El pasado sábado 22 se celebró en la 1 de Televisión Española la gala que dio a conocer el representante que luchará por alzarse, un año más, con el primer puesto en el próximo certamen de Eurovisión que se celebrará el 10 de mayo en Copenhague.
Y van 59. Y sólo 2. Me explicaré mejor, huelleros. El sábado pasado, España (así, en general, a lo grande) escogió a su nuevo representante para el Festival de la Canción de Eurovisión, ¡hurra! Cincuenta y nueve ediciones se cumplirán este año y tan sólo dos victorias, Massiel y Salomé, y ésta última repartidísima junto a otros tres países. Y ya.
Bien se podría decir que el Festival de Eurovisión ha pasado por muchas fases en nuestro país: expectación en los oscuros inicios; euforia, tras las dos victorias antes citadas en los años 68 y 69 (y con la canción de Loreen); desidia, ante la incapacidad de repetir triunfo en años posteriores; desdén; y casi olvido… Hasta que llegó Rosa y la gallina de los huevos de oro de Operación Triunfo lo resucitó (momentáneamente). Cierto es que en la mayoría del resto de Europa el festival se vive como un evento anual, una fecha señalada en los calendarios. En España esto ya no es así; tras unos años en boga, el concurso de canción más europeo se ha vuelto demodé de nuevo. ¿O no?
Cada año, fiel como las uvas en Nochevieja o el posado botulínico de la Obregón en verano, llega hasta nuestras pantallas el amago, conato o intento de gala de selección de nuestro representante. Esta vez, la baza estaba entre cinco cantantes o candidatos: Dama, su ventilador, y su tema muy digno… de discoteca veraniega; Jorge, ex triunfito que nos “deleitó” con una canción Disney bajo un ritmo mezcla de reggaeton y chunda-chunda; Raúl (hace tanto que sueño su boca), con una balada sentimentalista que defendió dignamente; Brequette, que se marcó, para mí, la mejor actuación de la noche, no sólo en cuanto al tema, sentido y arriesgado, sino además en puesta en escena, pues amén de cantar como Dios manda, se puso a patalear como una endemoniada en mitad del escenario (de lo que fuera que hubiera tomado, ¡yo quiero!). Por último, para cerrar el top five, encontramos a la murciana Ruth Lorenzo con un medio tiempo que, al igual que Más de Brequette, incluye parte en inglés. Dancing in the Rain es el título, y su intérprete, ganadora de la noche, una archiconocida en el Reino Unido.
La gala fue un peñazo, por decirlo finamente. Quitando la parte de las actuaciones, soportar el relleno del programa fue peor que tragarse las concertinas de la valla de Melilla. Finalmente, después de horas de sufrimiento y angustia, el jurado, formado por la omnipresente Mónica Naranjo (a la cual acabaré por tomar manía de lo sobreactuada que va últimamente), David Bustamante y su sonrisa de Gato de Cheshire, y Merche (baila cerquita y susurra bombón), dictaminaron con sus votos que la ganadora habría de ser Brequette. Peeeero, como el público es soberano y la audiencia decide (y se veía venir lo evidente), el televoto dio un vuelco al asunto, proclamando a Ruth como vencedora, la cual, ensimismada en su realidad paralela, ni se enteró, hasta que Anne Igartiburu y su máscara de maquillaje a lo Jim Carrey se lo comunicaron y ella comenzó a brincar y chillar a lo Brequette. Numerazo histriónico final para poner la guinda a una gala redonda como un cero.
PD: mi reflexión final de telespectador de hoy es: “Este año sí, gente, ¡este año sí que ganamos la Eurocopa!”
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