripción cruda sin paliativos ni adornos y el juego constante con el horizonte de expectativas del lector.
La parábola del sembrador es una distopía que se sitúa entre los años 2024 y 2027 (peligrosamente cerca, ¿no?). La novela cuenta la historia de Lauren Olamina, una joven adolescente de quince años que vive en una sociedad estadounidense descompuesta política, económica y medioambientalmente. En este mundo donde la vulnerabilidad no es una opción de supervivencia, Lauren sufre de hiperempatía. Esto quiere decir que puede sentir en su propia piel las emociones y sensaciones de los demás, desde las más placenteras hasta las más desagradables. Precoz y lúcida, la joven, que vive con su familia en una urbanización que resiste al infierno exterior tras un muro, verá con más claridad que sus padres y vecinos el camino que han de recorrer para alcanzar la salvación. Además, Aficionada a llevar un diario, sus anotaciones cada vez concretan más su idea de «Semilla terrestre», una religión que abraza el cambio con un cielo muy distinto al judeocristiano, un cielo más allá del planeta Tierra.
«Creo que quienes viajaran a mundos extrasolares quedarían a su suerte, lejos de políticos y empresarios, de economías en quiebra y de ecologías torturadas, y lejos también de la ayuda. Bien lejos de la sombra de su mundo padre» .
La ciencia ficción es una herramienta formidable para mostrar sociedades paralelas que nos devuelven el reflejo deformado de nuestra humanidad. Y creo que Octavia Butler eleva el arte del género al crear una una historia atemporal y universal que revisa el pasado, retuerce el presente y advierte sobre un futuro que, en realidad, ya ha sucedido.
¿O es que acaso, por poner un ejemplo, el exilio forzado no sucede todos los días a nuestro alrededor? La huida hacia el norte de Estados Unidos que protagoniza la segunda parte de la novela tiene su referente en el pasado, en los esclavos del sur que buscaban una vida mejor, pero también en la actualidad. No hace falta alejarse mucho de ese sur estadounidense que retrata Butler para encontrar caravanas de personas migrantes.
Por cierto, ¿os suenan de algo las intenciones de este infame presidente de ficción?
«[el presidente de los Estados Unidos] Donner tiene un plan para darle trabajo otra vez a la gente. Espera conseguir que se cambien las leyes, suspender leyes “excesivamente restrictivas” sobre salario mínimo, medio ambiente y protección del trabajador para aquellos empresarios que estén dispuestos a contratar a personas sin hogar y proporcionarles formación y techo y comida adecuados».
La parábola del sembrador habla de deshumanización, desposesión, desesperación y crueldad, pero también de la terca capacidad humana de crear lazos, de aferrarse a la esperanza y de cambiar para sobrevivir. Y la clave para entender por qué el ser humano puede deshumanizarse hasta extremos que creemos que no podemos imaginar la pone Butler sobre su protagonista y narradora, sobre su hiperempatía. Y es que, sabedora del dolor que le infligen los demás seres vivos (no solo humanos) Lauren decide en más de una ocasión relacionarse de una forma cruel con ese sufrimiento ajeno, mirar hacia otro lado, hacer que pare. ¿No os parece una buena metáfora de la actitud que como individuos o como sociedad aplicamos hacia el dolor de los demás?
Ya solo os queda leer La parábola del sembrador para averiguar si la hiperempatía de Lauren también puede usarse en beneficio de la solidaridad.
«Si todo el mundo pudiera sentir el dolor de los demás, ¿quién torturaría? ¿Quién le provocaría a otra persona un dolor innecesario?».